Recomendación Mayo

En el último día del mes de mayo os traigo la recomendación correspondiente.

En este caso, se trata de la obra de un gran divulgador científico: Oliver Sacks. Creo poder afirmar que todos aquellos que tenemos interés en el cerebro, la neurología, la neuropsicología o la psiquiatría hemos disfrutado enormemente de su obra. Oliver Sacks fue un reconocido neurólogo que escribió al menos 14 obras de divulgación científica sobre la neurociencia.

Una de las formas de poder entender cómo funciona el cerebro humano es acercarnos a los problemas cuando hay una lesión. Si una persona ha recibido un fuerte golpe en la zona occipital y como consecuencia deja de ver, podemos sospechar que la capacidad de procesar visualmente estímulos se aloja en esa zona. Y eso es precisamente lo que nos enseñan algunos de sus libros, como “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” o “Un antropólogo en Marte” donde el autor nos muestra el día a día de pacientes con diversas lesiones cerebrales y de cómo esas lesiones modifican la capacidad de procesar el mundo de una forma normal.

Si bien toda su obra es un auténtico regalo, para los amantes de la música parece indispensable “Musicofilia” donde Sacks trata de adentrarnos en ese fascinante mundo que es la música y el cerebro.

Sus libros se caracterizan por ser amenos, de fácil lectura, no es necesario tener una base previa para entenderlos; todo lo contrario, pueden ser la forma de comenzar a sentir curiosidad por el apasionante mundo de la neurociencia.

Espero que os animéis a su lectura y que las disfrutéis tanto como lo hice yo.

Los cambios cognitivos en la ancianidad

Uno de los motivos más habituales de consulta en geriatría (y en otros servicios, como neurología) es el deterioro cognitivo que además es uno de los aspectos que más preocupa en cuestiones de salud tanto a las personas mayores como a sus allegados. Se denomina deterioro cognitivo a la pérdida de eficacia de las habilidades mentales (lenguaje, velocidad de procesamiento, memoria, atención, etc.) que muestran un rendimiento peor. Este deterioro puede ser de diverso grado, desde muy leve a muy notorio.

Como se ha comentado otras veces en este blog, a medida que cumplimos años, las habilidades mentales cambian y modifican su funcionamiento. Algunas, como la capacidad de concentración, se ven limitadas (constando más realizar las mismas tareas); otras, por el contrario, aumentan en su rendimiento (como ocurre con la inteligencia cristalizada, que podría equipararse a la sabiduría, pues esta no deja de crecer durante toda nuestra vida). Estos cambios en el rendimiento de las capacidades mentales suelen ser percibidos por la persona como mermas, sintiendo en ocasiones que “mi cabeza ya no es lo que era”. Estos cambios pueden provocar que el anciano (y no tan anciano, no son raras las consultas en personas jóvenes, de 50 ó 60 años que se preocupan por este tema) consulte al médico por miedo a encontrarse en las fases iniciales de una demencia.

Es importante señalar que la mayoría de personas mayores no sufren demencia, aunque puedan presentar un deterioro cognitivo de baja intensidad que se considera normal o benigno (para diferenciarlo del patológico). Este deterioro normal es que el ocurre por el mero hecho de envejecer, siendo el enlentecimiento uno de los aspectos más llamativos y comunes. Al igual que otros órganos (como el corazón o los ojos) se vuelven menos eficientes con la edad, el cerebro también nota el devenir del tiempo, modificando su funcionamiento cotidiano. Sin embargo, la presencia de este deterioro no es signo de que la persona vaya a desarrollar una demencia o a “perder la cabeza”. Es muy importante tener esto presente a fin de disminuir la ansiedad que pueda sentir la persona.

Aun con todo, es aconsejable consultar al médico siempre que la persona note cambios en su cognición, especialmente para descartar problemas graves y así quedarse tranquila. Si bien se suele asociar la aparición de demencia con pérdidas de memoria, esta no solo se presenta así. En algunas ocasiones, lo primero que muestra la persona es una marcada dificultad para encontrar las palabras y mantener una conversación fluida aunque hay que tener presente que por encima de los 50 años, la mayoría de las personas dicen notar este fenómeno (el fenómeno de la punta de la lengua), por lo que aunque alguien pueda sentir esta dificultad no implica necesariamente que exista una enfermedad detrás. En otras ocasiones, más que el propio mayor es el entorno quien nota cambios en la personalidad del anciano (por ejemplo, alguien que era muy tranquilo muestra reacciones beligerantes o inquietud). Nuevamente hay que tener presente que hay muchos factores que pueden provocar estos cambios y no todos pasan por enfermedades. La falta de motivación y ganas de hacer cosas que antes disfrutaba realizando también pueden ser una señal de que algo está cambiando, aunque igual que en los ejemplos anteriores, esto no indica de por sí que haya una demencia.

