Recomendación Abril

Hoy, último día del mes de abril, toca la recomendación mensual prometida.

En este caso, me gustaría recomendaros el documental “Buena Vista Club Social”. En él se recoge el viaje de Ry Cooder (compositor y guitarrista) a La Habana, donde se reúne con un grupo de músicos cubanos, entre los que se encuentran Compay Segundo o Eliades Ochoa. El documental rastrea los orígenes de estos músicos y retrata la grabación de un disco titulado como el documental.

Si bien no es un trabajo que pretenda acercarnos o indagar en la ancianidad, sus protagonistas tienen entre 60 y 80 años, y  una vitalidad que ya quisiéramos muchos jóvenes. Os dejo un vídeo que muestra un fragmento de una de las dos únicas actuaciones que la banda dio en Ámsterdam, merece la pena parar unos segundos a disfrutar de esta maravilla y a reflexionar sobre cómo la creatividad, el talento, no entienden de edad:

Espero que lo disfrutéis.

Recomendación Marzo

Ahora que termina el mes de marzo y en víspera del puente de Semana Santa, os dejo las dos recomendaciones de este mes.

En primer lugar, me gustaría realizar una recomendación dirigida a profesionales que trabajan con personas con daño cerebral adquirido (con independencia de su edad) que padecen alteraciones del lenguaje. Se trata del libro “Manual de la Afasia y de Terapia de la Afasia” de Nancy Helm-Estrabrooks y Martin L. Albert. Esta obra es muy completa en cuanto al abordaje teórico de la afasia y además presenta de un modo muy claro la terapia que se podría desarrollar en cada caso. Además, incluye capítulos donde se explica cómo debería ser un examen neurológico, el examen informal (que muchas veces es de gran utilidad y al único que se tiene acceso debido al estado general del paciente, que no puede completar pruebas estandarizadas) y el propio examen cognitivo. En el libro además de toda la información se incluyen figuras ilustrativas donde, por ejemplo, se pueden observar diferentes formas de agrafías o fenómenos como la perseveración.

La segunda recomendación que os traigo es que os cojáis tres minutos para disfrutar de la obra de Concha García Zaera (aquí tenéis el link a su Instagram). Esta artista casi nonagenaria se ha vuelto un fenómeno viral en las últimas semanas, ilustrando a la perfección que el talento no es algo reñido con la edad, así como que cuando hay ganas de aprender, permanecemos activos y autodesarrollándonos. Esta mujer pinta empleando el programa paint ya que tuvo que dejar sus clases de pintura en el centro de mayores y en casa no podía debido al olor que desprendían las pinturas.  Espero que disfrutéis de la obra de esta artista, podéis leer más sobre ella en su entrada de la Wikipedia.

Espero que ambas recomendaciones os resulten interesantes.

¿Qué es una valoración cognitiva?

Una de las causas por las que las personas mayores acuden a un psicólogo es para realizar una valoración cognitiva. Sin embargo, es común que las personas lleguen a consulta sin saber muy bien en qué consiste, por qué es interesante realizar una con cierta periodicidad o qué información aportan sobre el estado mental de la persona.

Cuando hablamos de una valoración cognitiva hablamos de una evaluación, un examen, de las diferentes habilidades mentales y su funcionamiento. Por tanto, una valoración de este tipo puede centrarse solo en una capacidad concreta (porque ejemplo, si se sospecha que tras un ictus alguna capacidad se ha visto afectada) o puede ser global, evaluando todas las funciones, lo que nos permitiría tener una idea de la capacidad general de rendimiento cognitivo de ese paciente.

En función de si se pretende una evaluación de algo puntual o, por el contrario, tener una imagen global de la situación, la evaluación será de mayor o menor duración. Por lo general, se suele hacer en varios días diferentes (para así evitar que el paciente se fatigue o se ponga nervioso), en sesiones que no sean excesivamente prolongadas pues ello causará cansancio al paciente y reducirá su rendimiento.

Generalmente, las habilidades que se suelen evaluar de forma más común son la orientación (espacial, temporal y personal), la atención (en sus diferentes modalidades, sostenida, alternada, concentración, etc.), lenguaje (producción y comprensión oral y escrita), memoria (también en sus diferentes modalidades, memoria de trabajo, memoria a corto plazo, a largo plazo, declarativa semántica, procedimiental, etc.), gnosias (la capacidad de reconocer adecuadamente los diferentes estímulos que percibimos por los diferentes canales sensoriales), praxias (la habilidad motora adquirida) y función ejecutiva (capacidad de inhibición, pensamiento abstracto, planificación y secuenciación, etc.).

