Sexualidad en la tercera edad

Hay ciertas facetas que nos acompañan desde el momento del nacimiento hasta la muerte. Una de ellas es la sexualidad. Si bien el siglo XX fue el siglo de la revolución sexual, quedan aún muchos tabúes y mitos por derribar. Uno de ellos, sin lugar a dudas, es la sexualidad durante la ancianidad.

Gran parte de la población piensa, erróneamente, que las personas mayores no tienen deseo sexual o no disfrutan por igual del sexo. Si bien la sexualidad es diferente en las distintas etapas que una persona atraviesa a lo largo de su vida, siempre está presente. Dicho de otro modo, puede que a los 80 no haya la misma elasticidad que a los 20, pero sí puede haber el mismo deseo.

El envejecimiento sano lleva parejo una serie de cambios que afectan directamente a la vida sexual de las personas. El primero que nos puede venir a la mente, por ser el más obvio, es la menopausia, ya que a partir de este momento, las mujeres no pueden quedar embarazadas. Además de los cambios puramente físicos (puede aparecer menor lubricación, menor elasticidad de las paredes vaginales, disminución del deseo sexual por motivos hormonales, etc.) hay que pensar que este proceso tiene un impacto psicológico en las mujeres que lo viven. Algunas pueden verse liberadas del miedo a un embarazo no deseado, lo que puede llevar a que tengan una actitud más relajada y positiva frente al sexo. Otras, sin embargo, pueden sentirse menos atractivas o menos a gusto con su cuerpo, lo que les puede causar una disminución del deseo sexual. En cuanto a los hombres, deberemos hablar de la andropausia, una especie de menopausia masculina debido a los cambios hormonales, entre ellos los cambios de la testosterona. Obviamente, es más difícil poder marcar su presencia, puesto que no se cuenta con indicadores tan claros como en las mujeres. Sin embargo, al aumentar la edad algunos hombres tienen dificultades para lograr y mantener la erección, problemas para alcanzar el orgasmo o puede ocurrir que lo tengan precozmente, disminución de la libido, etc.

A los factores debidos exclusivamente al envejecimiento debemos sumar el impacto que ciertas patologías (como la depresión, problemas reumatoides, problemas de movilidad, etc.) o el consumo de medicamentos tienen en las relacionas sexuales durante la vejez. Además, el factor social es importante y puede tener repercusiones negativas. Muchas personas mayores son viudas o se encuentran en situación de aislamiento. Por otro lado, la sexualidad en la tercera edad continua siendo una mezcla entre tabú y motivo de mofa en la sociedad, lo que hace que algunas personas mayores se sientan coartadas a la hora de buscar pareja, por ejemplo.

Aun con todo, debemos tener presente que la mayoría de problemas físicos y psicológicos que pueden surgir a causa del envejecimiento cuentan con algún tipo de abordaje terapéutico. Desde el uso de lubricantes a técnicas de control de la eyaculación, disponemos de un gran abanico de ayudas que se traducen en una mayor salud y disfrute sexual. Por supuesto, todo el mundo pensará también en fármacos que se han desarrollado para poder lograr y mantener la erección.

Uno de los problemas más graves en relación a la sexualidad en la tercera edad es el hecho de que las personas que en este momento son ancianas crecieron sin apenas educación sexual. Esto provoca que mantengan conductas negativas hacia el sexo o tengan creencias erróneas. Sin ir más lejos, el uso del preservativo es algo a lo que muchos mayores no están acostumbrados, ni tan siquiera familiarizados. Porque si bien el riesgo de embarazo puede no estar presente, las enfermedades de trasmisión sexual no entienden de edad. Tampoco es raro encontrarse con mujeres mayores que han tenido una vida sexual bastante reprimida e insatisfactoria, debido a la educación que recibieron, y que se muestren reacias a cualquier tipo de consideración sexual.

