Los cambios cognitivos en la ancianidad

Uno de los motivos más habituales de consulta en geriatría (y en otros servicios, como neurología) es el deterioro cognitivo que además es uno de los aspectos que más preocupa en cuestiones de salud tanto a las personas mayores como a sus allegados. Se denomina deterioro cognitivo a la pérdida de eficacia de las habilidades mentales (lenguaje, velocidad de procesamiento, memoria, atención, etc.) que muestran un rendimiento peor. Este deterioro puede ser de diverso grado, desde muy leve a muy notorio.

Como se ha comentado otras veces en este blog, a medida que cumplimos años, las habilidades mentales cambian y modifican su funcionamiento. Algunas, como la capacidad de concentración, se ven limitadas (constando más realizar las mismas tareas); otras, por el contrario, aumentan en su rendimiento (como ocurre con la inteligencia cristalizada, que podría equipararse a la sabiduría, pues esta no deja de crecer durante toda nuestra vida). Estos cambios en el rendimiento de las capacidades mentales suelen ser percibidos por la persona como mermas, sintiendo en ocasiones que “mi cabeza ya no es lo que era”. Estos cambios pueden provocar que el anciano (y no tan anciano, no son raras las consultas en personas jóvenes, de 50 ó 60 años que se preocupan por este tema) consulte al médico por miedo a encontrarse en las fases iniciales de una demencia.

Es importante señalar que la mayoría de personas mayores no sufren demencia, aunque puedan presentar un deterioro cognitivo de baja intensidad que se considera normal o benigno (para diferenciarlo del patológico). Este deterioro normal es que el ocurre por el mero hecho de envejecer, siendo el enlentecimiento uno de los aspectos más llamativos y comunes. Al igual que otros órganos (como el corazón o los ojos) se vuelven menos eficientes con la edad, el cerebro también nota el devenir del tiempo, modificando su funcionamiento cotidiano. Sin embargo, la presencia de este deterioro no es signo de que la persona vaya a desarrollar una demencia o a “perder la cabeza”. Es muy importante tener esto presente a fin de disminuir la ansiedad que pueda sentir la persona.

Aun con todo, es aconsejable consultar al médico siempre que la persona note cambios en su cognición, especialmente para descartar problemas graves y así quedarse tranquila. Si bien se suele asociar la aparición de demencia con pérdidas de memoria, esta no solo se presenta así. En algunas ocasiones, lo primero que muestra la persona es una marcada dificultad para encontrar las palabras y mantener una conversación fluida aunque hay que tener presente que por encima de los 50 años, la mayoría de las personas dicen notar este fenómeno (el fenómeno de la punta de la lengua), por lo que aunque alguien pueda sentir esta dificultad no implica necesariamente que exista una enfermedad detrás. En otras ocasiones, más que el propio mayor es el entorno quien nota cambios en la personalidad del anciano (por ejemplo, alguien que era muy tranquilo muestra reacciones beligerantes o inquietud). Nuevamente hay que tener presente que hay muchos factores que pueden provocar estos cambios y no todos pasan por enfermedades. La falta de motivación y ganas de hacer cosas que antes disfrutaba realizando también pueden ser una señal de que algo está cambiando, aunque igual que en los ejemplos anteriores, esto no indica de por sí que haya una demencia.

Una forma de reducir el miedo a padecer una demencia es consultar al médico de cabecera, puesto que conoce nuestro historial y perfil. Además, si lo considera oportuno, realizará pruebas diagnósticas que podrán dirimir si estos cambios percibidos son fruto del simple paso del tiempo o detrás podemos encontrar alguna patología (no hay que olvidar que una simple anemia o infección de orina pueden tener un fuerte impacto sobre la capacidad mental de las personas que, una vez superado el episodio vuelve a su estado inicial).

En conclusión, con la edad nuestras capacidades mentales van a sufrir modificaciones. En algunos casos, estas modificaciones pueden percibirse como pérdidas de eficiencia. Sin embargo, no debemos equiparar estos cambios con enfermedades, puesto que son cosas diferentes. En caso de duda, siempre es bueno solicitar ayuda al médico, así como realizar una evaluación cognitiva que nos ayude a saber el origen de los cambios que percibimos en nuestra mente.

