Sistema nervioso y envejecimiento: vista

En un artículo anterior empezamos a abordar los diferentes cambios que se producen en nuestro sistema nervioso a causa del envejecimiento y qué impacto tienen estos cambios no solo a nivel físico, también a nivel psicológico y social en la vida de las personas mayores. En el artículo anterior hablábamos del envejecimiento sensorial y, en concreto, de cómo los cambios en el oído tienen repercusiones tanto en la audición como en el equilibrio de las personas mayores.

ojo

En este artículo abordaremos el envejecimiento de otro de nuestros sentidos: la vista. Es importante tener en cuenta que algunos de los primeros signos de envejecimiento de este sentido se pueden observar a partir de los 50 años. Y es lógico pensar que dependiendo de ciertos hábitos (como leer, usar monitores electrónicos a corta distancia, etc.) se acelera este proceso. Algunos de estos cambios son comunes en personas de determinada edad, además de ser fruto del mero hecho de envejecer, por lo que no se los considera patológicos.

Gozar de una buena salud visual es de suma importancia para poder interactuar de una forma enriquecedora con el medio que nos rodea. Las personas mayores con problemas de visión que no han sido corregidos (bien porque no se pueden corregir, bien por falta de acceso a los tratamientos o prótesis) suelen dejar de hacer actividades de las que disfrutan (como leer, hacer manualidades, cocinar, por poner algunos ejemplos comunes) e incluso tienen problemas en su vida diaria, ya que tareas como leer una carta del ayuntamiento o una receta médica pueden llegar a ser imposibles. Si la persona anciana termina perdiendo buena parte de su agudeza visual pasa a encontrarse en una situación de elevada dependencia, puesto que mientras no se acostumbre a la nueva situación, no podrá realizar actividades sencillas y cotidianas por sí misma (por ejemplo, hacer la comida o elegir la ropa para vestirse por las mañanas).

Es importante realizar los exámenes de visión necesarios, además de adoptar las medidas que nos indiquen los profesionales, a fin de evitar todos los problemas derivados de no poder emplear el sentido más importante del ser humano. En los casos menos graves, los problemas derivados de una mala visión pueden ser desde dolores de cabeza (muy habituales cuando no vemos bien) hasta el aislamiento de la persona (el cual tiene repercusiones muy graves en el estado de salud general).

A medida que envejecemos, la agudeza visual (la nitidez con la que vemos los objetos) tiende a disminuir poco a poco, causando problemas para ver con claridad algo cercano (como leer letras pequeñas). Esta disminución de la agudeza visual ligada a la edad se denomina presbicia. Aunque este problema se corrige con gafas, en personas que nunca las han necesitado pueden aparecer reticencias a empezar a usarlas; sin embargo, es recomendable hacerlo lo antes posible, a fin de evitar problemas derivados como dolores de cabeza, dificultades en la lectura o en la conducción, etc.

Además de problemas para enfocar objetos que están a una distancia cercana, con la edad, nuestra capacidad para ver con nitidez los objetos que se encuentran en la periferia del campo visual también disminuye. Esto se traduce, por ejemplo, en que tendremos mayores problemas para ver con claridad a alguien que se siente a nuestro lado, en comparación con la persona que se sienta enfrente. Esto es más notorio en personas muy ancianas. Por eso, es importante que cuando queramos hablar con una persona mayor con problemas de audición y/o visión nos situemos siempre cara a cara, evitando ponernos a los laterales.

La edad tiene aparejada otros problemas comunes como la menor tolerancia a luces brillantes y tardar más tiempo en adaptarse a los cambios bruscos de iluminación (por ejemplo, si entramos a una habitación oscura desde un lugar soleado). Este problema se muestra especialmente molesto (e incluso en ocasiones peligroso) en personas de edad elevada que se deslumbran con facilidad y conducen de noche, siendo aconsejable en estos casos evitar este tipo de desplazamientos, por su propia seguridad y la del resto de conductores. Además, la percepción de los colores también se va alterando, llegando un punto en que distinguir colores similares (anaranjado y rojo, por ejemplo) se vuelve dificultoso.

Las personas mayores, además, precisan de una mayor cantidad de iluminación para poder percibir adecuadamente. Y el contraste entre la figura y el fondo debe de ser mayor para poder percibirlo correctamente.

Hasta ahora analizamos algunos de los cambios que, si bien no se dan en todas las personas ni con la misma intensidad, son comunes y se asocian a los cambios esperables producidos por el envejecimiento. En muchos casos, las repercusiones que tienen estos cambios se pueden mitigar de diferentes formas (por ejemplo, usando gafas).

Sin embargo, existen patologías que, si bien se pueden observar más entre la gente mayor, no se consideran fruto del envejecimiento sano. Las cataratas, la degeneración macular, el glaucoma o diversas retinopatías son patologías que muestran mayor incidencia en las personas mayores, aunque no solamente las personas ancianas las padecen. Debemos pensar que, aunque algunas cuentan con tratamiento (o con intervenciones paliativas) cualquier problema que afecte a la calidad de la visión, causando daños más o menos permanentes, debe ser tratada lo antes posible. Perder el sentido de la vista, el más importante para el ser humano, a una edad avanzada es un grave problema. La pérdida de este sentido, sumado al envejecimiento del resto de los sentidos, hace que la persona tenga muchos más problemas a la hora de adaptarse, quedando aislada del medio en una situación de indefensión; lo que puede ser devastador tanto a nivel físico como psicológico y social.

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