Por otro lado, no debemos entender la sexualidad sólo como el mero coito. El sexo puede representar mucho más que un mero intercambio de fluidos satisfactorio. Es una forma de mostrar afecto, intimidad, compromiso, ternura, etc. Muchas personas mayores que viven en pareja dicen tener encuentros sexuales plenamente satisfactorios pero que son diferentes a los que tenían en edades más tempranas. El sexo puede no girar tanto en torno a la penetración o consecución del orgasmo y estar más centrado en la ternura, las caricias, besos o abrazos.

Es importante que la sociedad en general y, especialmente, los profesionales que trabajamos con personas mayores, dejemos atrás conductas paternalistas, en las que creemos que los mayores no tienen deseo, no sienten necesidades sexuales o no disfrutan de ellas, para poder abordar el tema con naturalidad, proporcionando la información adecuada y mostrando el respeto debido.

Las personas mayores deben sentirse libres de explorar y disfrutar de su sexualidad beneficiándose del derecho a la libertad y a la educación que cualquier ciudadano posee.

 

El chantaje emocional II

En la entrada anterior hablamos de qué es el chantaje emocional y algunos ejemplos de cómo puede manifestarse en el entorno comunicativo de las personas mayores. En el artículo de hoy trataremos de desglosar una serie de pistas para detectar este tipo de comunicación perniciosa, así como dar alguna idea para su manejo de una forma más funcional.

Cuando en una relación (familiar, conyugal, amistosa, etc.) una de las partes siente que debe plegarse siempre a los deseos del otro, puesto que en caso contrario será objeto de reproches y comentarios destinados a hacerle sentir mal; cuando se observa que una de las partes apela constantemente a motivos emocionales y no tanto racionales para expresar sus demandas y necesidades; cuando cedemos a llevar a cabo conductas que no queremos realizar y nos sentimos mal tanto si lo hacemos como si no lo hacemos, es posible que estemos ante un chantaje emocional.

En estas circunstancias, puede ser positivo pedir la opinión de un tercero neutral que juzgue si las demandas de la otra persona son lógicas, y somos nosotros los que no nos estamos comportando correctamente o no estamos entendiendo el origen de las mismas, o si son abusivas y no tienen fundamento, siendo  lógico que nos creen malestar.

Una vez que somos conscientes de que estamos siendo chantajeados emocionalmente, es importante, en primer lugar, no dejarse llevar ni por el enfado ni por sensaciones como la culpa. Es fundamental tratar de poner atención en la comunicación para detectar las demandas abusivas así como las argumentaciones chantajistas que las acompañan, para poder hacerlas explícitas y comunicarle a nuestro interlocutor que consideramos injusta la petición o la conducta de apelar a emociones negativas para conseguir sus deseos. Es fundamental guardar la calma y no entrar en la rueda de los reproches; simplemente hacerlo saber de una forma calmada, serena, pacífica y conciliadora. Puede ocurrir que la persona que realiza el chantaje no sea consciente de ello, ya que puede suceder que tenga ese tipo de comunicación instaurada como hábito o porque al tener muchos deseos de que ocurra lo que demanda, se deje llevar y aluda a motivos no racionales. El hecho de expresarle de un modo tranquilo, conciliador y dialogante que creemos que sus peticiones no pueden ser satisfechas y que el hecho de aludir a emociones negativas solo consigue aumentar nuestro malestar, puede servir para que la persona desista en usar ese tipo de comunicación. Expresar cómo nos sentimos cuando somos víctimas del chantaje también es importante.

Puede ocurrir que seamos nosotros los que estamos empleando este tipo de comunicación sin ser conscientes de ello. En este caso, si alguien nos señala que así lo estamos haciendo, es bueno que tratemos de meditar sobre ello, tratando de ser justos con nuestro interlocutor y no enrocándonos en nuestras posiciones o peticiones, ya que podrían estar siendo injustas.

La comunicación asertiva, de la que hablaremos con más calma en una futura entrada, aquella que busca expresar las necesidades y deseos de un modo racional y sin dañar a otros, es una buena arma para luchar contra este tipo de conductas perniciosas que afectan negativamente tanto a quien las realiza como a la persona a la que van dirigidas.