Recomendación Julio

Hoy os traemos las recomendaciones del mes de julio. Ya que estamos en pleno verano, en primer lugar, me gustaría recomendaros que visitéis la playa A Retorta situada en Boiro. Se trata de una playa urbana, no especialmente grande, pero con un paisaje muy agradable, pues pese a estar cerca de un núcleo habitado tiene un pinar detrás que le proporciona mucha tranquilidad. Además, las vistas a la ría son realmente bonitas. La playa no es muy ancha pero tiene una serie de ventajas tanto para personas mayores, como para familias con niños pequeños o personas con movilidad reducida: se trata de una playa adaptada. Cuenta con pasarelas que permiten un fácil desplazamiento, baños y duchas convenientemente adaptados para silla de ruedas, puesto de socorro (en el que disponen de muletas y sillas anfibias), puestos de helados, etc. En este link podréis encontrar más información.

La segunda recomendación está pensada especialmente para los profesionales socio-sanitarios del ámbito de la gerontología. Se trata de un artículo de Park y Reuter-Lorenz del año 2009 publicado en “Annual Review of Psychology”, especialmente la primera parte del artículo donde realiza una revisión sobre los principales cambios cognitivos que acontecen con la edad (velocidad de procesamiento, memoria de trabajo, funciones inhibitorias, memoria a largo plazo, etc.) expuestos de una forma muy clara y resumida.  Esta es la cita completa del artículo: Park, D. C., & Reuter-Lorenz, P. (2009). The adaptive brain: aging and neurocognitive scaffolding. Annual Review of Psychology, 60, 173-196. https://doi.org/10.1146/annurev.psych.59.103006.093656

Espero que ambas recomendaciones sean de vuestro interés.

 

Recomendación Abril

Hola a todos, ahora que ha terminado el mes de abril os traemos algunas recomendaciones. La primera de ellas se trata del programa «Muerte a la muerte» de La Sexta Columna (este es el enlace). En este reportaje se abordan temas muy en boga actualmente, ¿es el envejecimiento una enfermedad o simplemente otra etapa de la vida?, ¿podremos aumentar drásticamente la esperanza de vida en los próximos años?, ¿conseguiremos que enfermedades vinculadas al envejecimiento, como las demencias, sean erradicadas?, ¿qué tiene la medicina genética que aportar a todo esto?. En este debate hay diversas posturas enfrentadas y posiblemente haya más preguntas que respuestas; sin embargo, la inmortalidad y la eterna juventud son dos anhelos del hombre desde el inicio de los tiempos. Sin lugar a dudas, nos plantea cuestiones muy interesantes para reflexionar y debatir.

La segunda recomendación que me gustaría haceros es un vídeo muy breve pero que ilustra magistralmente un aspecto muy cruel de la falta de memoria: cuando no sabemos responder a las preguntas o no reconocemos a quien tenemos delante este vídeo, realizado por la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer (AFAL) nos muestra lo que muchas veces, con nuestra mejor intención, hacemos mal al comunicarnos con personas que tienen algún grado de deterioro cognitivo (os animamos a que echeis un ojo a nuestro post sobre demencia y comunicación).

Esperamos que ambas recomendaciones sean de vuestro interés.

El psicólogo y las personas mayores

A día de hoy acudir al psicólogo sigue siendo un tema relativamente tabú y del que es raro hablar fuera de los círculos de confianza. No tenemos problemas en decir que la semana pasada tuvimos visita con el cardiólogo, pero sí con decir que estuvimos en el psicólogo. Esto se debe en parte al desconocimiento sobre el trabajo que se lleva a cabo ya que no se ha realizado una buena labor de pedagogía social para acercar la disciplina a la población genera. Además, la visión distorsionada que nos proporciona el cine y la televisión y al poso que han dejado corrientes desfasadas no ayudan a que en la mente colectiva se tenga una idea clara de las  intervenciones que se realizan desde la Psicología, que sigue viéndose en muchos casos como “algo para locos”.

El trabajo que realiza un psicólogo es variado y dependerá del contexto ya que se pueden llevar a cabo diferentes y variadas actuaciones: desde la intervención en el contexto escolar, pasando por penitenciarias, psicología clínica, psicología del trabajo o del deporte hasta los psicólogos que investigan cómo funcionar el cerebro. Centrándonos en el ámbito sanitario, la labor del psicólogo se puede resumir en evaluar, diagnosticar y realizar intervenciones que modifiquen aspectos perjudiciales en el comportamiento (dentro de comportamiento incluimos la cognición, es decir, las ideas y el procesamiento de la información) del individuo.

Las personas mayores, como cualquier otro grupo poblacional, pueden presentar patologías psiquiátricas, si bien la mayoría de consultas suelen centrarse en dos ámbitos: estados de ánimo alterados y/o “problemas de memoria”.

