El chantaje emocional I

Comúnmente, llamamos chantaje emocional a un tipo de comunicación que se basa en la manipulación de una persona hacia otra en base a emociones que pueden resultar negativas, como puede ser la sensación de deuda, la culpa, el miedo, etc. e incluso abusando de otras positivas como la gratitud o la compasión. En este sentido, una persona aludiría a este tipo de emociones para manipular la conducta de su interlocutor y así obtener lo que quiere de él aun cuando el chantajeado no esté conforme con sus peticiones.

Habitualmente, las personas que emplean el chantaje emocional para conseguir manipular a otros aluden a desagravios reales o figurados, deudas morales, deberes, obligaciones, favores pasados o tratan de apelar a la compasión y la lástima. Esto provoca que el interlocutor tenga una sensación desagradable y, para resolverla o disminuirla, termine haciendo lo que el chantajista ha solicitado, con el fin de sentirse mejor, aunque no esté de acuerdo con lo que hace (y acatar las peticiones también le pueda causar malestar).

En las relaciones con las personas mayores, como en las de cualquier otro grupo poblacional, se puede observar este tipo de comportamientos, tanto de los ancianos a su entorno como al contrario. En el primer caso, se da cuando el anciano hace sentir culpable, desagradecido, pasota, etc. a alguien de su entorno con el objetivo de conseguir algo de esa persona (normalmente, que realice una acción que no quiere llevar a cabo). Algunos cuidadores y familiares de personas mayores expresan su malestar por este tipo de comportamientos ya que producen tensión y angustia. En estos casos, ante su negativa de hacer algo, la persona anciana echaría en cara situaciones del pasado, abusos o injusticias, apelaría a lazos familiares, obligación moral, antiguos favores no cobrados, etc. consiguiendo así que el interlocutor se vea forzado a ceder ante la petición del mayor con tal de disminuir el malestar que siente.

Sin embargo, los ancianos también pueden ser víctimas de este comportamiento negativo. Por ejemplo, puede ocurrir que algunos familiares apelen al parentesco, los vínculos de sangre, la obligación de cuidar de “los suyos”, etc. para conseguir ayuda económica. Otro ejemplo sería cuando se hace una lista detallada de las supuestas molestias que pueda causar el anciano para así solicitarle algún tipo de contraprestación o favor, con la que el anciano no está en principio de acuerdo. Obviamente, esto hace sentir mal a la persona mayor, que claudicaría ante las peticiones de su interlocutor, aunque sean abusivas o desmedidas y pudiéndole hacer sentir frágil e indefenso.

El chantaje emocional es un tipo de comunicación perniciosa, puesto que, si bien puede servir para conseguir que otros hagan lo que queremos, genera malestar y frustración en nuestros interlocutores, por lo que, a la larga la relación se puede enranciar e incluso romper; además, se crean dinámicas negativas tanto en la comunicación como en las emociones de las personas implicadas.

El primer paso para evitar esta conducta es ser conscientes de que la estamos llevando a cabo o bien de que la están empleando para manipularnos; ya que una vez identificada es más fácil poder manejarla y contrarrestarla de una forma racional, asertiva y que resulte positiva para todas las personas involucradas.

Recomendación Abril

Hola a todos, ahora que ha terminado el mes de abril os traemos algunas recomendaciones. La primera de ellas se trata del programa «Muerte a la muerte» de La Sexta Columna (este es el enlace). En este reportaje se abordan temas muy en boga actualmente, ¿es el envejecimiento una enfermedad o simplemente otra etapa de la vida?, ¿podremos aumentar drásticamente la esperanza de vida en los próximos años?, ¿conseguiremos que enfermedades vinculadas al envejecimiento, como las demencias, sean erradicadas?, ¿qué tiene la medicina genética que aportar a todo esto?. En este debate hay diversas posturas enfrentadas y posiblemente haya más preguntas que respuestas; sin embargo, la inmortalidad y la eterna juventud son dos anhelos del hombre desde el inicio de los tiempos. Sin lugar a dudas, nos plantea cuestiones muy interesantes para reflexionar y debatir.