El chantaje emocional I

Comúnmente, llamamos chantaje emocional a un tipo de comunicación que se basa en la manipulación de una persona hacia otra en base a emociones que pueden resultar negativas, como puede ser la sensación de deuda, la culpa, el miedo, etc. e incluso abusando de otras positivas como la gratitud o la compasión. En este sentido, una persona aludiría a este tipo de emociones para manipular la conducta de su interlocutor y así obtener lo que quiere de él aun cuando el chantajeado no esté conforme con sus peticiones.

Habitualmente, las personas que emplean el chantaje emocional para conseguir manipular a otros aluden a desagravios reales o figurados, deudas morales, deberes, obligaciones, favores pasados o tratan de apelar a la compasión y la lástima. Esto provoca que el interlocutor tenga una sensación desagradable y, para resolverla o disminuirla, termine haciendo lo que el chantajista ha solicitado, con el fin de sentirse mejor, aunque no esté de acuerdo con lo que hace (y acatar las peticiones también le pueda causar malestar).

En las relaciones con las personas mayores, como en las de cualquier otro grupo poblacional, se puede observar este tipo de comportamientos, tanto de los ancianos a su entorno como al contrario. En el primer caso, se da cuando el anciano hace sentir culpable, desagradecido, pasota, etc. a alguien de su entorno con el objetivo de conseguir algo de esa persona (normalmente, que realice una acción que no quiere llevar a cabo). Algunos cuidadores y familiares de personas mayores expresan su malestar por este tipo de comportamientos ya que producen tensión y angustia. En estos casos, ante su negativa de hacer algo, la persona anciana echaría en cara situaciones del pasado, abusos o injusticias, apelaría a lazos familiares, obligación moral, antiguos favores no cobrados, etc. consiguiendo así que el interlocutor se vea forzado a ceder ante la petición del mayor con tal de disminuir el malestar que siente.

Sin embargo, los ancianos también pueden ser víctimas de este comportamiento negativo. Por ejemplo, puede ocurrir que algunos familiares apelen al parentesco, los vínculos de sangre, la obligación de cuidar de “los suyos”, etc. para conseguir ayuda económica. Otro ejemplo sería cuando se hace una lista detallada de las supuestas molestias que pueda causar el anciano para así solicitarle algún tipo de contraprestación o favor, con la que el anciano no está en principio de acuerdo. Obviamente, esto hace sentir mal a la persona mayor, que claudicaría ante las peticiones de su interlocutor, aunque sean abusivas o desmedidas y pudiéndole hacer sentir frágil e indefenso.

El chantaje emocional es un tipo de comunicación perniciosa, puesto que, si bien puede servir para conseguir que otros hagan lo que queremos, genera malestar y frustración en nuestros interlocutores, por lo que, a la larga la relación se puede enranciar e incluso romper; además, se crean dinámicas negativas tanto en la comunicación como en las emociones de las personas implicadas.

El primer paso para evitar esta conducta es ser conscientes de que la estamos llevando a cabo o bien de que la están empleando para manipularnos; ya que una vez identificada es más fácil poder manejarla y contrarrestarla de una forma racional, asertiva y que resulte positiva para todas las personas involucradas.

Incontinencia urinaria

En algún momento de nuestra vida todos hemos pasado por situaciones incómodas: que se nos vea la ropa interior, estornudar con tan mala suerte de expulsar mucosidad, eructar sin pretenderlo, etc. No es necesario ahondar mucho porque, como digo, todos tenemos al menos un momento incómodo que podríamos contar.

Los estudios varían, pero señalan que entre el 30 y el 50% de la población  mayor de 65 años presenta un problema de incontinencia urinaria (siendo coincidentes en señalar que este problema afecta más a mujeres que a hombres). Las causas son variadas, desde problemas fisiológicos a efectos secundarios de diversas medicaciones. En todos los casos es importante abordar el problema con el médico, quién podrá establecer qué patrón terapéutico es más apropiado (existen diferentes intervenciones para este problema).

