El sistema nervioso y el envejecimiento: Gusto y olfato

En esta serie de artículos se está abordando cómo los cambios en el sistema nervioso afectan a la vida de las personas a medida que envejecen. Estos cambios pueden observarse en todas las esferas de la vida, a nivel físico, psicológico y social. Hasta ahora, hemos hablado del envejecimiento del sentido del oído y del equilibrio y de la vista.

En este artículo vamos a abordar el envejecimiento de dos sentidos que, si bien son realmente importantes, no tenemos tan presentes como debiéramos. Se trata del sentido del olfato y del gusto. Aunque son sentidos independientes se encuentran fuertemente asociados, algo que se puede apreciar muy bien si pensamos en la comida. Nuestra boca está preparada para captar los sabores dulce, ácido, amargo y salado. Sin embargo, cuando comemos podemos percibir muchos más matices en los alimentos. Esto se debe al olfato (de ahí que cuando estamos constipados o con la nariz taponada no percibamos los sabores de la comida con normalidad y todo nos parezca insulso). El olfato y el gusto son de crucial importancia para poder disfrutar de la comida e incluso para poder alimentarnos correctamente. El acto de comer no se realiza solo para cubrir una necesidad biológica, también es un acto social en toda regla (por eso, la mayoría de las celebraciones en nuestra cultura se hacen alrededor de la mesa). Cuando las personas dejan de disfrutar con la comida (porque “no les sabe a nada”) en muchas ocasiones comen menos (disminuyendo la variedad de alimentos) y pueden dejar de participar en actos que se hagan en torno a la mesa, aislándose socialmente. Muchas personas mayores se quejan de que la comida ya no les sabe y terminan optando por alimentos muy dulces o salados ya que si bien no perciben los matices que el aroma proporciona, sí perciben estas diferencias.

lengua

Por otro lado, el no poder percibir bien el olor y sabor de la comida puede llegar a ser peligroso, puesto que podemos ingerir alimentos en mal estado sin darnos cuenta. Centrándonos en el olfato, el no poder percibir bien los olores puede exponernos a peligros como no detectar una fuga de gas.

Hay que dejar bien claro que, aunque el envejecimiento lleva aparejado una reducción de la capacidad de estos sentidos para percibir los estímulos, ciertos hábitos de vida contribuyen a acentuar esta disminución. Así, fumar, estar expuesto a ciertas partículas dañinas, ingerir alimentos a muy altas temperaturas, algunos tratamientos farmacológicos o determinadas enfermedades pueden aumentar el grado en el que nuestros sentidos envejecen, entre otros.

Con el envejecimiento, el número de papilas gustativas (que son los receptores del sabor alojados en la lengua) disminuyen, por lo que resulta más complicado poder saborear los alimentos. Además, no solo disminuyen en número, también en funcionalidad. Las papilas que quedan sufren una atrofia, siendo menos eficientes a la hora de captar el sabor de los alimentos.  A todo esto debemos sumar el hecho de que la boca segrega menos saliva, lo que impide que la comida se humedezca correctamente, dificultando tanto la capacidad de saborear alimentos como la propia digestión.  En el caso del olfato, también debido al envejecimiento, el número de receptores olfativos tiende a disminuir con el paso de los años, además de disminuir la concentración de mucosidad (los mocos sirven para que los olores perduren en nuestros receptores, siendo así captados mejor, además de contribuir también a la “limpieza” de dichos receptores olfativos).

Cuando las personas mayores se quejan de que la comida ya no sabe igual, de que no les apetece comer porque nada sabe rico, etc. resulta interesante realizar una consulta al médico para que pueda discernir si se trata de un cambio normal debido al envejecimiento o hay otros factores (como enfermedades o medicamentos) que puedan estar afectando.

