Recomendación octubre 2018

Como se termina este mes de octubre os traigo la recomendación pertinente. Se trata de una serie de fotografías de Ricardo Ramos que documentan el proyecto de acercamiento a personas mayores que viven aisladas en la zona de Trás os Montes, en Portugal.

Aquí podéis ver las fotografías que muestran la dureza de las condiciones de vida, así como la soledad a la que se enfrentan estos mayores que, en ocasiones, son los únicos habitantes de su pueblo.

Este tipo de poyectos, tanto en su vertiende social como artística, deberían ayudarnos a relfexionar acerca de qué sociedad queremos para el futuro (donde cada vez más adultos mayores vivirán solos) y qué queremos para nuestros mayores en la actualidad. Una sociedad que desatiende a su población más frágil no puede considerarse una sociedad avanzada y sana.

Espero que disfrutéis de las fotos y que os ayuden a reflexionar sobre estas cuestiones.

Vejez y pobreza

Hoy os traigo una colaboración de Carmen Albores Maceiras que ha escrito una magnífica reflexión acerca de la anciandad en la sociedad actual. Carmen es una mujer de 67 años, con una enorme maestría escribiendo (como podréis comprobar a continuación) y las ideas muy claras. Estoy segura de que este texto os invitará a la reflexión:

La juventud,  (divino tesoro) en general,  es “riqueza”, vigor,  belleza física, salud, ilusión, alegría, entusiasmo, perspectiva de futuro, fuerza moral,  plena capacidad cognitiva y de aprendizaje, todos los bienes, en suma,  que son de una gran riqueza para los humanos.

En cambio la vejez es  decrepitud, “pobreza”, falta de fuerzas, deterioro sensorial y físico, falta de vigor , de ilusión, poca perspectiva de futuro, y a veces también deterioro intelectual,  depresión, falta de memoria, confusión en las ideas etc.

Todo esto lleva a que la gente mayor tenga  que sufrir determinadas humillaciones, así, si se olvidan las cosas, ello supone un descrédito social, “repíteselo porque seguro que no se acuerda”, o lo que es peor, “no se entera”, “no confíes que total no se va a acordar”, o cuando le ponen de manifiesto: “tu seguro que no te acuerdas, pero el otro día”… Si se está tratando de una cuestión novedosa, como  los nuevos comportamientos sociales,  modas  o tecnologías recientes, ya dan por sentado de que no lo vamos a entender o comprender… y que ello en todo caso nos va a ocasionar un rechazo, una repulsa y una crítica destructiva por nuestra parte.

Si el deterioro, es físico, ello conlleva, a que ya por sistema te griten suponiendo que estás medio sordo,  y en el caso de estarlo, ello provoca un aislamiento social y personal  y obliga  a retraerse sobre uno mismo en una escapada hacia la introspección. También es frecuente  que hablen por ti los más rápidos, o que los impacientes por tu lentitud  te digan “déjalo, ya voy yo, o “ya lo hago yo”, un acto que te convierte en inválido.

También por sistema estas condicionado a  que te proporcionen una dieta más blanda, (controlada en grasas y calorías),  suponiendo que ya no tienes una dentadura “apropiada”.  La lentitud propia de la edad es algo que exaspera  a muchos, así cuando subes al autobús, el conductor impaciente consigues que te vocee: ¡“a ver  señoraaaa, suuuba¡” (cosa que no dicen a los hombres…) ¡ Y para que hablar si vas de viaje con un grupo de gente mayor ,  la mayoría de los organizadores o guías, suelen “infantilizar” a la gente mayor,  tratarla de un modo paternalista, diciendo por ejemplo: “que ninguno se pierda, cuidado con los coches,  cuidado con las escaleras,  agárrate a la barandilla, allí están los lavabos”… y si se trata de una visita cultural suelen contarte simplezas, anécdotas o chascarrillos dando por supuesto que al fin y al cabo, somos como niños todavía con escasos conocimientos.

Y si ya llegamos a una situación de dependencia, la cosa se agrava, “ponte aquí, no te muevas, mastica con cuidado, bebe despacio, todo son infinitas órdenes a cumplir.  La discapacidad y dependencia se ve agravada por la pobreza, pues al no contar con recursos propios, se está a merced de la “buena voluntad” de los demás.  En cambio los que poseen un nivel económico alto,  eso  les permite  “contratar “servicios, que en  definitiva,  al depender económicamente de uno, siempre se doblegan a las necesidades y apetencias del contratante.