Además de ser un problema médico, es un tema espinoso del que apenas se habla y que causa un gran malestar entre las personas que lo padecen, llegando a ocasiones problemas psicológicos como retraimiento social, aislamiento, ansiedad, etc. Por ello es importante que los profesionales sanitarios conciencien y sensibilicen sobre el problema a la población general. Como decíamos antes, existen múltiples tratamientos, además de sistemas que pueden ayudar a manejar el problema (como ropa adaptada que absorve las pérdidas y cuyo aspecto es discreto y cómodo). Pero mientras se produce la mejoría, la situación es muy violenta para quién la padece. Uno de los principales motivos por los que las personas mayores acortan o reducen el número de salidas al exterior del domicilio es el miedo a sufrir una pérdida de orina. Esto les limita a la hora de realizar sus actividades cotidianas y en el desarrollo normal de las relaciones sociales. Para una persona adulta, que hace años que domina su cuerpo, sufrir una situación así puede resultar vergonzoso, humillante, agobiante, frustrante…

Existen una serie de pautas que pueden ayudar a manejar este problema fuera del domicilio. Por ejemplo, acordarse siempre de ir al baño antes de salir de casa (que algo tan básico, a veces con las prisas, puede no realizarse), llevar ropa que facilite el desvestirse rápido (no llevar botones pequeños, ni cierres de difícil manejo, sustituir los pantis por medias, usar cintura elástica en lugar de cinturón, etc.), cuando se vaya a un lugar nuevo localizar los lavabos antes de necesitarlos o llevar una muda en el bolso son cosas que ayudan a ganar tiempo y a hacer frente al problema fuera del hogar.

Otro peligro asociado a la incontinencia urinaria es que la persona afectada decida beber menos cantidad de líquido, a fin de no tener ganas de orinar. Esto puede resultar peligroso ya que, en muchas ocasiones, las personas mayores tienen la sensación de sed atenuada, lo que les lleva a beber menos. Si a esto añadimos que conscientemente se prive de beber, se puede dar como resultado la deshidratación.

Por último, es importante que desde la sociedad nos mostremos respetuosos y comprensivos con esta situación (que no sólo afecta a personas mayores). Los chistes, las miradas reprobatorias, las recriminaciones no solo no ayudan a mejorar la situación; todo lo contrario, la empeoran. Hay que acordarse de que situaciones incómodas las hemos vivido y las viviremos todos y un poco de empatía nunca está de más.

Un breve apunte sobre alcohol y la mente

La semana pasada contábamos con la aportación del Dr. Jacinto Ramos Echániz explicando cómo debe ser el etiquetado de los productos que contienen alcohol (puedes consultar el post aquí) y qué peculiaridades encierra esta norma.

En el post de hoy abordaremos los efectos que esta sustancia tiene sobre el cerebro y la cognición. En los últimos años, debido a los resultados de algunos trabajos de investigación, se ha extendido la idea de que el consumo de alcohol puede reducir riesgos cardio-vasculares (el famoso vasito de tinto en la comida que resultaría positivo para nuestra salud). Si bien puede ser cierto que el vino tinto aporte sustancias beneficiosas, también lo es que esas sustancias podemos encontrarlas en otros alimentos que no contengan alcohol. Porque, si bien el consumo de alcohol está ampliamente extendido y aceptado a nivel social, no debemos olvidar que se trata de una droga y que tiene efectos muy perjudiciales para nuestra salud. Además, esos efectos negativos aparecen incluso en personas que no realizan un consumo abusivo del mismo, sino que también pueden aparecer en consumos moderados.

Debemos tener presente que el uso y abuso del alcohol causa perjuicio a la persona que lo consume en su salud física, psicológica y social. A nivel físico existen diversas patologías que pueden aparecer (diferentes cánceres, problemas hepáticos, problemas digestivos, etc.). Además, el entorno social de la persona que consume o abusa del alcohol también puede verse afectado, ya que está relacionado con el aumento de violencia y situaciones de maltrato. Sin embargo, nos centraremos en los efectos que el alcohol tiene a nivel psicológico. Hay que diferencias los efectos que tiene el consumo inmediatamente después de realizarlo y los efectos a largo plazo.