En este blog ya hemos hablado en otras ocasiones de como el duelo cronificado que algunas personas mayores sufren puede desencadenar en una patología severa como es la depresión. En general, los estados de ánimo alterados que padecen los mayores se centran en esta patología y en los trastornos de ansiedad (especialmente, ansiedad generalizada). Existen múltiples factores detrás de estas alteraciones, desde la propia biología a los cambios socio-económicos derivados de la jubilación, pasando por el padecimiento de enfermedades crónicas o la sensación de soledad, entre otros. En situaciones como las descritas, un psicólogo puede ayudar a buscar desencadenantes de estos estados alterados, facilitar el uso de estrategias que ayuden a controlar el malestar, cambiar las rutinas y los hábitos que puedan ser perjudiciales y servir como un lugar donde la persona puede desahogarse (cosa que no siempre hacemos en nuestro entorno inmediato por no “cargar” o preocupar a nuestros seres queridos).

Cuando hablamos de “problemas de memoria” relacionados con el envejecimiento normalmente estamos hablando de un declive cognitivo (por lo general, cuando las personas son conscientes de estos fallos mnésicos y acuden a consulta, suelen presentar ya deterioro en otras áreas mentales). En estos casos la labor del psicólogo se basará en realizar una valoración del estado cognitivo global de la persona, detectar qué áreas se encuentran afectadas y cuales preservadas, realizando una labor de estimulación cognitiva para tratar de paliar y ralentizar el avance de este deterioro. Además, en muchas ocasiones también se trabaja con el entorno cercano del paciente con el fin de ayudarlos a asumir la nueva situación.

Espero que esta entrada haya servido para clarificar algunas de las muchas dudas comunes que se plantean en torno al trabajo de los psicólogos en relación con las personas mayores.

Sistema nervioso y envejecimiento: enlentecimiento

En esta serie de artículos hemos ido desgranando los cambios más llamativos que acontecen en el sistema nervioso y cómo estos cambios tienen repercusión directa en la conducta y la vida de las personas. Desde la pérdida de visión a la falta de sensación de sed, pasando por problemas de audición, existe un amplio abanico de cambios físicos que ocurren por el simple hecho de envejecer.

Uno de los cambios más fácilmente observables con el paso del tiempo, especialmente en población muy anciana, es el enlentecimiento. Entendemos por enlentecimiento motor al aumento del tiempo que precisa una persona para realizar una acción. Algunas circunstancias reversibles (como ciertas medicaciones, algunas drogas, la somnolencia, etc.) aumentan el tiempo que precisamos para realizar una tarea determinada (por ejemplo, vestirse). Sin embargo, el enlentecimiento que ocurre por el paso del tiempo es irreversible y, a medida que envejecemos, más pronunciado.

Este aumento del tiempo necesario para hacer las cosas viene dado por diversos motivos. Por un lado, aumenta el tiempo de reacción, que es el tiempo transcurrido entre que un estímulo sea captado por nuestro organismo hasta que se da la respuesta (por ejemplo, el tiempo que transcurre desde que oímos el timbre de la puerta hasta que nos levantamos para abrir). Además del aumento del tiempo de reacción, se produce un aumento del tiempo de procesamiento; esto es, cuando percibimos un estímulo (en el ejemplo anterior el sonido del timbre) nuestro cerebro tiene que procesarlo hasta saber que se trata del sonido del timbre de la puerta y que debemos levantarnos para ir a abrir. Este proceso automático tarda más cuanto mayores nos hacemos. Otros factores como el estado global de salud, problemas de equilibrio o movilidad, ciertas patologías o medicaciones no hacen más que agravar el hecho en sí.

El enlentecimiento global que se observa en las personas mayores tiene efectos muy marcados y notorios en su día a día; así tareas cotidianas que son básicas en el autocuidado (como lavarse o preparar la comida) llevan más tiempo. Es importante que las personas mayores cuenten con el tiempo que necesitan para poder desarrollar estas tareas de forma autónoma. En algunos casos, las personas cercanas a los ancianos (como familia o cuidadores) realizan estas acciones en su lugar, aun cuando la persona mayor podría hacerlo sin problema, simplemente empleando más tiempo. Muchas veces sucede por deferencia, por tratar de que la persona mayor no se fatigue o trabaje más de lo debido. Es bueno tener consideración con nuestros mayores y no pedirles más esfuerzos de los necesarios. Sin embargo, también es bueno que las personas mayores hagan por ellos mismos actividades, especialmente las que se refieren al autocuidado, con la mayor autonomía posible. Hay que entender que facilitar o supervisar cuando sea necesario alguna de estas actividades no es lo mismo que no dejar margen de actuación. Algunas actividades, como el vestido, pueden tardar bastante más tiempo en completarse por parte de personas mayores, incluso perfectamente autónomas, por diversos motivos (por ejemplo, la aparición de enfermedades reumatológicas que mermen la movilidad). En estos casos, es mucho más positivo darle a la persona mayor el tiempo que necesita o buscar la forma más sencilla para que lo haga por él mismo que tratar de hacer nosotros la actividad en su lugar.