Para realizar estas valoraciones se deben emplear test y pruebas que hayan sido baremados para la población española. Es decir, se crean preguntas y retos que el paciente debe resolver. En función de las respuestas que la persona de se obtiene una puntuación que nos permite compararlo con las puntuaciones personas de su edad y nivel cultural (a esto se le llama baremación de la prueba, es decir, saber qué puntuación suelen obtener de forma típica una persona de determinada edad y nivel educacional). Si la persona obtiene una puntuación mayor a su grupo de referencia, podemos pensar que esa habilidad no presenta afectación. Si, por el contrario, el paciente obtiene una puntuación más baja de lo esperable, podemos sospechar de algún problema en la habilidad (aunque no podríamos afirmarlo, ya que puede deberse a falta de interés, cansancio, nervios, etc.) por lo que se deberían realizar pruebas complementarias que lo confirmen o desmientan.

La torre de Hanoi es una prueba habitual para el estudio de la función ejecutiva.

Estas puntuaciones son lo que llamamos información cuantitativa, ya que muchas veces podemos darle una especie de nota, “cuanto” de bien ha hecho esa persona la prueba que le hemos pasado, por decirlo coloquialmente. Sin embargo, en una valoración cognitiva también obtenemos información cualitativa que es de gran relevancia. Por ejemplo, si la persona continúa haciendo la tarea anterior cuando le presentamos una nueva y necesita muchos intentos para cambiar lo que estaba haciendo debido a las nuevas demandas, podemos pensar en que hay un problema de perseveración (y pasar pruebas objetivas específicas de este problema) o si durante la valoración la persona nos repite 3 veces la misma anécdota como si fuera la primera vez podemos pensar que hay un problema de memoria, por ejemplo. Así pues, tanto la información cuantitativa como cualitativa son importantes a la hora de conocer el estado cognitivo de una persona.

Por otro lado, hay aspectos concomitantes que deben tenerse en cuenta: el estado de ánimo del paciente (sabemos sobradamente que las personas anímicamente deprimidas tienden a obtener peores puntuaciones en estas pruebas debido al desánimo y a la falta de motivación que sienten), el nivel de descanso, la motivación por realizarlas correctamente, algunos medicamentos y condiciones médicas, etc.

Lo más importante que una persona debe tener presente cuando va a realizar una de estas valoraciones es estar tranquilo, manifestarle al examinador los cambios que note en su memoria (o en cualquier otra habilidad mental), tratar de hacerlo lo mejor que pueda y no sentirse asustado, muchas de estas pruebas se asemejan a juegos de mesa.

Realizar una valoración cognitiva a partir de los 70 años de forma más o menos frecuente permite monitorizar cómo es la evolución no solo de nuestra memoria, también de otras capacidades mentales. Junto con un trabajo activo para aumentar la reserva cognitiva , son estrategias para la prevención de problemas como las demencias.

La «vuelta al cole» de las personas mayores

Este lunes es el primero de septiembre, quizá el mes al que más manía se le tiene. Es el mes de volver a la rutina tras el asueto veraniego. Esta vuelta a la normalidad también puede servirnos para replantearnos la rutina que estamos siguiendo y, quizá modificarla si no estamos plenamente satisfechos. Al igual que realizamos los propósitos de año nuevo, no es raro que mucha gente se tome unos minutos para reflexionar sobre cómo es su día a día en estas fechas y decida si continúa con los mismos hábitos o, por la contra, cambia alguno que no le satisface totalmente.

Pese a que las personas mayores son vistas en muchas ocasiones como poco activas o poco implicadas, la verdad no podía ser más distinta. Desde la ayuda que brindan en muchas ocasiones a hijos y nietos (ahora que empieza el cole, la estampa de aguerridos abuelos y abuelas esperando a la salida a sus niños con el bocadillo de la merienda en la mano volverá a repetirse) hasta las ofertas que desde Ayuntamientos y centros vecinales se realizan (clases de memoria, de gimnasia, de manualidades, etc.) vemos como el día a día de los ancianos suele estar lleno de quehaceres y actividades. En pocos años, hemos visto como los ancianos se volvían más asociacionistas, reclamando espacios y actividades que les permitan continuar activos y aprender nuevas cosas.

Es importante que a cualquier edad de vez en cuando nos tomemos unos minutos para reflexionar sobre cuestiones del tipo “¿las actividades que realizo cumplen con mis expectativas?”, “¿hay algo que esté en a mi alcance realizar, me apetezca y no esté haciendo?”, “¿me apetece probar cosas nuevas o estoy satisfecho con las que estoy realizando en este momento?”. En función de las respuestas que demos podremos continuar con nuestro día a día o bien realizar algún cambio.