Entre los 5 y los 45 minutos después del consumo de alcohol se pueden sentir sus efectos, entre los que se encuentran la desinhibición (lo que aumenta la posibilidad de llevar a cabo conductas de riesgo); disminución de las capacidades cognitivas, sensoriales y motoras; pérdida de equilibrio y vértigo; pérdida de conciencia (pudiendo llegar al coma en casos de intoxicaciones muy fuertes); disminución del rendimiento sexual y alteraciones en los patrones de sueño (entre otros).

La mayoría de estos efectos se ven superados una vez el cuerpo metaboliza la sustancia; sin embargo, cuando se realiza un consumo continuado o abusivo de forma de reiterada se pueden producir daños de larga duración o permanentes, llegando a ser en algunos casos irreversibles. Entre los más destacados podemos citar la aparición de trastornos mentales (como depresión o psicosis), neuropatías, demencia alcohólica (además de agravar otras, como la demencia frontotemporal o la vascular, por ejemplo), daño cerebral adquirido, problemas de memoria y aprendizaje.

Los adultos debemos de ser capaces de cuidar de nosotros mismos. Obviamente, es imposible (o francamente difícil y aburrido) llevar una vida 100% sana, pues a todos nos gusta comer lo que no debemos o tenemos hábitos poco saludables como comer en exceso, el sedentarismo, el tabaquismo, etc. Lo importante es saber que estos hábitos son perjudiciales para nuestra salud, que pueden acarrear problemas graves y actuar en consecuencia y con responsabilidad.

Envejecimiento primario vs. secundario

Empezamos el año abordando una cuestión que a veces resulta compleja: ¿de qué hablamos cuando nos referimos al envejecimiento primario y secundario?

El envejecimiento primario es aquel que responde al paso del tiempo. Por tanto, tiene una base biológica y acontece en todos los seres vivos (desde plantas a animales). Este envejecimiento hace referencia al efecto que tiene el transcurrir del tiempo sobre los organismos vivos. Actualmente, se habla de la genética como la responsable del mismo.

El envejecimiento secundario es el que responde a los efectos de la conducta y el ambiente sobre el organismo. Quizá resulta más complejo de entender, pero creo que la siguiente fotografía, vía The Guardian, puede ejemplificarlo a la perfección:

Este hombre pasó 28 años trabajando con un camión de reparto. Si nos fijamos vemos claras diferencias entre el lado derecho y el izquierdo de su rostro. El lado derecho parece mucho más joven puesto que sobre él ha incidido menos la luz solar. En el lado izquierdo del rostro podemos observar el efecto de la radiación solar en la piel y cómo contribuye al envejecimiento secundario de la misma.

¿Por qué es importante diferenciar entre ambos tipos de envejecimiento? Resulta crucial porque mucha gente cree que la ancianidad es un periodo de enfermedad, decaimiento, pérdidas cognitivas, etc. debido al hecho en sí de envejecer. Sin embargo, en muchas ocasiones, estos problemas de salud no provienen del mero paso del tiempo, sino del estilo de vida de la persona. Vaya, que si el cuerpo las hace, el cuerpo las paga. Por eso es fundamental cuidarse durante todo el ciclo vital, no sólo para gozar de buena salud en ese momento concreto, sino para prevenir problemas evitables durante la ancianidad. Pensemos que si la simple exposición a la luz puede acentuar de forma tan notoria el envejecimiento, otros hábitos como el tabaquismo, el consumo de alcohol, mala alimentación, sedentarismo, mala higiene del sueño, etc., no sólo tendrán repercusiones estéticas, sino que tendrán consecuencias sobre nuestro estado de salud general, influyendo tanto en la esperanza de vida como en la calidad de esta.

Acordaos de esta foto cada vez que sintáis que no os estáis cuidando lo suficiente y recordad que la salud es tan valiosa que no se puede comprar.

