Recomendación febrero

Acabando el mes de febrero os traigo un par de recomendaciones.

En primer lugar me gustaría recomendaros los libros de Anna Puig llamados “Ejercicios para mejorar la memoria”. Se trata de una serie de libros  en las que se plantean ejercicios para mantener la mente activa, trabajando la memoria pero también otras capacidades cognitivas. Los libros tienen la característica de no estar pensados para personas que ya muestren un deterioro de las habilidades mentales, teniendo una dificultad un poquito mayor de la que se suele encontrar en manuales de estimulación centrados en personas con deterioro. Por tanto, estos libros resultan apropiados para personas sin declive cognitivo que quieren mantener su mente activa.

Por otro lado, me gustaría recomendaros la película “Pequeña Miss Sunshine”. Esta cinta, del año 2006, nos muestra el retrato de una familia un tanto peculiar que une sus esfuerzos para conseguir que la pequeña Olive compita en un concurso de belleza infantil. Con esa historia como telón de fondo, las relaciones intergeneracionales, la búsqueda de nuestro propio lugar en el mundo, la influencia de los abuelos en la crianza de los nietos son algunos de los muchos temas que se  plantean en clave de humor y con mucha ternura. Alan Arkin, en el papel del abuelo Edwin Hoover realiza una magnífica actuación que sirve para recordarnos que no hay una sola forma de ser ancianos, que cada persona llega a esa etapa con su propio bagaje, su propia forma de entender el mundo y relacionarse con él. Su papel, aunque secundario, me pareció de lo mejor de la película, así como la preciosa relación que mantiene con su nieta. Quizá deberíamos ir abandonando el estereotipo de anciano que solemos manejar y este tipo de ejemplos nos pueden ayudar. Este es el trailer:

Espero que disfrutéis de ambas.

Sistema nervioso y envejecimiento: el hambre

En artículos anteriores se ha abordado el tema de cómo el sistema nervioso se va modificando con el paso del tiempo y cómo estos cambios suponen modificaciones en los hábitos y comportamientos de las personas. Así, hechos como contar con un menor oído o no percibir correctamente las señales de sed, son ejemplos de una amplia serie de cambios que debemos conocer con el objetivo de minimizar el impacto que tienen sobre nuestro día a día, adaptarnos lo mejor posible a ellos (incluso compensarlos mediante ayudas externas) y comprender mejor cómo es el universo de las personas mayores.

Ya hablamos en un artículo anterior de cómo el envejecimiento del sentido del gusto y del olfato tiene consecuencias directas en la vida de las personas, especialmente en el caso de la comida. En este artículo se pretende profundizar un poco más en este aspecto, observando qué ocurre con la sensación de hambre y de saciación (la sensación de estar llenos, de haber ingerido suficiente comida y no querer comer más) en función del envejecimiento.

En general, conforme las personas envejecen, especialmente en aquellas que consideramos muy ancianas, se produce un estado de anorexia, esto es, falta de apetito (no confundir con anorexia nerviosa, considerada una enfermedad psiquiátrica). Es decir, conforme las personas se hacen más mayores tienden a mostrar un menor apetito. Este hecho se debe a múltiples motivos, siendo de especial importancia algunos aspectos metabólicos y fisiológicos, como es el envejecimiento de las áreas cerebrales que controlan la sensación de hambre y de saciedad. Estas áreas cerebrales son las encargadas de procesar las señales que les llegan de otras partes del cuerpo (como el sistema digestivo) para hacer sentir a la persona que tiene hambre y debe comer o que ya ha comido suficiente y no debe comer más. Si estas áreas sufren algún tipo de lesión, se encuentran afectadas por alguna patología o medicación, o se modifican por el paso del tiempo, se observarán cambios en las conductas alimentarias de las personas.