Este es un buen momento para plantearnos estas cuestiones ya que muchas matrículas de diversas actividades se realizan durante el mes de septiembre. En Valora creemos en un modelo de ancianidad activa y que permita el autodesarrollo de las personas, por eso animamos a toda la gente mayor a que busque qué actividades les gustaría realizar y se animen a probar. El beneficio no solo está en lo obtenido en esas clases (mejorar nuestro estado físico gracias a la gimnasia, trabajar nuestra memoria, aprender nuevas manualidades, etc.) también en las dinámicas positivas que se generan al llevarlas a cabo: salir de casa con regularidad, contar con una obligación que resulte agradable, establecer y mantener nuevas relaciones sociales, etc.

 

Así que nos gustaría aprovechar que empieza septiembre, que empieza el cole para todos, para animar a todos los mayores a que busquen actividades que les apetezca probar. Desde inglés a tango, pasando por gimnasia, informática, memoria o manualidades, nunca es tarde para probar cosas nuevas y para practicar las que ya sabemos.

Una jubilación realista

Uno de los aspectos más relevantes de la tercera edad es la jubilación. Es más, este hito tiene tanta importancia que en muchas ocasiones asimilamos la entrada en la tercera edad con el hecho de cesar el trabajo remunerado: el hecho de pasar de trabajador en activo a jubilado es el marco que tomamos para marcar la edad en la que consideramos que una persona ha alcanzado la vejez.

Existen muchos mitos a cerca de este acontecimiento y, en general, se podría decir que la mayoría de las personas la aborda de una forma poco realista. Para empezar, suele existir la falsa idea de que trabajar a cambio de un salario es la única forma de ser activo y productivo. Realmente, mucha gente en su día a día permanece activa y resulta productiva a nivel social sin recibir un salario por ello. Pensemos por un momento en la labor de los voluntarios, por ejemplo. Gracias a su actividad muchos proyectos de gran calado social salen a delante y, sin embargo, lo hacen de forma altruista, sin recibir nada a cambio. O las amas de casa, que realizan un gran trabajo diario sin que sea reconocida su labor como tal. Así pues, confundir actividad y productividad con trabajo remunerado parece un grave error.

Por otro lado, la jubilación muchas veces se equipara a inactividad, incapacidad, malestar, etc. Es cierto que la jubilación supone un cambio drástico en la vida de las personas, pero este cambio no tiene por qué ser negativo. Es más, la jubilación puede ser un periodo de gran satisfacción si las personas la abordan de una forma realista, positiva y activa. Es una etapa que puede servir para el autodesarrollo, para retomar proyectos que se abandonaron por falta de tiempo.

Es importante anticipar lo que será esta etapa de nuestra vida en muchos aspectos y, al igual que nos preocupamos de cómo serán nuestras finanzas, deberíamos preocuparnos de cómo va a cambiar el resto de aspectos de nuestra vida.

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Para empezar, es importante pensar, de una forma realista, en qué se va a emplear todo el tiempo libre. Mucha gente hace grandes planes para esta época que, finalmente no lleva a cabo. Otras, cogen “unas vacaciones” antes de comenzar con todo lo que tenían pensado, que terminan por alargarse indefinidamente pero sin proporcionarles una satisfacción acorde. Si bien la jubilación está pensada para descansar, pasarse todo el día mano sobre mano no resulta estimulante. Y para una persona acostumbrada a una dinámica laboral puede resultar realmente desmotivador y aburrido. Por eso puede resultar muy provechoso pensar en qué cosas se han ido posponiendo por falta de tiempo (aprender a manejar internet, volver a estudiar, aprender a pintar, hacer gimnasia, ir a nadar, salir más con los amigos, etc.) y hacer un plan para llevarlas a cabo. No es necesario hacerlas todas a la vez ni sobrecargarnos de actividades. Simplemente se trata de ir marcando una serie de actividades que se realicen de forma cotidiana para terminar teniendo una rutina de actividades que nos beneficie.

Es muy importante tener presente que en muchas ocasiones el trabajo es fuente de autoestima y reconocimiento. Cualquier persona que disfrute de su trabajo, que tenga una buena relación con sus compañeros, que sienta que hace algo que le satisface va a notar un cambio al jubilarse. En estos casos es importante que se afronte el cambio buscando fuentes de satisfacción alternativas. Existen muchas formas de sentirse satisfecho y cada persona deberá buscar la suya, pero actividades como el voluntariado, volver a estudiar o retomar antiguas aficiones son señaladas como fuente de alta satisfacción por las personas que las llevan a cabo, siendo la primera la que más se valora. Las personas que dedican un tiempo semanal al voluntariado suelen señalar que esta actividad les aporta más a ellos que al contrario, dándole importancia a aspectos como sentirse bien con uno mismo o sentir que se ayuda a otros. Por tanto, esto ayudaría a mantener una autoestima sana.