Los propósitos de Año Nuevo

Ahora que acaba el año es muy común que nos tomemos un tiempo para reflexionar sobre el que dejamos atrás, por nuestros hábitos y por cómo nos gustaría cambiar algunos aspectos de nuestra vida; así surgen los tan populares propósitos de año nuevo. Lo más común es que hagamos una lista larga, poco específica y sin una idea clara de cómo llevarlos a cabo. Por ejemplo, nos propondremos dejar de fumar, aprender un idioma, bajar peso, visitar más a la familia, etc. Como todos sabemos, la inmensa mayoría de estos propósitos son olvidados antes de febrero y en muy pocas ocasiones logramos cumplirlos.

¿Por qué ocurre esto? Pues como señalábamos antes, para empezar porque nos proponemos muchos cambios y como reza el refrán quien mucho abarca, poco aprieta. Es mejor centrarse en uno o como mucho, dos aspectos que queramos mejorar que plantearnos un montón de cosas que después nos será imposible cumplir.

Además, es importante no sólo saber qué queremos cambiar, también debemos pensar en el cómo. Si quiero aprender inglés deberé pensar si lo haré mediante clases presenciales (y de ser así, a qué academia o con qué profesor lo haré) o con una aplicación o curso a distancia, cuánto tiempo a la semana le voy a dedicar, cómo voy a complementar las clases, qué puedo hacer para practicar más, etc.

Es aconsejable que busquemos cosas que realmente nos motiven, sin dejarnos llevar por la inercia del resto. Deben de ser aspectos que creemos que van a mejorar nuestra salud, nuestra calidad de vida, en definitiva, nuestra felicidad.

Al hacer esta revisión de nuestro año, que no deja de ser una reflexión sobre nuestra vida, a veces podemos sentirnos frustrados, nostálgicos, decepcionados con nosotros mismos. Esto suele pasar porque nos fijamos más en aquellas metas que no hemos cumplido, en los aspectos negativos de nuestro día a día que en las cosas buenas. Y, normalmente, suele haber un poco de todo. Puede que este año no hayamos conseguido mantener un peso saludable pero quizá sí hayamos conseguido pasar más tiempo con la familia. Es importante que pongamos sobre la mesa no sólo lo malo, también lo bueno. La autocrítica debe ser justa, debe prestar atención a los aspectos negativos y a los positivos.

Y esto es igual para todos, independientemente de nuestra edad. Así, os animo a que estrenéis el año 2018 con un nuevo propósito que consigáis cumplir y que os haga ser más felices.

¡Feliz año nuevo a todos!

El ejercicio físico y la mente activa

Dicen que quien mueve las piernas mueve el corazón. Esta máxima trata de recordarnos lo saludable que resulta el ejercicio físico para nuestra salud cardiovascular. Sin embargo, el ejercicio físico no sólo resulta positivo para nuestro cuerpo, también lo es para nuestra mente.

Desde hace algún tiempo se sabe que el hecho de realizar ejercicios aeróbicos (aquellos que implican un aumento de la frecuencia cardiaca y del consumo de oxígeno, como por ejemplo caminar, nadar o bailar) resulta positivo para el rendimiento cognitivo, es decir, para nuestra capacidad mental. Esto se debe a que cuando realizamos este tipo de ejercicios se liberan determinadas sustancias que resultan beneficiosas a nivel celular en nuestro cerebro, ayudándolo a permanecer activo y en un buen nivel de rendimiento.

Por otro lado, las personas que realizan ejercicio físico de forma regular tienen un riesgo menor de sufrir accidentes cerebro-vasculares, lo que reduciría el riesgo de padecer ciertas afecciones (como el daño cerebral adquirido tras un ictus) que reducen nuestra capacidad cognitiva y pueden llevarnos a un estado de dependencia.

Además, las personas que realizan ejercicio con cierta regularidad tienden a mostrar un mejor estado de ánimo y una autoestima mayor, lo que impacta favorablemente en la forma en que se relacionan con los demás, en la sensación de bienestar general y en la salud psicológica. Con respecto a esto último, es sabido que realizar ejercicio físico ayuda a mantener un buen estado de ánimo, disminuyendo la sensación de ansiedad y reduciendo los niveles de tristeza que podamos sentir.