Aun con todo, hay una serie de pautas que se pueden llevar a cabo para aumentar el interés por la comida y tratar de paliar los efectos del envejecimiento de estos sentidos:

  • Presentar la comida de un modo atractivo para que nos “entre por los ojos”) ayuda a que resulte más apetitosa. Todos preferimos comer de un plato bien presentado que comer algo de color y forma indeterminado. Es especialmente tener esto en cuenta cuando las personas se alimentan especialmente con comida blanda tipo purés. Tratar de que tengan colores diferentes jugando con los ingredientes que se emplean, servirlos en diferentes recipientes (platos hondos, cuencos, tazas anchas, etc.) ayuda a que no resulte monótono.
  • Otro buen hábito es dejar que las personas huelan la comida antes de empezar a comer. En nuestra cultura, olisquear los alimentos no se considera un acto de buena educación, sin embargo, es algo que facilita la salivación y aumenta el apetito.
  • El empleo de ciertas especias o condimentos también ayuda a que la comida resulte más sabrosa. También puede resultar útil jugar con texturas (añadiendo cosas crujientes, por ejemplo).
  • Conseguir que la comida siga siendo un acto familiar y social, en el que nos relacionamos, hace que el hecho de comer resulte más agradable.

Por otro lado, hay que procurar que la persona anciana continúe manteniendo una dieta saludable, equilibrada, siguiendo las pautas marcadas por los médicos.

Sistema nervioso y envejecimiento: vista

En un artículo anterior empezamos a abordar los diferentes cambios que se producen en nuestro sistema nervioso a causa del envejecimiento y qué impacto tienen estos cambios no solo a nivel físico, también a nivel psicológico y social en la vida de las personas mayores. En el artículo anterior hablábamos del envejecimiento sensorial y, en concreto, de cómo los cambios en el oído tienen repercusiones tanto en la audición como en el equilibrio de las personas mayores.

ojo

En este artículo abordaremos el envejecimiento de otro de nuestros sentidos: la vista. Es importante tener en cuenta que algunos de los primeros signos de envejecimiento de este sentido se pueden observar a partir de los 50 años. Y es lógico pensar que dependiendo de ciertos hábitos (como leer, usar monitores electrónicos a corta distancia, etc.) se acelera este proceso. Algunos de estos cambios son comunes en personas de determinada edad, además de ser fruto del mero hecho de envejecer, por lo que no se los considera patológicos.

Gozar de una buena salud visual es de suma importancia para poder interactuar de una forma enriquecedora con el medio que nos rodea. Las personas mayores con problemas de visión que no han sido corregidos (bien porque no se pueden corregir, bien por falta de acceso a los tratamientos o prótesis) suelen dejar de hacer actividades de las que disfrutan (como leer, hacer manualidades, cocinar, por poner algunos ejemplos comunes) e incluso tienen problemas en su vida diaria, ya que tareas como leer una carta del ayuntamiento o una receta médica pueden llegar a ser imposibles. Si la persona anciana termina perdiendo buena parte de su agudeza visual pasa a encontrarse en una situación de elevada dependencia, puesto que mientras no se acostumbre a la nueva situación, no podrá realizar actividades sencillas y cotidianas por sí misma (por ejemplo, hacer la comida o elegir la ropa para vestirse por las mañanas).

Es importante realizar los exámenes de visión necesarios, además de adoptar las medidas que nos indiquen los profesionales, a fin de evitar todos los problemas derivados de no poder emplear el sentido más importante del ser humano. En los casos menos graves, los problemas derivados de una mala visión pueden ser desde dolores de cabeza (muy habituales cuando no vemos bien) hasta el aislamiento de la persona (el cual tiene repercusiones muy graves en el estado de salud general).

A medida que envejecemos, la agudeza visual (la nitidez con la que vemos los objetos) tiende a disminuir poco a poco, causando problemas para ver con claridad algo cercano (como leer letras pequeñas). Esta disminución de la agudeza visual ligada a la edad se denomina presbicia. Aunque este problema se corrige con gafas, en personas que nunca las han necesitado pueden aparecer reticencias a empezar a usarlas; sin embargo, es recomendable hacerlo lo antes posible, a fin de evitar problemas derivados como dolores de cabeza, dificultades en la lectura o en la conducción, etc.