El aspecto en el que el enlentecimiento producido por el envejecimiento puede resultar más problemático es en la calle. La mayoría de las ciudades no están adaptadas a las necesidades de todos sus habitantes, imposibilitando que diversos colectivos puedan transitar por ellas de forma autónoma y segura. Las personas mayores pueden encontrar múltiples obstáculos físicos a la hora de abordar determinadas zonas de casi todas las ciudades, pero es raro que nos demos cuenta en la barrera que supone el tiempo. Los semáforos, por ejemplo, suelen dar un tiempo bastante limitado en el paso a peatones, haciendo que las personas mayores tengan más dificultad en emplearlos. Las acciones cotidianas, como coger un autobús o pagar en el supermercado, muchas veces transcurren en un entorno en el que la presión de tiempo es obvia. Esto hace que los mayores se sientan incómodos en muchas ocasiones en una sociedad que se caracteriza por la rapidez y en la que precisar unos segundos extras parece un pecado capital.

Reivindicando la vejez

El mundo que nos rodea es muy complejo. Si nuestro cerebro tuviese que procesar toda la información que percibe, se vería colapsado. Pensemos que mientras leemos este texto, nuestro cerebro realiza muchas operaciones a la vez: por un lado, procesar lo que está leyendo de forma consciente, además, somos capaces de escuchar qué sucede a nuestro alrededor, procesar ideas que cruzan nuestra mente (y que no tienen por qué estar relacionadas); por otro lado, de forma automática, mantiene la postura corporal, la temperatura, la respiración, el latido del corazón, libera hormonas y neurotransmisores y hasta es capaz de avisarnos de que en breve tendremos mucha hambre, entre otras muchas cosas. Por ello, desarrollamos “trucos” o “atajos” mentales que nos sirven para simplificar la realidad que nos rodea y poder procesar la información de una forma más efectiva. Uno de estos atajos son los estereotipos. Los estereotipos son simplificaciones que hacemos en relación a los individuos. Los categorizamos, juzgamos y etiquetamos en función de unas pocas características (su raza, credo, orientación política, país de procedencia, etc.); atribuyéndoles rasgos que creemos comunes a ese grupo. Todos, en mayor o menor medida, empleamos estereotipos (aunque es cierto que podemos intentar ser críticos e procurar ser más justos con las personas que tenemos delante).

Los estereotipos sobre las personas mayores son curiosos. Me gusta simplificarlos en “o son dependientes o juegan al golf”. Sobre la ancianidad existen muchísimos mitos y prejuicios, pero quizá los más extendidos se puedan agrupar bajo estos dos. Vemos a las personas mayores como dependientes, enfermas, inválidas e incapaces de tomar decisiones por sí mismas o personas despreocupadas, sin ningún tipo de atadura o problema, que pasa lo que son los años dorados de su vida en largas partidas de golf. Basta pasarse por la puerta de un colegio para ver que estos estereotipos no parecen adaptar a los cientos de abuelos (casi se merecen el título de superabuelos) que siguen dando el callo por su familia; ayudando a sus hijos con la crianza de la siguiente generación o siendo el sustento económico familiar en estos momentos de dura crisis. Si algo tengo claro de mi trabajo con mayores es que no existen dos personas iguales. Cuando se ha estado toda su vida practicando cómo ser uno mismo es difícil parecernos a otro. Por todo esto, estaría bien que empezásemos a abrir un poco la mente sobre nuestra visión de las personas mayores, la ancianidad y el proceso de envejecimiento. Quizá la diversidad que encontramos nos asombre. Quizá empecemos a entender y aprehender que llegar a anciano significa no morir antes de tiempo, ser testigo de primera mano de todos los cambios que un ser humano puede experimentar; que la edad nos da sabiduría, perspectiva y, sobre todo, la capacidad de relativizar. El día que entendamos y asumamos estas ideas básicas empezaremos a tratar con más respeto a nuestros mayores y a ver la ancianidad como otra etapa más de la vida, una etapa que merece la pena conocer.

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Por eso, este blog pretende ser una pequeña ventana para que todos podamos asomarnos al mundo de la ancianidad, desde los profesionales que cada día trabajamos en el sector a los familiares, pasando por supuesto por los propios protagonistas: los mayores.