Es cierto que algunas patologías que tienen mayor incidencia en la vejez pueden limitar el ejercicio físico que la persona pueda realizar (por ejemplo, en el caso de personas mayores con movilidad reducida o en casos donde patologías como reuma hagan doloroso el movimiento). Aun con todo, siempre podremos consultar con nuestro médico o pedir asesoramiento a un fisioterapeuta para que nos indique qué ejercicios podemos llevar a cabo para realizar este trabajo aeróbico.

Si además de mover el corazón mediante paseos, natación, baile, etc. nos preocupamos de complementarlo con ciertos ejercicios específicos el impacto positivo sobre nuestra salud será aún más notable. Algunos de esos ejercicios son los que ayudan a mantener una buena postura corporal (evitando que la espalda sufra de malas posturas, lo que a la larga puede convertirse en dolor), ejercicios que ayudan a mantener el equilibrio (cosa especialmente importante conforme cumplimos años), ejercicios que mantienen un cierto nivel de elasticidad o ejercicios que buscan mantener nuestra agilidad, por poner algunos ejemplos.

Como siempre, es bueno asesorarnos con profesionales de nuestra confianza, sus consejos evitarán que, queriendo cuidarnos, hagamos cosas perniciosas para nuestro cuerpo.

Es cierto que el invierno no es una época que resulte especialmente atractiva para salir a pasear o dar grandes caminatas. Pero siempre podremos buscar alternativas, por ejemplo, caminar por lugares cerrados y cubiertos como centros comerciales o apuntarnos a un gimnasio. Además, en multitud de ayuntamientos se ofertan clases de gimnasia y mantenimiento para personas mayores que resultan más que recomendables.

 

Soy fea porque soy mayor

Perdonad este titular tan horrible como falso, pero es una frase que he oído en demasiadas ocasiones, así que he decidido tratar de desmentirla en la medida de lo posible.

La creencia de que las personas mayores no son guapas o atractivas está muy extendida, no sólo entre la población general, sino también entre los propios mayores, lo que la hace si cabe aún más dañina y perniciosa. Nuestros padres, madres, abuelos y abuelas se sienten feos. Y, al menos a mí, es algo que me entristece enormemente.

Realmente, en la actualidad, mucha gente siente que no encaja en los cánones estéticos establecidos. No es algo inherente a la edad mayor, pero es cierto que la sensación de no encajar se puede acentuar durante el proceso de envejecimiento. Al fin y al cabo, la idea de que la juventud es belleza está muy extendido. Y hablamos de juventud muy joven porque a los 30 ya hay quien hace uso de la cirugía estética y a esas edades las modelos y actrices se consideran “maduras”.

La mayoría de personas mayores se adapta a su cuerpo conforme va cambiando, pero el proceso puede hacerse duro. El titular de este artículo usa deliberadamente la forma femenina, pues la dictadura de la imagen suele ser más estricta con las mujeres, independientemente de la edad. Sin embargo, no podemos pensar que a los hombres no les preocupe o afecte, pues caeríamos en un error notorio. La calvicie, por ejemplo, es algo que afecta en la autoestima de muchos hombres jóvenes, de mediana y avanzada edad.

Es difícil lanzar un mensaje optimista y esperanzador cuando en cualquier anuncio habrá una potente imagen con gente guapísima y jovencísima queriendo convencernos de que la vida será mejor, más fácil, más plena y más bella si compramos el producto que anuncian. Pero entender que la vida tiene ciertas fases, y que nuestra apariencia física se transforma en cada una de ellas, es importante para gozar de una buena salud mental. La imagen, como parte de la autoestima, es importante. Pero para tener una autoimagen sana, las expectativas que tenemos sobre nuestro aspecto deben ser realistas. Además, es crucial (y esto a cualquier edad) que la autoestima no solo se base en nuestra imagen, por lo que hay que cultivar otras facetas de nosotros que nos ayuden a sentirnos a gusto con quienes somos.

