¿Qué es la reserva cognitiva?

En los últimos años, debido al envejecimiento poblacional así como al aumento de la esperanza de vida, ha crecido la preocupación por hallar curas y, en todo caso, prevenir la aparición de patologías que se han vinculado tradicionalmente con el envejecimiento. Esta preocupación incluye las enfermedades neurodegenerativas como las demencias.

Es habitual ver en los medios de comunicación como se van logrando pequeños avances en el campo; sin embargo, a día de hoy, no existe ningún tratamiento o intervención que sea curativa, siendo todas las herramientas con las que contamos paliativas (es decir, tratarían de paliar los daños que va causando la enfermedad así como ralentizar su avance).

Existen múltiples mitos acerca de la demencia, en concreto de la enfermedad de alzheimer (que es solo una de muchas demencias que se pueden padecer; en la próxima entrada hablaremos de ello). Desde un factor contagioso a alimentos mágicos que prevendrían su aparición y posterior desarrollo. En la actualidad, ningún alimento o componente ha mostrado científicamente que pueda curar la patología si bien una dieta sana y equilibrada es básica para mantener nuestra salud en buen funcionamiento.

Actualmente, hay tres factores que se reconocen con capacidad de prevenir o ralentizar el curso de la demencia: el ejercicio físico aeróbico, la dieta sana y la creación de la reserva cognitiva.

La reserva cognitiva ha sido definida como la adaptación que hace el cerebro ante una lesión (que puede venir por un ictus, un golpe, una infección o la aparición de una demencia, por ejemplo) empleando recursos cognitivos preexistentes (habilidades mentales que han sido desarrolladas durante toda la vida, por decirlo de algún modo) o bien recursos de compensación mediante la activación de nuevas redes neuronales. Simplificándolo un poco, podríamos decir que la reserva cognitiva es la capacidad que tiene el cerebro para hacer frente a un daño o lesión empleando los recursos que ha generado a lo largo de la vida con anterioridad a la aparición del problema. Esta reserva se desarrolla como resultado de factores neurobiológicos y los efectos de las experiencias de vida (educación, complejidad laboral, actividad física, ocio, estilo de vida, bilingüismo y actividad cognitiva).

De todos los factores citados, el nivel de educación es quizá la variable asociada a la creación de reserva más estudiada, apoyando la mayoría de estudios la idea de que un nivel educativo alto retrasa la aparición de la demencia. Además, no solo retrasaría la aparición sino que una vez que el daño se presenta, la demencia va a avanzar de forma más lenta que en caso de que el nivel educativo sea más bajo.

Aun con todo, hay que tener en cuenta las diferencias interindividuales (las diferencias que se dan de persona a persona), ya que existen muchas variables a tener en cuenta en el avance de una patología como la demencia.

En general, la mejor forma de crear reserva cognitiva es “usar la cabeza”: aprender idiomas nuevos, hacer cálculo mental (y no emplear tanto la calculadora), tratar de memorizar cosas importantes (números de teléfono, direcciones, etc.) aunque contemos con una agenda de soporte, escribir, hacer juegos de lógica, realizar pasatiempos (sopas de letras, buscar las diferencias, crucigramas, sudokus, etc.), jugar al ajedrez, juegos de cartas, leer, etc. La idea es realizar la mayor cantidad de actividades estimulantes posibles, siendo también importante la variedad (es decir, hacer crucigramas es positivo pero solo trabaja ciertas habilidades, por tanto, habría que realizar otras actividades complementarias).

La creación de reserva cognitiva es algo que hacemos durante toda la vida. Cuanta más creemos en nuestra juventud y edad adulta, mejor soportará nuestro cerebro anciano las patologías que puedan aparecer.

Os dejo este divertido vídeo de Carmen Sarabia en la final del FameLab España 2017 (un concurso de monólogos con toques humorísticos que pretende divulgar de una forma diferente) donde habla de la reserva cognitiva de un modo muy divertido:

Día Mundial de la Enfermedad de Alzheimer

Hoy, 21 de septiembre, es el Día Mundial del Alzheimer (este evento cuenta con el soporte de la Organización Mundial de la Salud). Se realizan múltiples actos desde el nivel más cercano a los ciudadanos, el local, hasta los gestos institucionales por medio de organizaciones que a veces son internacionales, como es el caso de la OMS. Con ello se pretende concienciar a la sociedad de la necesidad de promover hábitos saludables que traten de prevenir la aparición de la patología, sensibilizar a la ciudadanía sobre las necesidades de los enfermos y sus cuidadores y tratar de desarrollar más investigación que permita por fin hallar una cura.

En este blog he dedicado algunas entradas a hablar sobre los mitos más frecuentes que giran en torno a esta enfermedad (podéis veros aquí y aquí), así como a la comunicación con personas con deterioro cognitivo y a explicar qué es la valoración cognitiva.