La segunda recomendación que me gustaría haceros es un vídeo muy breve pero que ilustra magistralmente un aspecto muy cruel de la falta de memoria: cuando no sabemos responder a las preguntas o no reconocemos a quien tenemos delante este vídeo, realizado por la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer (AFAL) nos muestra lo que muchas veces, con nuestra mejor intención, hacemos mal al comunicarnos con personas que tienen algún grado de deterioro cognitivo (os animamos a que echeis un ojo a nuestro post sobre demencia y comunicación).

Esperamos que ambas recomendaciones sean de vuestro interés.

Fórmulas de cortesía en el trato con ancianos

Quizá el título de esta entrada sea un poco extraño, pero hoy me gustaría centrarme en un aspecto sutil del trato que damos desde la sociedad a las personas mayores, en este caso, las formas de cortesía. Esta entrada está pensada para aquellos que tratan en su vida profesional con la tercera edad (desde los médicos geriatras a los gerocultores) aunque espero que sea de interés general.

Algo que siempre me ha llamado la atención es que se empleen términos como «abuelo» referidos a personas que no son de nuestra familia. No, ese señor anciano, por el mero hecho de tener cierta edad no tiene por qué ser abuelo y, desde luego, de serlo lo es de sus nietos, no del primero que pase. Emplear ese término no deja de ser similiar a emplear «tío» o «tía» para referirnos a otra persona ajena a nuestra familia. O sea, una falta de respeto y de educación.

El tuteo tampoco es aconsejable, a no ser que la persona mayor explícitamente nos haya dicho que esa va a ser la fórmula de trato. Hay que tener presente que muchas de las personas que hoy son octogenarias, por ejemplo, trataron a sus propios padres de usted. Y no era porque no les quisieran o porque tuvieran una mala relación, sino porque era el modismo adecuado en sus tiempos. Por tanto, parece un poco extraño que inicialmente se escoja el tuteo para dirigirse a miembros de estas generaciones. Además, emplear el usted no está reñido con mostrar cariño, cercanía, familiaridad, etc. Simplemente es un signo del respeto que deberíamos mostrar a nuestros mayores.

Debemos tener presente que las generaciones que hoy son ancianas fueron educadas de otra manera. En general, dan mucho valor a las formas cotidianas de respeto (ceder el paso en una puerta, ceder el asiento, emplear el gracias y por favor, etc.) En nuestro trato con ellos deberíamos ser especialmente cuidadosos con estos aspectos ya que les hace sentir que son tratados con respeto. No es cuestión de mostrarse servil, sino de ser servicial (algo especialmente importante si estamos en el contexto laboral).

El hecho de que una persona presente un cuadro de demencia, por ejemplo, no implica que podamos o debamos tutearlo o mostrarle menos respeto. La persona sigue siendo anciana, sigue mereciendo un trato respetuoso y agradable. Es importante que adaptemos nuestra forma de comunicarnos con ellos (como ya señalamos en esta entrada), pero manteniendo siempre las formas. Si llamamos abuelo a una persona diagnosticada de alzheimer, por ejemplo, le estamos haciendo un flaco favor ya que podemos llegar a confundirla.

Pese a que lo dicho aquí son casi perogrulladas, creo que todos hemos sido testigos en un momento u otro de un trato excesivamente familiar a algún anciano. Sirvan estas líneas para que reflexionemos sobre ello y para tratar de corregirlo.