En muchas ocasiones, se observa que las personas muy ancianas tienden a disminuir su peso, así como la cantidad de tejido graso en su cuerpo. Aunque esto no siempre ocurre, ya que aunque la persona ingiera poca comida, puede mantener el peso a causa de no hacer ejercicio. Además, si a este proceso de falta de apetito se unen otros factores (de los que ya hemos hablado) como problemas de olfato o de gusto, el resultado es que cada vez comen menos. Es importante tratar de que las personas mayores coman de una forma equilibrada (comer bien no significa comer mucho; sino comer todo aquello que el cuerpo necesita en las cantidades apropiadas para estar sano), siguiendo todas las recomendaciones que les pauten los profesionales sanitarios.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que, en nuestra cultura,  el acto de comer es un acto social; disfrutamos más compartiendo la comida con otros. En personas ancianas que viven solas, puede ocurrir que disminuyan la frecuencia con la que cocinan por diversos motivos (el hecho de comer solo, lo desmotivante de cocinar para uno, etc.). Así, no es extraño que se sustituyan las comidas principales (comida y cena) por alimentos como leche con galletas, pan con algo de embutido, etc. Este tipo de conductas resultan peligrosas ya que la persona, pese a mantener un peso estable, puede estar ingiriendo menos nutrientes de los que precisa (o ingiriéndolos de manera descompensada) fomentando así problemas de salud de diversa gravedad, como puede ser la anemia o la diabetes. Es importante que las personas mayores cuenten con un buen soporte a la hora de conocer qué alimentos deben comer con más frecuencia y qué preparaciones son más adecuadas para ellos. Algunas ideas que pueden ayudar cuando hay poca hambre es tratar de comer alimentos más energéticos (como son las legumbres) en lugar de otros que aportan menos energía y nutrientes (como caldos limpios de verdura). Además, se pueden enriquecer las comidas mezclando alimentos (por ejemplo, echándole un poco de yogur a la fruta). En cualquier caso, es importante asesorarse con profesionales de la salud que puedan estudiar cada caso de forma individualizada y proponer la dieta más recomendable para cada persona.

Aunque eso sea común no significa que ocurra siempre. Hay personas mayores que muestran más apetito e incluso ganan peso. Eso puede deberse a múltiples factores (por ejemplo, tener más tiempo para comer tras la jubilación; estar más tranquilos, sin «nudos en el estómago»; llevar una dieta más calórica por elegir otros alimentos, etc.). Además, el envejecimiento de las áreas cerebrales responsables de la sensación de saciedad puede dar como resultado que la persona nunca se sienta llena o saciada, teniendo siempre apetito.

Otro colectivo que merece especial atención es el de las personas mayores que padecen deterioro cognitivo o demencia. En estas circunstancias, algunas personas también presentan problemas de falta de apetito, mientras que otras muestran justo lo contrario, un aumento sustancial de las ganas de comer. Esto puede deberse a múltiples motivos, siendo remarcables el hecho de que la persona muestre una menor sensación de saciedad (no procese correctamente las señales de que ya ha comido bastante) así como el hecho de que no recuerde haber comido. En este tipo de pacientes no es raro escuchar quejas sobre que no les dan de comer, ver como esconden comida o como se pasan todo el día picando. En estas situaciones hay que tener cuidado con que la persona no ingiera demasiada comida (especialmente alimentos muy dulces o salados), siendo el cuidador el resposable de velar por que la dieta sea apropiada.

 

 

El mal tiempo y las personas mayores

Ahora que parece que por fin el temporal que nos ha acompañado las últimas dos semanas amaina, me gustaría que reflexionásemos un poco sobre cómo afecta la climatología, en este caso invernal y adversa, a los mayores.

Es sabido que el tiempo afecta a nuestro estado de ánimo, así como condiciona en gran medida las actividades que realizamos. Días como estos pasados, salir de casa para cualquier actividad es casi una aventura de riesgo. Si a la población general el clima le afecta, hay que pensar que este factor es aún más condicionante en ancianos.

Para empezar, salir de casa para realizar ejercicio físico (por ejemplo, caminar) se antoja prácticamente imposible; incluso, peligroso. Estos días, entre las fuertes lluvias y, sobre todo, las rachas de viento, algunas personas mayores (especialmente aquellas con movilidad reducida o con problemas de equilibrio) no pudieron salir de sus hogares o lo hacían “jugándose el tipo”. Esto supone un problema, puesto que el ejercicio físico es necesario para una buena salud (física y mental) a cualquier edad. En días como estos, se aconseja a los mayores que traten de realizar ejercicios en casa; si bien suele resultar más desmotivante que salir a la calle. Aprovecho aquí para hacer un pequeño inciso, en nuestro país, el uso de andadores no está muy extendido; sin embargo, son mucho más aconsejables que el bastón. En próximos post abordaremos esta cuestión en profundidad.

La baja luminosidad, por otro lado, también afecta a nuestro estado de ánimo. Cuando nos encontramos con un clima como el gallego, en que muchos días la nubosidad nos deja un ambiente oscuro, el estado de ánimo suele verse alterado, mostrándonos más apáticos, algo melancólicos y faltos de energía. Es cierto que hay personas más sensibles que otras (así, algunas prácticamente no notan la diferencia mientras que otros llegan a padecer cuadros de depresión estacional, por ejemplo), pero en general, todos nos vemos afectados. Las personas mayores no son una excepción.