Hoy me gustaría centrarme en otros aspectos sobre la enfermedad de alzheimer, en concreto, sobre cómo tratar de prevenirlo (o ralentizar el momento de aparición).

A día de hoy no existe un tratamiento curativo para esta enfermedad, aunque sí existen fármacos que tienen un efecto paliativo (los inhibidores de la acetilcolinesterasa). Es relativamente habitual ver en los medios generales noticias sobre alimentos o rutinas que podrían evitar la aparición de la patología. En realidad, ningún alimento, rutina o ejercicio ha mostrado de forma certera prevenir la aparición de la patología, señalándose actualmente únicamente tres factores que podrían reducir la posibilidad de aparición (o posponerla):

* Ejercicio físico: a día de hoy se considera que la realización de ejercicio físico de tipo aeróbico de forma habitual es positivo en la prevención de la aparición. Esto se debe a que mejora el sistema cardiovascular así como libera factor de crecimiento que se ha mostrado como neuroprotector.

* Dieta equilibrada: una dieta sana y equilibrada nos ayudará a evitar ciertas patologías que también causan deterioro cognitivo y además asegurará que no nos falten nutrientes necesarios para un correcto funcionamiento neurológico.

* Creación de reserva cognitiva: la reserva cognitiva es la capacidad que tiene el cerebro de hacer frente a un daño adquirido (es decir, un daño que se produce tras finalizar el desarrollo). En el próximo artículo hablaremos más sobre qué es y cómo potenciarla (podéis leer sobre ella aquí).

Algo importante que debemos tener en consideración cuando se diagnostica esta enfermedad es que, contrariamente a lo que se cree comúnmente, sí se pueden hacer cosas para que la enfermedad avance de la forma más lenta posible: desde los tratamientos farmacológicos que mencionábamos antes, la estimulación cognitiva hasta intervenciones realizadas desde la terapia ocupacional o la nutrición se pueden emprender estrategias que traten de mantener la calidad de vida del afectado el mayor tiempo posible.

Por último, una mención a los cuidadores de personas dependientes, familiares o profesionales, pues en ellos recae la difícil tarea de mantener la calidad de vida y la dignidad de la persona afectada.

¿Qué es una valoración cognitiva?

Una de las causas por las que las personas mayores acuden a un psicólogo es para realizar una valoración cognitiva. Sin embargo, es común que las personas lleguen a consulta sin saber muy bien en qué consiste, por qué es interesante realizar una con cierta periodicidad o qué información aportan sobre el estado mental de la persona.

Cuando hablamos de una valoración cognitiva hablamos de una evaluación, un examen, de las diferentes habilidades mentales y su funcionamiento. Por tanto, una valoración de este tipo puede centrarse solo en una capacidad concreta (porque ejemplo, si se sospecha que tras un ictus alguna capacidad se ha visto afectada) o puede ser global, evaluando todas las funciones, lo que nos permitiría tener una idea de la capacidad general de rendimiento cognitivo de ese paciente.

En función de si se pretende una evaluación de algo puntual o, por el contrario, tener una imagen global de la situación, la evaluación será de mayor o menor duración. Por lo general, se suele hacer en varios días diferentes (para así evitar que el paciente se fatigue o se ponga nervioso), en sesiones que no sean excesivamente prolongadas pues ello causará cansancio al paciente y reducirá su rendimiento.

Generalmente, las habilidades que se suelen evaluar de forma más común son la orientación (espacial, temporal y personal), la atención (en sus diferentes modalidades, sostenida, alternada, concentración, etc.), lenguaje (producción y comprensión oral y escrita), memoria (también en sus diferentes modalidades, memoria de trabajo, memoria a corto plazo, a largo plazo, declarativa semántica, procedimiental, etc.), gnosias (la capacidad de reconocer adecuadamente los diferentes estímulos que percibimos por los diferentes canales sensoriales), praxias (la habilidad motora adquirida) y función ejecutiva (capacidad de inhibición, pensamiento abstracto, planificación y secuenciación, etc.).

Para realizar estas valoraciones se deben emplear test y pruebas que hayan sido baremados para la población española. Es decir, se crean preguntas y retos que el paciente debe resolver. En función de las respuestas que la persona de se obtiene una puntuación que nos permite compararlo con las puntuaciones personas de su edad y nivel cultural (a esto se le llama baremación de la prueba, es decir, saber qué puntuación suelen obtener de forma típica una persona de determinada edad y nivel educacional). Si la persona obtiene una puntuación mayor a su grupo de referencia, podemos pensar que esa habilidad no presenta afectación. Si, por el contrario, el paciente obtiene una puntuación más baja de lo esperable, podemos sospechar de algún problema en la habilidad (aunque no podríamos afirmarlo, ya que puede deberse a falta de interés, cansancio, nervios, etc.) por lo que se deberían realizar pruebas complementarias que lo confirmen o desmientan.