Demencia y comunicación

Uno de los grandes retos del entorno (familiares y cuidadores) de los pacientes con demencia es la comunicación. En los primeros estadios de la patología el lenguaje no se verá alterado o solo ligeramente, pero conforme avance la enfermedad, se tornará más complicado comunicarse con el afectado. Por un lado, el paciente suele mostrar una baja fluencia lingüística (cada vez se le quedan más palabras en la punta de la lengua y le cuesta más encontrar la palabra que busca, haciéndose difícil entender lo que quiere expresar), por otro, su comprensión irá disminuyendo, por lo que las frases largas, los dobles sentidos, la ironía, etc. pueden no entenderse bien.

Además, poco a poco irá disminuyendo el abanico de temas que el paciente aborda, circusncribiéndose cada vez más a aspectos que le rodean. La capacidad de abstracción irá desapareciendo, para solo poder hablar de lo concreto que está delante.

Para tratar de mejorar la comunicación con personas aquejadas de demencia es bueno seguir una serie de pautas:

  • Hablar vocalizando bien y de forma clara, asegurándonos de que la persona nos oye, pero sin gritar (porque podemos asustarles). Debemos situarnos cara a cara y manteniendo el contacto visual. Si la persona es cercana a nosotros, pequeños contactos físicos (coger de la mano, acariciar el hombro, etc.) pueden ayudar a centrar su atención y relajarlo. Hay que tener cuidado con el contacto físico y retirarlo si vemos que a la persona le incomoda.
  • Tanto si la persona no tiene problemas auditivos como si lleva audífono es bueno bajar un poquito el tono de voz (intentar que nuestra voz suene más grave). Las personas mayores escuchan mejor las voces graves y mucho peor las agudas. Si hablamos muy alto, la persona puede pensar que estamos enfadados. Además, debemos hablar siempre de forma tranquila.
  • Es reomcomendable hacer gestos con las manos para resaltar lo que se dice (por ejemplo, señalar el objeto del que habla, señalar a la persona a la que se refiere, hacer gestos imitando las acciones de las que se habla, etc.). Hay que tener cuidado en que los gestos no resulten amenazantes ni que le den miedo.
  • Resulta fundamental eliminar los ruídos innecesarios que distraigan la atención de la persona. Es importante apagar la tv y la radio (esto ayudará a que la persona centre su atención en nosotros) o no tratar de obtener respuesta si hay más conversaciones en curso a nuestro alrededor.
  • Debemos utilizar frases cortas (no más de cuatro o cinco palabras) y las palabras deben de ser sencillas. Cada frase debe contener una idea; por ejemplo «¿te apetece que vayamos al parque para ver si están tus amigos y tomamos un mosto con ellos?» es un ejemplo de mala comuniación. Lo correcto sería «¿quieres ir al parque?». El resto, se lo propondremos al ver a sus amigos.
  • Es positivo utilizar el nombre del paciente al hablar con él, cuando se habla de uno mismo señálarse con la mano y no emplear pronombres (él, ella, eso) sino nombres (Juan, Rosa, pan). No diremos «pásame eso» o «ella vendrá después» sino «pásame el pan» o «Rosa vendrá después».
  • Las preguntas deben formularse de una en una. Cuando la enfermedad avanza, las preguntas no deben ser abiertas a muchas posibles respuestas (por ejemplo, no debemos preguntarle qué quiere comer, sino que le propondremos dos opciones para escoger, restringiendo así el número de posibles respuestas). Esto facilita al paciente la tarea de escoger. Tampoco debemos incluir diferentes actividades en la misma pregunta; no diremos «¿quieres ir al parque o a casa de Juan?», le preguntaremos una cosa y después la otra. Si hace falta repetir una pregunta, procuraremos emplear las mismas palabras.
  • Hay que hablar lentamente, pronunciando con claridad y esperar a que la persona conteste. Lo que puede parecer un silencio largo puede ser el tiempo que la persona necesita para comprender la pregunta y pensar la respuesta. Si en dos o tres minutos la persona no nos ha contestado, podemos repetir la pregunta (sin urgir la respuesta ni con reproches por tener que hacerlo) asegurándonos de que nos escucha bien .
  • Nunca hay que dar por sentado que la persona no nos entiende; con la demencia, las capacidades fluctúan y pueden tener breves periodos en los que parece recuperar una pequeña parte de sus capacidades.
  • Nunca debemos hablar de la persona como si no estuviera deltante, como si fuera tonta o estuviera loca. El enfermo puede darse cuenta de que hablan de él aunque no entienda qué se está diciendo. Esto puede hacer que se sienta triste, agresivo o que piense que le quieren hacer daño.

