Recomendación septiembre 2018

Terminando el mes de septiembre os traigo la recomendación pertinente. Se trata de este artículo de Bored Panda, que recoge las fotos del proyecto “TattooAge. Never too old.” Son fotografías de personas mayores mostrando sus tatuajes, además de unos vídeos donde explican qué significado tienen estos dibujos y qué representan para ellos. Pinchad aquí para ir al artículo.

Además de la belleza de los retratos en sí, creo que nos permite reflexionar acerca de la homogeneidad de los mayores. Quizá en el imaginario colectivo tengamos a los mayores como un grupo homogéneo, donde todos piensan de forma similar, tienen costumbres parecidas o comparten creencias. Sin embargo, esa visión no podía ser más errada. Tenemos que dejar de tratar a los ancianos como si fueran todos iguales, personas intercambiables sin identidad propia. Debemos ganar conciencia de que lo único que tienen en común son los años y que el número de años que una persona haya vivido dice poco de ella, no nos habla de sus gustos, sus miedos, sus logros, su ideología, sus creencias, etc.

Por todo ello, me parece que este tipo de iniciativas son muy necesarias además de muy bonitas. No sólo a nivel artístico, sino que nos permiten una reflexión a nivel social. Espero que os gusten tanto como a mí.

La importancia de los controles médicos

La medicina moderna ya no sólo se basa en curar las enfermedades que podemos desarrollar. Actualmente, se destinan muchos medios a la prevención y al diagnóstico precoz. La prevención parece inspirarse en ese viejo dicho “más vale prevenir que curar” y su objetivo es procurar que los ciudadanos cuenten con buenos hábitos que eviten el desarrollo de patologías relacionadas. Por ejemplo, si la gente no fuma reduce significativamente la posibilidad de desarrollar cáncer de pulmón (por desgracia, nunca se podrá prevenir al 100%).

No siempre es viable la prevención de la aparición de diferentes patologías ya que, en muchas de ellas si bien influyen nuestros hábitos, también hay que tener en cuenta el peso de la genética. Por ello, se habla del diagnóstico precoz. Este término hace referencia a procurar detectar enfermedades que ya tenemos incluso antes de que presenten síntomas, disminuyendo de esta forma la posibilidad de que sean mortales o altamente incapacitantes.

Uno de los hábitos que debemos incluir en nuestra rutina para cuidar nuestra salud son los controles médicos periódicos (esta periodicidad nos la indicará nuestro médico). La idea es que cada X tiempo nos hagan un chequeo para comprobar que no tenemos ningún problema de salud.

No es raro que se acuse a las personas mayores de ser muy asiduas al médico, de gustarles mucho ir a que los miren. Sin embargo, esa apreciación es errónea. Sí que podemos encontrar una gran afluencia de público mayor en las consultas médicas, pero no hay que olvidar que la ancianidad es una edad frágil en la que ciertas patologías tienen mayor incidencia. Además, al haber sufrido las pirámides poblacionales cambios (habiendo más gente anciana) el resultado es el que observamos. Sin embargo, no es raro encontrar ancianos que nunca han acudido al médico. Y nunca es nunca. Desde mujeres mayores que dieron a luz en sus casas y que nunca han realizado consulta a alguna, a señores que han tenido una salud de hierro y, por tanto, no sintieron la necesidad de acudir al médico ni tan siquiera a realizarse una revisión. Y al no tener ese hábito ahora les cuesta adquirirlo. Lo mismo ocurre con aquellas personas que han gozado de una gran salud y que en la ancianidad precisan algún tipo de medicación, no es raro observar reticencias en su toma, protestas por ello, etc.  Es importante que todos los profesionales sanitarios tratemos de inculcar buenos hábitos en la sociedad y los que trabajamos con mayores tenemos una mayor responsabilidad ya que estamos tratando de cambios relativamente recientes y que ellos no conocieron en su juventud (es más, la sanidad no era ni gratuita ni universal en su juventud).

Explicarles a las personas mayores el por qué es necesario hacer esos reconocimientos y explicar cómo pueden ayudar a su salud, suele ser la mejor manera de convencerlos para que los realicen, igual que explicar pormenorizadamente, pero empleando un lenguaje sencillo, para qué sirven las medicinas que tienen prescritas, así como qué ocurriría si no las tomaran, ayuda a aumentar a adherencia al tratamiento.

