Astenia primaveral

La primavera se asocia con la llegada del buen tiempo o, al menos, una tregua con respecto al invierno. Esta mejora de la climatología suele animarnos a realizar más actividades, incluidas aquellas al aire libre que las inclemencias invernales vuelven casi imposibles. Poder salir a dar paseos, hacer recados por la calle sin tener que pelearse con el paraguas, pequeños viajes, etc. son actividades más habituales con la llegada del buen tiempo. Sin embargo, para algunas personas, la primavera es sinónimo de cansancio y desmotivación. En los últimos años, se habla cada vez más de la astenia primaveral y son comunes las noticias y artículos desde los medios de comunicación sobre el tema. Las personas mayores, como cualquier otro grupo poblacional también pueden notar los efectos del cambio estacional y, debido a que a veces su estado de salud es más frágil, sentirlo de una forma más marcada.

El término astenia significa cansancio y se considera un síntoma, no una enfermedad en sí. Se puede sufrir astenia por múltiples motivos (por ejemplo, asociada a una infección). Sin embargo, en el caso que nos ocupa, este cansancio se asocia con la llegada de la primavera. La astenia primaveral es pasajera y el malestar que provoca limitado por lo que no hay que confundirla con patologías, que resultan mucho más severas, como el trastorno anímico estacional (englobado dentro de los trastornos del ánimo y que suele mostrar síntomas mucho más incapacitantes y prolongados).

El origen de la astenia primaveral no está identificado totalmente. Se ha vinculado a desregulaciones en el hipotálamo (núcleo cerebral que, entre otras funciones, regula la temperatura corporal, los ciclos de sueño y vigilia, la sensación se hambre y sed) debido a los cambios en las horas de luz, entre otros factores. El hecho de que afecte a unas personas sí mientras otras apenas notan que ha cambiado la estación, parece indicar fuertes diferencias interpersonales.

La astenia primaveral incluye una serie de síntomas que pueden ser vagos o poco precisos. Los principales son la sensación de cansancio que antes se mencionaba, sensación de falta de energía, malestar general difuso, cambios en el estado de ánimo que pueden incluir la irritabilidad, sensación de falta de concentración, falta de apetito, etc.

Para prevenir o “tratar” estos síntomas molestos no hay una fórmula concreta, sino seguir pautas típicas de un estilo de vida saludable: cuidar de que la dieta sea sana y variada (no olvidar el equilibrio necesario entre los diferentes nutrientes para que nuestro cuerpo no sufra carencias), lo que incluye también una correcta hidratación; tratar de mantener una correcta higiene del sueño, esto es, dormir las horas necesarias para sentirnos bien, ni más ni menos, además de cuidar los horarios; realizar ejercicio físico dentro de nuestras posibilidades de forma regular y no descuidar aquellas rutinas que nos hacen sentir bien (disfrutar de la vida social, las aficiones, etc.). Por contra, hay una serie de hábitos que se deben evitar: el consumo de tóxicos (alcohol, tabaco y otras drogas), auto-medicarse (si la sensación es muy incapacitante o molesta es recomendable acudir al médico y no tomar fármacos por nuestra cuenta) o abusar de las horas de sueño (contrariamente a lo que se piensa, dormir mucho no hace que uno se sienta más descansado).

En todo caso, si el malestar se prolonga más allá de unos días o resulta difícil de sobrellevar, es bueno consultar con un profesional que nos indique si hay alguna pauta concreta que se pueda adoptar para mejorar la situación.

 

 

Alimentación: información al consumidor

En nuestro blog nos gustaría contar con diferentes profesionales que nos hablen de temas importantes para todos, incluídos los mayores. Hoy estrenamos una nueva sección, se trata de estas colaboraciones.

La inauguración corre a cargo de Jacinto Ramos Echániz, doctor en Veterinaria, licenciado en Tecnología de los Alimentos y Nutrición, que en una serie de artículos sobre alimentación y los alimentos nos va a explicar diferentes aspectos que resultan relevantes en nuestra faceta de consumidores. Esperamos que sea de vuestro interés.

La legislación europea establece que todos los alimentos envasados tienen que tener una etiqueta, rótulo o collarín con unas indicaciones obligatorias, con el fin de que el consumidor tenga una información correcta, y que esta no induzca a error. Además, el fabricante puede incluir información voluntaria, (dibujos, anagramas, promociones de venta, etc.). La correcta información al consumidor afecta tanto al etiquetado obligatorio del alimento como a la información complementaria que el industrial proporcione al consumidor (anuncios en revistas, televisión, etc.).