Una forma de reducir el miedo a padecer una demencia es consultar al médico de cabecera, puesto que conoce nuestro historial y perfil. Además, si lo considera oportuno, realizará pruebas diagnósticas que podrán dirimir si estos cambios percibidos son fruto del simple paso del tiempo o detrás podemos encontrar alguna patología (no hay que olvidar que una simple anemia o infección de orina pueden tener un fuerte impacto sobre la capacidad mental de las personas que, una vez superado el episodio vuelve a su estado inicial).

En conclusión, con la edad nuestras capacidades mentales van a sufrir modificaciones. En algunos casos, estas modificaciones pueden percibirse como pérdidas de eficiencia. Sin embargo, no debemos equiparar estos cambios con enfermedades, puesto que son cosas diferentes. En caso de duda, siempre es bueno solicitar ayuda al médico, así como realizar una evaluación cognitiva que nos ayude a saber el origen de los cambios que percibimos en nuestra mente.

Adaptación del entorno I

En la actualidad se habla cada vez más de adaptar los espacios, especialmente los públicos y comunes, para que sean accesibles para todas las personas, sobre todo a aquellas con diversidad funcional. El envejecimiento, en muchas ocasiones, trae aparejado una modificación de los comportamientos y capacidades en las personas. Así, la disminución en la agudeza de los sentidos, disminución del equilibrio o el enlentecimiento, que no se consideran aspectos patológicos si no simple consecuencia del mero paso del tiempo, condicionan la movilidad de muchos ancianos. Estos cambios que ocurren en la ancianidad modifican la forma en que las personas mayores interactúan con el entorno, lo que implica que este no siempre es adecuado para ellos. Algunas barreras, como escaleras, bordillos altos o letreros con la letra pequeña, impiden que las personas mayores puedan moverse por los distintos entornos sin dificultad.

Sin embargo, esto no ocurre solo en los espacios públicos, en algunas ocasiones, el propio domicilio presenta barreras arquitectónicas que impiden que la persona mayor pueda moverse con comodidad y facilidad. Siempre se ha dicho que los accidentes tienen más probabilidades de ocurrir en el propio hogar y esto es especialmente cierto en el caso de los ancianos. En nuestra casa solemos confiarnos y no tener especial cuidado, lo que puede propiciar que nos llevemos un susto.

Por todo esto, resulta apropiado que el hogar se vaya adaptando a nuestras necesidades a medida que cumplimos años. En la actualidad, la mayoría de viviendas de nueva construcción ya salvan muchas de estas barreras (eliminando escaleras en las zonas de acceso como el portal, teniendo ascensores que permiten la entrada de sillas de ruedas,  contando con duchas a ras de suelo en los baños, etc.) pero esto no ocurre en viviendas antiguas que, en muchas ocasiones, presentan graves impedimentos a todas aquellas personas que presenten diversidad funcional, no solo derivadas de la edad.

Algunas de las medidas que se deben tomar para adaptar el hogar implican realizar obras (como puede ser modificar el baño para cambiar la bañera por una ducha o cambiar las puertas para que pueda caber una silla de ruedas). Pero en otros casos, son pequeñas modificaciones que no implican una obra y que pueden ayudar a que el día a día de las personas ancianas sea más sencillo y, sobre todo, más seguro. Estas adaptaciones siempre dependerán de las necesidades de la persona y su estado general de salud. Por ejemplo, aquellas personas que tengan problemas de movilidad (problemas de equilibro, problemas en la marcha, etc.) deberían retirar de su casa alfombras o felpudos, pues es fácil tropezar con ellos y caerse. También resulta importante eliminar objetos decorativos en zonas de paso, a fin de que estas resulten amplias y cómodas. Además, deberán poner especial cuidado en zonas donde el firme pueda ser resbaladizo (como en el baño) poniendo si es necesario, pegatinas antideslizantes.

El mobiliario también deberá modificarse en algunos casos. Por ejemplo, aquellas personas que presenten mayores dificultades para levantarse de asientos o de la cama, pueden emplear calzas en las patas para aumentar la altura de la cama, sillones o sillas (se venden en ortopedias y tiendas especializadas). Además, se comercializan unas especiales que se ajustan a las tazas del urinario para facilitar tanto el sentarse como el levantarse.

En los sucesivos artículos abordaremos otras pequeñas adaptaciones que se pueden realizar en el hogar de forma sencilla.