La torre de Hanoi es una prueba habitual para el estudio de la función ejecutiva.

Estas puntuaciones son lo que llamamos información cuantitativa, ya que muchas veces podemos darle una especie de nota, “cuanto” de bien ha hecho esa persona la prueba que le hemos pasado, por decirlo coloquialmente. Sin embargo, en una valoración cognitiva también obtenemos información cualitativa que es de gran relevancia. Por ejemplo, si la persona continúa haciendo la tarea anterior cuando le presentamos una nueva y necesita muchos intentos para cambiar lo que estaba haciendo debido a las nuevas demandas, podemos pensar en que hay un problema de perseveración (y pasar pruebas objetivas específicas de este problema) o si durante la valoración la persona nos repite 3 veces la misma anécdota como si fuera la primera vez podemos pensar que hay un problema de memoria, por ejemplo. Así pues, tanto la información cuantitativa como cualitativa son importantes a la hora de conocer el estado cognitivo de una persona.

Por otro lado, hay aspectos concomitantes que deben tenerse en cuenta: el estado de ánimo del paciente (sabemos sobradamente que las personas anímicamente deprimidas tienden a obtener peores puntuaciones en estas pruebas debido al desánimo y a la falta de motivación que sienten), el nivel de descanso, la motivación por realizarlas correctamente, algunos medicamentos y condiciones médicas, etc.

Lo más importante que una persona debe tener presente cuando va a realizar una de estas valoraciones es estar tranquilo, manifestarle al examinador los cambios que note en su memoria (o en cualquier otra habilidad mental), tratar de hacerlo lo mejor que pueda y no sentirse asustado, muchas de estas pruebas se asemejan a juegos de mesa.

Realizar una valoración cognitiva a partir de los 70 años de forma más o menos frecuente permite monitorizar cómo es la evolución no solo de nuestra memoria, también de otras capacidades mentales. Junto con un trabajo activo para aumentar la reserva cognitiva , son estrategias para la prevención de problemas como las demencias.

La «vuelta al cole» de las personas mayores

Este lunes es el primero de septiembre, quizá el mes al que más manía se le tiene. Es el mes de volver a la rutina tras el asueto veraniego. Esta vuelta a la normalidad también puede servirnos para replantearnos la rutina que estamos siguiendo y, quizá modificarla si no estamos plenamente satisfechos. Al igual que realizamos los propósitos de año nuevo, no es raro que mucha gente se tome unos minutos para reflexionar sobre cómo es su día a día en estas fechas y decida si continúa con los mismos hábitos o, por la contra, cambia alguno que no le satisface totalmente.

Pese a que las personas mayores son vistas en muchas ocasiones como poco activas o poco implicadas, la verdad no podía ser más distinta. Desde la ayuda que brindan en muchas ocasiones a hijos y nietos (ahora que empieza el cole, la estampa de aguerridos abuelos y abuelas esperando a la salida a sus niños con el bocadillo de la merienda en la mano volverá a repetirse) hasta las ofertas que desde Ayuntamientos y centros vecinales se realizan (clases de memoria, de gimnasia, de manualidades, etc.) vemos como el día a día de los ancianos suele estar lleno de quehaceres y actividades. En pocos años, hemos visto como los ancianos se volvían más asociacionistas, reclamando espacios y actividades que les permitan continuar activos y aprender nuevas cosas.

Es importante que a cualquier edad de vez en cuando nos tomemos unos minutos para reflexionar sobre cuestiones del tipo “¿las actividades que realizo cumplen con mis expectativas?”, “¿hay algo que esté en a mi alcance realizar, me apetezca y no esté haciendo?”, “¿me apetece probar cosas nuevas o estoy satisfecho con las que estoy realizando en este momento?”. En función de las respuestas que demos podremos continuar con nuestro día a día o bien realizar algún cambio.

Este es un buen momento para plantearnos estas cuestiones ya que muchas matrículas de diversas actividades se realizan durante el mes de septiembre. En Valora creemos en un modelo de ancianidad activa y que permita el autodesarrollo de las personas, por eso animamos a toda la gente mayor a que busque qué actividades les gustaría realizar y se animen a probar. El beneficio no solo está en lo obtenido en esas clases (mejorar nuestro estado físico gracias a la gimnasia, trabajar nuestra memoria, aprender nuevas manualidades, etc.) también en las dinámicas positivas que se generan al llevarlas a cabo: salir de casa con regularidad, contar con una obligación que resulte agradable, establecer y mantener nuevas relaciones sociales, etc.

 

Así que nos gustaría aprovechar que empieza septiembre, que empieza el cole para todos, para animar a todos los mayores a que busquen actividades que les apetezca probar. Desde inglés a tango, pasando por gimnasia, informática, memoria o manualidades, nunca es tarde para probar cosas nuevas y para practicar las que ya sabemos.