Además de problemas para enfocar objetos que están a una distancia cercana, con la edad, nuestra capacidad para ver con nitidez los objetos que se encuentran en la periferia del campo visual también disminuye. Esto se traduce, por ejemplo, en que tendremos mayores problemas para ver con claridad a alguien que se siente a nuestro lado, en comparación con la persona que se sienta enfrente. Esto es más notorio en personas muy ancianas. Por eso, es importante que cuando queramos hablar con una persona mayor con problemas de audición y/o visión nos situemos siempre cara a cara, evitando ponernos a los laterales.

La edad tiene aparejada otros problemas comunes como la menor tolerancia a luces brillantes y tardar más tiempo en adaptarse a los cambios bruscos de iluminación (por ejemplo, si entramos a una habitación oscura desde un lugar soleado). Este problema se muestra especialmente molesto (e incluso en ocasiones peligroso) en personas de edad elevada que se deslumbran con facilidad y conducen de noche, siendo aconsejable en estos casos evitar este tipo de desplazamientos, por su propia seguridad y la del resto de conductores. Además, la percepción de los colores también se va alterando, llegando un punto en que distinguir colores similares (anaranjado y rojo, por ejemplo) se vuelve dificultoso.

Las personas mayores, además, precisan de una mayor cantidad de iluminación para poder percibir adecuadamente. Y el contraste entre la figura y el fondo debe de ser mayor para poder percibirlo correctamente.

Hasta ahora analizamos algunos de los cambios que, si bien no se dan en todas las personas ni con la misma intensidad, son comunes y se asocian a los cambios esperables producidos por el envejecimiento. En muchos casos, las repercusiones que tienen estos cambios se pueden mitigar de diferentes formas (por ejemplo, usando gafas).

Sin embargo, existen patologías que, si bien se pueden observar más entre la gente mayor, no se consideran fruto del envejecimiento sano. Las cataratas, la degeneración macular, el glaucoma o diversas retinopatías son patologías que muestran mayor incidencia en las personas mayores, aunque no solamente las personas ancianas las padecen. Debemos pensar que, aunque algunas cuentan con tratamiento (o con intervenciones paliativas) cualquier problema que afecte a la calidad de la visión, causando daños más o menos permanentes, debe ser tratada lo antes posible. Perder el sentido de la vista, el más importante para el ser humano, a una edad avanzada es un grave problema. La pérdida de este sentido, sumado al envejecimiento del resto de los sentidos, hace que la persona tenga muchos más problemas a la hora de adaptarse, quedando aislada del medio en una situación de indefensión; lo que puede ser devastador tanto a nivel físico como psicológico y social.

Sistema nervioso y envejecimiento: oído

En esta serie de entradas abordaremos como el envejecimiento del sistema nervioso produce modificaciones no solo a nivel físico, también a nivel psicológico y social. Desde los cambios en los sentidos, a los relacionados con la ingesta de alimentos o la termorregulación, la capacidad de inhibición de respuesta o la atención, existen una serie de cambios debido al envejecimiento de los órganos que componen el sistema nervioso que tienen un fuerte impacto a nivel psicológico y social.

Algunos de los cambios en nuestro cuerpo son obvios, como las canas o  las arrugas. Otros, sin embargo, son menos superficiales y más difíciles de identificar. Al igual que envejece nuestra piel, el resto de órganos que conforman nuestro cuerpo también se modifican. Naturalmente, no todas las personas mayores sufren los mismos cambios ni se tienen que presentar con la misma intensidad. Además, estos cambios son paulatinos, se inician antes de lo que se creen (se sitúa los 30 años como el inicio del envejecimiento del sistema nervioso) y se ven mediados por los hábitos de vida. Sin embargo, una serie de ellos se consideran comunes y habituales siendo relativamente universales.

