Dicen que quien mueve las piernas mueve el corazón. Esta máxima trata de recordarnos lo saludable que resulta el ejercicio físico para nuestra salud cardiovascular. Sin embargo, el ejercicio físico no sólo resulta positivo para nuestro cuerpo, también lo es para nuestra mente.
Desde hace algún tiempo se sabe que el hecho de realizar ejercicios aeróbicos (aquellos que implican un aumento de la frecuencia cardiaca y del consumo de oxígeno, como por ejemplo caminar, nadar o bailar) resulta positivo para el rendimiento cognitivo, es decir, para nuestra capacidad mental. Esto se debe a que cuando realizamos este tipo de ejercicios se liberan determinadas sustancias que resultan beneficiosas a nivel celular en nuestro cerebro, ayudándolo a permanecer activo y en un buen nivel de rendimiento.
Por otro lado, las personas que realizan ejercicio físico de forma regular tienen un riesgo menor de sufrir accidentes cerebro-vasculares, lo que reduciría el riesgo de padecer ciertas afecciones (como el daño cerebral adquirido tras un ictus) que reducen nuestra capacidad cognitiva y pueden llevarnos a un estado de dependencia.
Además, las personas que realizan ejercicio con cierta regularidad tienden a mostrar un mejor estado de ánimo y una autoestima mayor, lo que impacta favorablemente en la forma en que se relacionan con los demás, en la sensación de bienestar general y en la salud psicológica. Con respecto a esto último, es sabido que realizar ejercicio físico ayuda a mantener un buen estado de ánimo, disminuyendo la sensación de ansiedad y reduciendo los niveles de tristeza que podamos sentir.
Es cierto que algunas patologías que tienen mayor incidencia en la vejez pueden limitar el ejercicio físico que la persona pueda realizar (por ejemplo, en el caso de personas mayores con movilidad reducida o en casos donde patologías como reuma hagan doloroso el movimiento). Aun con todo, siempre podremos consultar con nuestro médico o pedir asesoramiento a un fisioterapeuta para que nos indique qué ejercicios podemos llevar a cabo para realizar este trabajo aeróbico.
Si además de mover el corazón mediante paseos, natación, baile, etc. nos preocupamos de complementarlo con ciertos ejercicios específicos el impacto positivo sobre nuestra salud será aún más notable. Algunos de esos ejercicios son los que ayudan a mantener una buena postura corporal (evitando que la espalda sufra de malas posturas, lo que a la larga puede convertirse en dolor), ejercicios que ayudan a mantener el equilibrio (cosa especialmente importante conforme cumplimos años), ejercicios que mantienen un cierto nivel de elasticidad o ejercicios que buscan mantener nuestra agilidad, por poner algunos ejemplos.
Como siempre, es bueno asesorarnos con profesionales de nuestra confianza, sus consejos evitarán que, queriendo cuidarnos, hagamos cosas perniciosas para nuestro cuerpo.
Es cierto que el invierno no es una época que resulte especialmente atractiva para salir a pasear o dar grandes caminatas. Pero siempre podremos buscar alternativas, por ejemplo, caminar por lugares cerrados y cubiertos como centros comerciales o apuntarnos a un gimnasio. Además, en multitud de ayuntamientos se ofertan clases de gimnasia y mantenimiento para personas mayores que resultan más que recomendables.