Dado que la ancianidad es un periodo frágil de la vida, el realizar los controles y las visitas médicas pautadas se torna de especial importancia. Con ello podremos conseguir prevenir ciertos problemas así como aumentar las posibilidades de éxito terapéutico si ya están presentes determinadas enfermedades.

Amas de casa y jubilación

Como todos sabemos, las amas de casa no cotizan por la labor (ardua, cansina, ingrata y nunca pagada) que realizan por la familia. Este hecho implica que, al llegar a la edad de jubilación (los 67 en nuestro país), no tengan derecho al cobro de una pensión contributiva por las labores desarrolladas. En todo caso, optan a la prestación no contributiva. Más allá de los problemas de dependencia económica y de baja renta (que no son moco de pavo) hoy me gustaría centrarme en otro aspecto: el cese real del trabajo realizado.

A nadie se le ocurriría pedirle a un carpintero de 90 años que siga trabajando. Nadie vería lógico que un cirujano opere pasados los 80. Trataríamos de cruel, tirano a quien dijese que hay que seguir trabajando hasta el día de la muerte. Sin embargo, aceptamos de bastante buen grado que una mujer mayor continúe al frente de la casa inlcuso en la ancianidad avanzada. Y, ojo, no confundamos el autocuidado, el estar activo, el realizar pequeñas tareas que nos mantienen ocupados, distraídos y a pleno rendimiento con limpiar los azulejos de la cocina o continuar cuidando de otros que presenten una dependencia (aun en situaciones en los que la mujer claramente comienza a necesitar ayuda); en definitiva, cargar con todo el peso de las tareas domésticas y del cuidado del núcleo familiar. Que una cosa es hacer una comida especial para toda la familia en una fecha señalada y otra dar de comer a diario a toda la familia (con el trabajo que ello conlleva de avituallamiento, limpieza, preparación, etc.).

Aceptamos de un modo bastante sibilino que las mujeres mayores sigan a pleno rendimiento. Aun cuando es a costa de su salud y cuando realmente no las hace felices ni las satisface. Hay mujeres que disfrutan mucho de ello, que seguir al frente de su casa aun en la edad mayor les demuestra lo estupendas que están y en esos casos, poco hay que decir, salvo desear que continúe por muchos años. El problema está en aquellas mujeres que están hartas. Que llevan más años de los que pueden contar realizando labores que realmente no les agradan solo porque se presuponía que eran ellas quienes debían hacerlas. Criadas para ser las asistentas domésticas de la familia, para anteponer las necesidades de todos a las suyas, para sacrificarse por los demás. Porque ellas importaban en tanto en cuanto eran la fuerza de trabajo dentro del hogar. Y algunas llegan a la ancianidad y están muy hartas, muy aburridas. Les cuesta decirlo tal cual, pero en consulta, después de indagar un poco, es fácil ver cómo realizar las tareas domésticas les quita tiempo (porque con la edad, además, cada vez cuesta más tiempo realizar la misma tarea) para otras cosas que sí las hace felices (desde pasear con las amigas a apuntarse a actividades que las complacen).

Dado el cambio social que hemos vivido en los últimos 50 años, esta situación debería ir revirtiendo ya que las mujeres se incorporaron al mercado laboral, cotizaron y tienen derecho a su pensión. ¿Cuál es el problema? Que la mujer empezó a trabajar el doble, dentro y fuera del hogar. Está asumido que, aunque una mujer que hoy tenga 70 años trabajase fuera de su casa, el grueso de las tareas domésticas seguía recayendo en ella. Y una vez se jubila, ¿por qué iba eso a cambiar?

En resumen, me gustaría lanzar una pregunta final, ¿cuándo se jubilan las amas de casa?.

Recomendación agosto 2018

Con un poquito de retraso os traemos la recomendación del mes de agosto. Se trata de una película que casi cuenta con 20 años, del polémico director David Lynch “Una historia verdadera” (The straight story en su título original). Esta compleja película, como no podía ser de otro modo dado su autor, narra las peripecias de un anciano que, al tener conocimiento de que su hermano (con el que no se habla desde hace años) está enfermo decide ir a visitarlo. El problema es que les separa una distancia de 500 km y nuestro protagonista no puede conducir ni cuenta con medios económicos para desplazarse, por lo que de decide llevar a cabo el viaje en su segadora. Desde el tempo de la película hasta los diferentes personajes que aparecen en ella, se nos presentan realidades que la vejez nos depara, así como lo complejo de las relaciones humanas. Como curiosidad decir que la película está inspirada en hechos reales, lo cual la hace aun más conmovedora.

Espero que la disfrutéis.