En primer lugar hablaremos de los cambios en los sentidos y de cómo este proceso tiene fuertes repercusiones para el individuo. Tradicionalmente, se ha hablado de los cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Actualmente, se habla a mayores de, al menos, nocicepción (el sentido del dolor), propiocepción (sentido de nuestro propio cuerpo y de la situación de las diferentes partes del mismo) y del sentido del equilibrio. Los sentidos reciben información del ambiente que traducen en una señal que llega a nuestro cerebro. Esa señal, dependiendo de su naturaleza, será traducida como olor a vainilla, suavidad, frío, salado o color verde, por ejemplo. Para que esta señal ambiental llegue a traducirse en una nerviosa, necesita presentar cierta intensidad, a fin de poder ser percibida por los sentidos. Esa intensidad mínima se denomina umbral. El envejecimiento aumenta el umbral en el que percibimos las cosas (eso significa que la señal deberá ser de mayor intensidad para ser captada).

En relación al oído, con la edad es relativamente común que aparezcan deficiencias auditivas y problemas en el equilibrio (el equilibrio está controlado por el oído interno).

audifono

La presbiacusia es la pérdida de audición asociada a la edad, disminuyendo la audición por ambos oídos, especialmente a las frecuencias más altas. Esto se traduce en la dificultad para diferenciar sonidos o escuchar con nitidez conversaciones cuando hay ruido de fondo. Cuando aparece esta disminución en la capacidad de audición es conveniente consultar al médico, a fin de realizar un examen y evaluar la necesidad de emplear audífonos. En muchas ocasiones, la gente resta importancia a esta disminución en la capacidad de audición. Sin embargo, puede dar lugar a situaciones molestas e incluso peligrosas. Además, el hecho de no escuchar bien lo que nos rodea, nos aísla del medio, lo cual nunca es beneficioso para las personas y puede tener un fuerte impacto negativo en la vida social y en el estado emocional de quien lo sufre. En personas que ya usan audífonos, es importante realizar las revisiones con la asiduidad que marquen los profesionales.

Otro sentido importante que se ve afectado por el envejecimiento del oído es el del equilibrio. Con la edad, las personas ven mermado su equilibrio, así como la capacidad para notar la vibración en los miembros inferiores. Además, se dan una serie de cambios en la postura y la coordinación que pueden aumentar el efecto de la pérdida de este sentido, pudiendo tener graves consecuencias, como son las caídas. Debido a la aparición de otras patologías (como la osteoporosis) las caídas cobran una gran relevancia en la tercera edad. Cuando una persona mayor tiene problemas de estabilidad y equilibrio es necesario tener una serie de pautas en cuenta. La primera, es acudir al médico para que realice una evaluación. Además, se pueden llevar a cabo otras intervenciones como la adaptación de la vivienda. Dependiendo del estado de la persona afectada podrá bastar con pequeños cambios (retirando alfombras, objetos que obstaculicen el paso, etc.) o se necesitará un mayor cambio en la vivienda (como la instalación duchas adaptadas, pasamanos en los pasillos, etc.). La afectación de la marcha y del equilibrio puede llevar a que la persona apenas camine (con la consecuente repercusión en su salud física), no salga de casa, necesite ayuda para actividades como el aseo, etc. Realizar ejercicio físico, especialmente aquel ideado pensando en la ancianidad, puede ayudar a que las personas mayores mantengan mejor el equilibrio, estén más ágiles y así eviten caídas.

En cualquier caso, es importante aceptar estos cambios como parte del proceso natural de envejecimiento. Por otro lado, es importante saber que ciertos hábitos (como no estar expuesto a ruido intenso de forma prolongada, una buena higiene, alimentación equilibrada o ejercicio regular, entre otros) pueden ayudar a conservar mejor nuestro sentido del oído y el equilibrio. En próximas entradas seguiremos hablando del envejecimiento de los sentidos y del sistema nervioso.