Uno de los aspectos que más suele agobiar al entorno cercano es la reiteración de preguntas y frases. Los afectados de demencia comúnmente repiten una y otra vez las mismas frases y preguntas muchas veces por lo mismo. Sobre esto, os invito a ver este sensacional corto que resume magistralmente la regla de oro: paciencia y respeto.

Ancianidad y quejas de salud

Una de las preguntas que suelen plantearse cuando se habla de la comunicación con personas mayores es por qué se dan tantas quejas sobre la salud en este grupo de edad. Si juntamos a cinco ancianos parece que compiten por ver quién tiene peor la cadera, el corazón, quién sufre más del reuma o cuántas veces han tenido que ir al médico en el último mes. Esto mismo suele ocurrir cuando una persona anciana se ve rodeada de gente más joven, emplea la queja como vínculo comunicativo ¿Se vuelven más hipocondríacos?, ¿tienen mucho tiempo libre que emplean en auto-observarse?, ¿es por el miedo a la muerte? Pues la realidad es que ese tipo de comunicación se emplea porque resulta la forma más efectiva de captar la atención de los interlocutores.

 

conversacion

Las personas mayores sufren una discriminación real y fácilmente observable debido a su edad (aunque no existe un término oficial se suele usar etaismo o edaismo); consideramos que no saben, pueden o deben realizar muchas actividades por motivo de los años cumplidos. Además, prestamos entre poca y nula atención a toda comunicación que provenga de un anciano. Salvo una excepción: cuando esta comunicación se presenta en forma de queja sobre su salud. Si una persona mayor habla de su historia de vida, de sus recuerdos y experiencias, si nos da su opinión sobre temas actuales, etc. solemos ignorarlos. Ahora bien, si nos dice que le duele algo, que no se siente bien, logra captar nuestra atención e iniciar una conversación. Este hecho, por mero condicionamiento, fomenta que la comunicación se centre en quejas sobre la salud, ya que es el único modo (o al menos, el más efectivo) que tienen nuestros mayores para poder comunicarse.

Los seres humanos, como seres sociales que somos, necesitamos de los demás para un correcto desarrollo durante toda nuestra vida. Necesitamos comunicarnos y expresarnos, aunque sea a base de quejas. Es fácil concluir que una gran parte del problema nace de la discriminación de este grupo de edad.

Está en nuestra mano el cambiar parte de este problema. Gestos tan sencillos como prestar atención a la conversación cuando no se basa en quejas, iniciar nosotros la interacción comunicativa en base a temas que no estén relacionados o reconducir la conversación a temas desvinculados con la queja nos ayudarán a que la conversación con nuestros mayores no gire en torno a la salud y sus problemas, abriéndonos un abanico de nuevos temas sobre los que hablar. Lógicamente, cambiar hábitos nos cuestra a todos, tengamos la edad que tengamos. Eso implica que si una persona anciana está acostumbrada a comunicarse empleando la queja, se va a necesitar un tiempo para modificar este patrón. Es importante ser constantes y perseverar para alcanzar el objetivo.

La soledad y el aislamiento son dos de los principales, y más dolorosos, problemas a los que se enfrentan nuestros mayores. Muchas veces se sienten solos aunque estén bien acompañados, sienten que lo que tienen que contar no le interesa a nadie, que son ridiculizados cuando expresan sus emociones o pensamientos. De ahí que a veces la comunicación se reduzca a un ámbito que todos nos tomamos bastante en serio como es la salud.