Algunas veces, en cambio, la riqueza favorece el expolio económico del anciano, ya sea por parte de familiares, instituciones, cuidadores y amigos,  fruto de la decadencia cognitiva y la falta de control sobre la riqueza que poseen. Hay  además empresas que parece que estén especializadas a captar el dinero de los ancianos, sobretodo de los que tienen el nivel  cultural más bajo, me refiero por ejemplo a los que le ofrecen excursiones casi regaladas y luego les hacen “demostraciones”, (así  las llaman), que no son otra cosa que ventas con una gran carga de coacción tanto por  la exaltación exagerada del producto como en el chantaje emocional.

Algunas instituciones eclesiásticas también suelen beneficiarse de los bienes de los ancianos aprovechando sus creencias religiosas, los animan a dejar sus bienes y bastante dinero en oficios religiosos confiando en que el anciano por su mentalidad, crea que gracias a ello, sea más efectiva la promesa de alcanzar una mayor gloria ante Dios después de su muerte. Por otra  parte los familiares se afanan también en  presionar, ya sea directamente o con más o menos sutileza a los ancianos para que digan a quien le van a dejar sus bienes cuando mueran, (cosa que les somete muchas veces a un estrés innecesario y tal vez demasiado prematuro), o también traten de camelarlos y ganárselos con falsas muestras de afecto , o bien desprestigiando a los competidores, a fin de hacerse con el botín económico y patrimonial del anciano,  cosa que también es habitual por parte de algunas residencias de ancianos.

Otro aspecto a tener en cuenta es el lenguaje empleado con los mayores, así como hacia los niños suele ser ya por norma utilizar un tono cariñoso, simpático, amable, a los viejos a menudo se les falta al respeto, llamándoles “carcamales”, diciendo que están “chochos”, “gagás”, y muchos  se refieren a ellos como unos “vejestorios”, “abueletes”, etc. .Pero  así como la sociedad tomó conciencia de la necesidad de eliminar los lenguajes sexistas, machistas, racistas, xenófobos, no ocurre así con los mayores, se tolera el lenguaje “viejista”, e incluso se utiliza en sentido jocoso como para hacer “gracia”, abundan en este sentido los chistes como: “van dos ancianos y… y casi siempre son para ridiculizar y mofarse de alguna actitud relacionada con la ancianidad.

Al anciano se le niega casi  toda capacidad de disfrute, no está bien visto que un anciano se enamore de otro, (eso siempre fue  tradicionalmente motivo de burla y escarnio), o también por parte de los familiares, que  temiendo que el anciano se implique emocionalmente y económicamente con una pareja reciente, suelen ejercer gran presión sobre él para que no se fíe, o bien abandone esa nueva pareja, a la que consideran una competidora emocional y posible vía de escape en sus recursos económicos sobretodo, cosa que en algunos casos si se cumple sobre todo por los que andan a la caza de fortunas y herencias de la gente mayor.  Otra cuestión es el sexo en el anciano,  es un tema tabú, al anciano se le niega la apetencia y la capacidad sexual, y si tiene algún asomo en este sentido, pronto es despreciado y tratado de “viejo Verde”, (en esta cuestión salen peor parados los hombres, pues en la mujer ya ni tan siquiera cabe esta posibilidad).

Otro de los aspectos a ridiculizar en el anciano es su interés por arreglarse e ir bien  vestido, se censura si no va vestido conforme a lo que tradicionalmente se espera de su aspecto físico, si va vestido ” juvenil” se le critica con dureza extrema, así si un joven se pone una ropa demasiado discreta enseguida se le dice: “pareces una vieja”, dando por sentado que el anciano tiene que pasar desapercibido por su discreción en el vestir, si acude a bailes también son motivo de risas, si se arregla mucho, enseguida viene el comentario: “ fíjate, a su edad y aún quiere presumir”… también se da por sentado en muchos que el anciano huele mal, no se asocia nunca un olor muy agradable y fresco con el anciano.

Pero toda esta catastrófica situación tenemos la obligación como seres humanos de revertirla, una sociedad tan avanzada en las cuestiones sociales  como la nuestra, no puede permitirse esta situación de ignominia que sufren muchos de nuestros mayores, sobretodo porque en definitiva es a ellos a quienes  debemos casi todo lo que somos.

Una sociedad que protege a los niños, a los desvalidos, a los discriminados (por alguna razón seguramente que injusta), a los animales, al medio ambiente, tiene que poner más esmero en cuidar y proteger a este colectivo, no solo en su dependencia, sino también en la prevención de situaciones como las antes descritas.

En nuestras sociedades avanzadas curiosamente es donde los ancianos son más discriminados, se entiende que “avanzar” supone novedad, romper con lo viejo o caduco, y ese concepto a veces se aplica indirectamente al ser humano, pero en sociedades más tradicionales, los ancianos por el contrario, son el activo más importante, son los más venerados y respetados socialmente, porque representan la memoria viva de la experiencia, constituyéndose en los referentes y garantes de la cultura, la ética y la sabiduría colectiva.