En general, la única forma de relación entre el fabricante y el consumidor es a través de la etiqueta, por lo que estas suelen tener dibujos y colores atrayentes, pero a veces la información que contiene no es suficientemente clara o se insinúan características que el alimento no posee, con el fin de incrementar las ventas. Por ejemplo un agua mineral-natural se publicitaba como «el agua que no engorda»; por definición el agua no puede engordar ya que no la transformamos en  grasa, por lo que este etiquetado induce a error. El industrial tuvo que eliminar del etiquetado esta indicación finalmente.

Últimamente está de moda la «alimentación sana, natural, sin aditivos, etc.». Es frecuente ver alimentos que se etiquetan indicando que no poseen un determinado componente, cuando este no tiene por qué estar en el alimento. Por ejemplo, sabemos que la leche es el producto natural obtenido del ordeño de las hembras domésticas. Esta leche de forma natural no contiene harina de trigo (por tanto, no contiene gluten); sin embargo se comercializan leches  con la indicación «sin gluten», lo que podría generar cierta confusión sobre si las otras marcas sí contienen este elemento.

Aunque hay excepciones, la información del etiquetado de un alimento debe contener:

Denominación de venta del alimento: el consumidor debe saber qué está comprando.

Lista de ingredientes completa y en un idioma comprensible para la mayoría de la población donde se va a comercializar.

Sustancias alergénicas (por eso ahora es común encontrar en los envases indicaciones como “puede contener trazas de cacahuetes”)

Fechas de caducidad o de consumo preferente (en otro artículo abordaremos la diferencia entre ambas)

Peso o volumen

Razón social del elaborador o del distribuidor

Lote

Sistema de conservación

País de origen

Sistema de elaboración

Grado alcohólico

Información nutricional

La legislación que regula el etiquetado (Reglamento CEE 1169/2003) tiene ciertas lagunas que pueden ser aprovechadas por el industrial, que sin poner en riesgo la salud del consumidor, sí le pueden inducir a error, por ejemplo no estar claro el país de origen de un alimento, información con una letra casi ilegible, etc.

Es conveniente saber leer una etiqueta para poder realizar la elección del alimento que más nos interese, especialmente en aquellos casos en los que la persona tiene necesidades especiales que cubrir o deba seguir dietas concretas (bajas en grasas, sin alcohol, etc.)

En sucesivas entradas iremos abordando diferentes aspectos sobre el etiquetado de los alimentos y diferentes aspectos a tener en cuenta en nuestra alimentación.

Recomendación de marzo

Aunque con unos días de retraso, no podíamos olvidar las correspondientes recomendaciones de marzo. En este caso, me gustaría compartir con vosotros dos recursos que pueden resultar de gran utilidad. En primer lugar, me gustaría recomendaros el artículo “¿Previene la actividad intelectual el deterioro cognitivo? Relaciones entre reserva cognitiva y deterioro cognitivo ligero” firmado por Cristina Lojo-Seoane, David Facal y Onésimo Juncos-Rabadán, publicado en la Revista Española de Geriatría y Gerontología (esta es la cita completa: Lojo-Seoane, C., Facal, D., & Juncos-Rabadán, O. (2012). ¿Previene la actividad intelectual el deterioro cognitivo? Relaciones entre reserva cognitiva y deterioro cognitivo ligero. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 47(6), 270-278. https://doi.org/10.1016/j.regg.2012.02.006)

Pese a tratarse de un artículo científico su lectura es sencilla y aborda dos temas que solemos tratar en este blog: la reserva cognitiva y su relación con el deterioro cognitivo. Este artículo puede resultar de especial interés para profesionales sanitarios (médicos, personal de enfermería y fisioterapia, terapeutas ocupacionales, logopedas, psicólogos, etc.) que quieran introducirse en ambos conceptos.

La segunda recomendación que os quiero hacer llegar son los vídeos de gimnasia para mayores publicados por Cruz Roja. Los ejercicios están pensados para fortalecer a las personas mayores en aquellos aspectos que más se deterioran con el paso de los años: postura, equilibrio, marcha, etc. Estos ejercicios pueden resultar especialmente útiles en un clima como el nuestro, que nos obligar a pasar tantos días encerrados en casa.

Espero que ambas recomendaciones sean de vuestro interés y de utilidad.