Aunque a hombres y mujeres les preocupe su apariencia física, se pueden encontrar diferencias en los aspectos concretos. Muchos hombres tienen problemas para aceptar la calvicie, el aumento del perímetro abdominal o la falta de fuerza física. Las mujeres suelen centrarse más en aspectos como canas y arrugas. Pero la belleza, en el fondo, no es lo que nos dicen las revistas que debemos ser. La belleza no es solo tener 20 años y ser muy alta y muy delgada. La belleza es algo subjetivo. Por eso, subjetivamente reconozco, que hay muchas personas ancianas que me parecen realmente guapas, con sus marcas del paso del tiempo incluidas. Porque una mirada dulce, una sonrisa sincera son cosas que se mantienen de por vida. Y, si me lo permitís, aprovecho para dedicarle esta entrada a dos mujeres mayores que son guapísimas y a las que quiero mucho, mis abuelas, que sé que me leen.

Cómo mejorar la concentración

La semana pasada comentábamos sencillos juegos y ejercicios que se pueden llevar a cabo para mejorar la fluidez del lenguaje. Hoy vamos a centrarnos en otra capacidad de la que también se quejan mucho las personas a medida que cumplen años: la capacidad de concentrarse.

Lo que comúnmente llamamos concentración se denomina en psicología atención sostenida; es decir, es la capacidad de focalizar nuestra atención en un estímulo externo (una lectura, por ejemplo) o interno (operaciones de cálculo mental, por ejemplo) durante un periodo más o menos prolongado de tiempo. La falta de concentración se traduce en despistes, santos viajando al cielo (cántas veces no decimos que se nos ha ido el santo al cielo o que hemos perdido el hilo), problemas para retener información, etc.

La concentración se puede ver afectada por diversos tratamientos farmacológicos, así como por estados de ánimo alterados (tanto por nerviosismo como por tristeza), la falta de alimento, la deshidratación, la falta de sueño o el cansancio. Sin embargo, la falta de entrenamiento también puede influir en el descenso del rendimiento de esta habilidad. Si sentimos que nuestra concentración está mermando es importante que revisemos nuestras rutinas, para poder detectar si estamos descansando lo suficiente, si estamos estresados o si alguna preocupación que nos ronda la cabeza consume todos nuestros recursos atencionales.

Algunos pasatiempos y ejercicios sencillos que podemos realizar para mantener nuestra concentración en buena forma son los siguientes:

-Los pasatiempos como las sopas de letras o la búsqueda de diferencias ayudan a focalizar nuestra atención y, al tener que mantenerla por un periodo más o menos largo de tiempo, trabajan nuestra capacidad de concentración.

-Otros juegos, como las cartas o el dominó, también son útiles en este sentido, ya que lo normal es establecer una estrategia de juego y, para llevarla a cabo, debemos concentrarnos en las jugadas que se van realizando.

-El ajedrez requiere de una elevadísima concentración, ya que hay que ir previendo jugadas y anticipando los movimientos del rival.

-La lectura y la escritura también ayudan a focalizar y mantener la atención; eso sí, la escritura debe ser manual.

-El cálculo mental es un gran ejercicio en cuanto a mantener nuestra atención concentrada, siendo muy beneficioso para aumentar el rendimiento de esta capacidad.

-Las labores (tricote, ganchillo, croché, marquetería, etc.) también ayudan a trabajar esta habilidad mental.

-Algunos videojuegos (algunos tan clásicos y entrañables como el Tetris) nos permiten estimular esta capacidad.

-Actividades como la meditación o la relajación, al disminuir el nivel de estrés que sentimos, ayudan a aumentar nuestra capacidad de concentración.

Un último apunte, aunque estos pasatiempos y juegos se proponen para aumentar la concentración hay que tener en cuenta que también estimulan y trabajan otras habilidades mentales (rastreo visual, capacidad lingüística, cálculo, planificación de estrategias, etc.) por lo que no sólo resultarán beneficiosos para esta área concreta, también lo será para otras.