No se puede consentir, aunque sea por interés propio, que los ancianos se sientan “apartados” y que a menudo su sabiduría languidezca aparcada en una vía muerta y sin salida de la estación, quizá otros trenes avancen más rápidos, pero en los vagones aparcados, quizá tecnológicamente ya en desuso, y siguiendo con el símil , los ancianos tengan mucho que aportar en valores morales, en filosofía de la vida, en experiencia, y con ello puedan ayudar por una parte  a que el anciano se sienta valorado y por otra contribuya a  rectificar el rumbo de una sociedad que “descarrila” en algunos aspectos cruciales. Urgiría por tanto, darles como colectivo una mayor presencia en todas las instituciones sociales.

Harían falta filósofos, antropólogos, sociólogos, educadores, políticos etc. que diseñasen un plan para poner en valor al anciano, proponiendo  estrategias para incluirlos  en una sociedad más justa e igualitaria, ello sería beneficioso para todos y también para los jóvenes de hoy que a algún día serán ancianos como nosotros.

Esta franja de pre-jubilados y jubilados es lo suficiente amplia (unos 30 años) como para que no tenga una presencia mucho más activa en la sociedad, se le relegue a los centros socioculturales, a actividades solo para cubrir el ocio, algunos voluntariados  y poco más, y encima se hable de “envejecimiento activo” (aunque  se identifique solo vida activa con estar en posesión de una nómina laboral). Los mayores también debieran de ser ellos mismos los que decidan, y tengan opciones de dedicarse a ser verdaderamente una parte activa de la sociedad, y no que los aparquen y que sean otros los que decidan por ellos que actividades les son más convenientes.

 

Las personas mayores y los animales de compañía

Es sabido que las mascotas pueden proporcionar múltiples beneficios en la vida de una persona. Desde compañía y amor incondicional a tener una responsabilidad diaria, son muchos los motivos que nos pueden llevar a decidir compartir nuestra vida con un animal. Existen múltiples estudios que constatan los beneficios de gozar de su compañía, encontrando resultados que apuntan a lo positivo que puede resultar tanto para la salud física como para la salud mental.

En el caso de las personas mayores, este hecho se vuelve especialmente cierto si nos centramos en aspectos como la compañía, la obligación de realizar ciertas actividades a diario o el ejercicio físico, por ejemplo. Muchas personas mayores se sienten solas, incluso aunque convivan con familiares (hay que tener presente que la ancianidad es una época de muchas pérdidas reales y simbólicas). El hecho de disfrutar de la compañía de una mascota puede aliviar esa sensación de soledad, proporcionándole además sentimientos positivos como son compañía, el amor incondicional, diversión, etc. Además, el hecho de tener que ocuparse a diario de un animal (preparar la comida, cambiar el agua, sacarlo de paseo, limpiar el arenero o el terrario, etc.) puede tener una importancia especial en ciertas situaciones, creando una rutina positiva para el anciano. La certeza de tener una ocupación o responsabilidad es algo positivo psicológicamente para muchos mayores (por ejemplo, aquellas personas que tras la jubilación sienten que no tienen “nada importante que hacer hoy”). Por último, no hay que desdeñar la importancia de una mascota en la salud física: programar paseos con el perro tres veces al día (aunque estos paseos no sean muy largos) resultará muy positivo para la salud del propietario del can, por ejemplo.

Sin embargo, es necesario hacer una serie de consideraciones al respecto. Es importante que, además del beneficio para el mayor, se piense en el bienestar del animal. No se puede condenar a un perro a estar atado o sin salir jamás de casa para que haga compañía a una persona. En casos en los que el mayor no pueda atender a todas las necesidades (por ejemplo, no pueda darle largos paseos o llevarlo cuando lo precise al veterinario) es importante que haya una persona con compromiso firme y que pueda hacerlo en su lugar. En algunas ocasiones, las personas cercanas al mayor (especialmente familiares) no tienen un compromiso real en este aspecto, llegando incluso a conductas tan poco éticas como abandonar al animal si el mayor fallece o no se puede hacer cargo. Es fundamental que no solo el anciano esté comprometido con el cuidado del animal, también otras personas que puedan suplir sus cuidados temporal o permanentemente.