Además, la jubilación es una época en la que se puede aumentar las relaciones intergeneracionales dentro de la familia (aumentar el contacto con hijos, nietos, sobrinos, etc.) así como estrechar las relaciones sociales con nuestro círculo social; incluso crear círculos nuevos.

Un envejecimiento saludable pasa por un envejecimiento activo. Puesto que la jubilación está libre de las cargas laborales es el momento ideal para volver a pensar en qué nos gusta y a qué queremos dedicar nuestro tiempo. Pero siempre de una forma realista y serena.

El envejecimiento activo

En la actualidad se habla mucho de la necesidad de instaurar y desarrollar programas de envejecimiento activo; pero ¿en qué consiste este concepto? El envejecimiento activo es el proceso de aprovechar al máximo las oportunidades y fomentar actividades para tener un bienestar físico, psíquico y social durante todo el ciclo vital. El objetivo es extender la calidad, productividad y esperanza de vida hasta en edades avanzadas.

En este contexto, el concepto actividad no sólo se aplica a trabajos físicos o a la movilidad, ya que se reconoce la importancia de mantenerse activos mentalmente o en la vida social, llevando a cabo actividades lúdicas, voluntariados, actividades culturales, retomando los estudios, ayudando a la red familiar o a la comunidad, viajando, etc.

Hasta hace poco, se hablaba mucho del envejecimiento saludable, aquel en el que se adoptaban patrones de conducta y hábitos orientados a mantener un buen estado de salud general en la persona anciana. Con el paso de los años, nos dimos cuenta de que estar sano no es lo mismo que ser feliz, que estar integrado, que ser un miembro participativo de la sociedad. Por tanto, el concepto saludable se quedó “pequeño” para la idea que se quería transmitir: no sólo hay que tener salud, también hay que tener oportunidades para disfrutarla. Una de las máximas de la gerontología es que no sólo hay que echar años a la vida, sino también vida a los años.

La importancia de desarrollar estos programas de envejecimiento activo (y de inculcar ciertos valores a la población en general) radica en los aspectos altamente positivos que se consiguen con el mismo, no sólo para la persona en sí, también para la sociedad en general. Así, una persona que intente llevar a cabo un envejecimiento activo será un individuo con buenos hábitos socio-sanitarios, con una buena red social soporte, colaborativa con la comunidad en la que se encuentre. Por tanto, además de promover el bienestar psicológico de las personas mayores, supone una mejora de inclusión social y una reducción del gasto sanitario.

Cuando una persona, independientemente de la edad que tenga, tiene a mano herramientas que le permitan mantenerse sana, estar integrada socialmente, desarrollar facetas de su vida que le resulten placenteras, etc. podrá desarrollarse plenamente a nivel psico-social, lo que obviamente incide en su estado de salud general. La vejez, pese a tener mala prensa, es una etapa de la vida en la que mucha gente, al sentirse liberada de otras cargas, aprovecha para desarrollar aspectos de su vida que tuvieron que dejar aparcados debido al cuidado de la familia, el mundo laboral, etc. Así, al llegar a la edad de jubilación retoman sus estudios; realizan actividades lúdicas como clases de música, pintura, gimnasia, etc.; viajan y conocen lugares a los que siempre quisieron ir; dedican más tiempo a sus amistades y a la familia; se ofrecen como voluntarios en proyectos comunitarios, etc.

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Por tanto, el envejecimiento activo es de crucial importancia a nivel individual y a nivel colectivo. A nivel individual porque permite que los individuos, independientemente de su edad, puedan gozar de un buen estado de salud, integración social, equilibrio emocional, reconocimiento, etc. Por otro lado, a nivel colectivo suponer beneficiarse de la experiencia acumulada durante tantos años por personas que hoy en día tienen tiempo para compartirla con los demás.

Cualquier momento es bueno para ser activo, para intentar desarrollarnos en todas las facetas de nuestra vida, para cuidarnos y cuidar lo que nos rodea. Una de las ventajas de la edad adulta avanzada es que, en muchas ocasiones, las personas están libres de otras obligaciones (cuidado familiar, vida laboral, etc.) y pueden dedicar su tiempo a aquellas cosas que siempre quisieron, pero nunca pudieron hacer por falta de tiempo.