El frío es otra importante limitación a la hora de realizar actividades fuera de casa. Por miedo a constiparnos o coger la temida gripe, muchas veces aplazamos recados, visitas o salidas, esperando que cese el frío y que la temperatura se vuelva más cálida. Además, el frío y la humedad suelen acrecentar las molestias derivadas de patologías óseas, lo que aumenta la limitación que algunos mayores pueden sentir. No perdamos de vista que los mayores suelen sentir más frío de forma general, además.

Foto cortersía de Dudi López que nos muestra lo bonitas que están algunas calles de Santiago los días de fuertes lluvias.

Con esta fotografía es fácil darse cuenta de que el clima gallego no es el mejor para las personas mayores. ¿Qué pueden hacer para tratar de contrarrestarlo? Pues quizá hay que hacer nuestro el dicho de que al mal tiempo, buena cara. Para empezar, si es viable hay que tratar de hacer ejercicio en casa los días que salir fuera es una odisea. Caminar por el pasillo, hacer bicicleta estática o sencillos ejercicios como los que nos proponen desde Cruz Roja pueden ayudar a mantenernos en forma.

 

Aunque parezca una obviedad, vestir de forma adecuada es fundamental para hacer frente a las inclemencias meteorológicas. Un buen calzado, que no deje pasar el agua y no resbale sobre superficies mojadas, es un gran aliado. Además, si usamos chubasquero o capa de agua en lugar de paraguas evitaremos el efecto del viento sobre el mismo (que puede llegar a hacernos tropezar) y nos dejará las manos libres. Abrigarse correctamente (además del cuerpo, todo aquello que pueda quedar al aire como la cabeza, las orejas, el cuello o las manos) ayudará a disminuir la sensación de frío. Si la persona mayor emplea un bastón, es bueno colocar un apoyo extra en la base para que aumente la sujeción al suelo, disminuyendo el riesgo de resbalones.

Por último, el climas como el nuestro, donde cada año nos enfrentamos con borrascas, ciclogénesis y, en general, un tiempo duro, es importante buscar ocio que se pueda realizar en el interior. Desde apuntarse a un gimnasio (que permitiría realizar ejercicio a cubierto y calentito), a clase de manualidades, actividades de la Universidad o canto y pandereta. Sabemos que tenemos un invierno largo y duro, pues debemos acostumbrarnos a él y adaptarnos para seguir realizando actividades.

Recomendación de enero

Hoy inauguramos una nueva categoría de este blog: recomendaciones. Cada mes me gustaría recomendaros diferentes elementos relacionados con el envejecimiento y la Psicología que nos acerquen, de una manera u otra, al mundo de la ancianidad; la idea es buscar series, artículos, guías, etc., vinculados con el tema que puedan servir como recurso de trabajo o como forma de cambiar nuestra percepción sobre esta etapa de la vida.

En este mes inaugural, las dos recomendaciones que os traigo son:

-“Activando a memoria desde o Museo do Pobo Galego”: El Museo do Pobo Galego ha elaborado una guía de estimulación cognitiva para personas mayores basada en los rasgos propios de nuestra cultura. Se trata de materiales adaptados a los usos y costumbres que permiten realizar una labor de estimulación mucho más afín a un gran porcentaje de población de nuestra comunidad. Es una gran guía, muy útil no sólo para los profesionales del sector, también para familias que quieran aprovechar este recurso. La guía, además de ejercicios, incluye una pequeña explicación de cada capacidad cognitiva, así como una explicación de la utilidad de cada ejercicio. En la página del Museo do Pobo Galego la podéis encontrar y descargar, pues es gratuita.

-“El cuarteto”: El debut como director de Dustin Hoffman es esta maravillosa película que trata sobre una residencia de ancianos en la que conviven grandes músicos retirados. Esta película nos muestra de un modo inteligente y mordaz asuntos anodinos de un centro de mayores, abordando en segundo plano aspectos cruciales como la autoestima en el envejecimiento, el apoyo del grupo de iguales en situaciones comprometidas (como el inicio de una enfermedad degenerativa), las ansias de reconocimiento que durante toda la vida muestra el ser humano, etc. Huyendo del sentimentalismo, el derrotismo o el cinismo, esta película  nos muestra de un modo dulce y agradable otra visión sobre la ancianidad.

Espero que disfrutéis de ambas recomendaciones.