Para elegir la mascota adecuada es importante tener en cuenta diversos aspectos: las preferencias de la persona, la capacidad que tiene de cuidar a un animal, las necesidades concretas de cada especie (no es lo mismo tener un perro que un gato, por ejemplo), el espacio disponible, situaciones como viajes frecuentes o cambios de domicilio por parte del mayor, etc. En estos casos, hablar con un veterinario puede servir para aclarar las posibles dudas que nos surjan sobre los cuidados necesarios, así como de las necesidades específicas de cada animal, lo que puede facilitar que se tome una decisión más realista. Por ejemplo, no parece muy lógico que una persona que apenas puede caminar adopte un perro que precisa de mucho ejercicio diario, si además no cuenta con nadie que pueda dar paseos con el animal. Sin embargo, en ese caso, un gato puede resultar una opción más acertada.

Además de todos estos beneficios (comunes no solo a las personas mayores sino a todo aquel que disfrute de la compañía de una mascota) un animal, en concreto los perros, puede incluso superarlos. En los últimos años ha aumentado el número de perros de asistencia, que son aquellos perros entrenados específicamente para ayudar a una persona en situaciones especiales; por ejemplo, los perros que usan las personas con afectación de la visión, los conocidos como perros lazarillos, entrarían dentro de esta categoría. Hoy en día, no solo se entrenan perros para las personas con déficits de visión, también para personas con movilidad reducida, problemas de salud concretos (como diabetes, siendo el perro capaz de detectar los cambios en los niveles de insulina), problemas de agorafobia, etc.

Por último, a día de hoy, las protectoras y refugios de animales de este país se encuentran totalmente saturadas y desbordadas. Antes de comprar un animal, siempre es bueno plantearse la adopción; porque a los amigos no hace falta comprarlos.

Os dejo aquí un enlace a un vídeo de antena 3 muy emotivo, en el que podemos ver la reacción de un paciente de alzheimer al interaccionar con su perro.

 

 

Navidad y soledad

Estamos a tres días del pistoletazo de salida de las fiestas navideñas. En este post me gustaría abordar un tema importante en estas fechas como es la soledad y las personas mayores.

navidad

Uno de los principales males que sufre a la población mayor en nuestro país (y en general, en todos los países que denominados desarrollados) es la soledad y el aislamiento. Si bien es un mal común, es cierto que se dan muchas diferencias entre entornos. Es fácil darse cuenta observando lo que ocurre a nivel del medio rural y urbano, por ejemplo. Las personas mayores que viven en núcleos rurales (exceptuando aquellos en los que prácticamente no quedan vecinos, como ocurre en algunas parroquias gallegas) suelen mantener un mayor número de interacciones sociales y presentan menos sentimientos de soledad y aislamiento.

La soledad es un estado muchas veces subjetivo, porque hay quién la siente pese a estar acompañado y al contrario; puede estarse sin compañía pero no sentirse solo. Es un sentimiento que todos podemos experimentar y que, en fechas señaladas como es la navidad, puede acentuarse. Debemos diferenciar dos tipos de casos. Por un lado, está la soledad de aquellas personas que se encuentran aisladas; tienen pocas interacciones sociales que, además, no resultan gratificantes o significativas y carecen de redes (familiares y sociales) de apoyo. En este caso, es fácil darse cuenta de que en estas fechas, en las que parece que todos nos acordamos de ser buenos y visitar a los allegados, las personas que se encuentren en esta tesitura se sientan especialmente solos. Además, las personas que se encuentran en esta situación tienen más riesgo de sufrir problemas sanitarios como depresión.

Por otro lado, podemos hablar de la soledad de quien sí tiene compañía. En este caso, muchas veces es casi una nostalgia de tiempos pretéritos que se recuerdan como mejores. Muchas personas ancianas de edad avanzada (nonagenarios mayoritariamente) dicen sentirse un tanto solos aunque convivan con su familia cercana (hijos, nietos e incluso bisnietos). Muchos de ellos dicen sentir que no tienen con quién compartir anécdotas, con quién recuperar recuerdos. En psicología se le da un valor especial a lo que llamamos pares, que son aquellas personas que nos acompañan en nuestro desarrollo (por tanto, a lo largo de toda la vida) siendo de la misma edad, más o menos. Lo que ocurre en este caso es que estas personas ancianas han perdido a sus pares: amigos, hermanos, cuñados, pareja, etc. Además, han perdido también a sus ascendientes (padres, abuelos, tíos, etc.) e incluso puede que a algún descendiente.  Si lo miramos desde esta perspectiva, parece más fácil entender qué sienten las personas que se encuentran en esta tesitura.

La Navidad puede tener un regusto triste o nostálgico para muchos, puesto que al ser un momento especial del año es fácil que echemos de menos a las personas que nos faltan o que hagamos balance de nuestra vida siendo más conscientes de las cosas que no nos gustan. En personas mayores, esto es especialmente cierto. Por ello, durante estas fechas no está demás pensar que todos seremos ancianos algún día y tratemos con especial afecto a los mayores que nos rodean. El cariño nunca está de más.