Sistema nervioso y envejecimiento: la sed

Este es el cuarto artículo de la serie que pretende explicar los cambios que ocurren por el mero hecho de envejecer en el sistema nervioso. Hasta ahora hemos hablado del envejecimiento de los sentidos que más cambios sufren con el paso del tiempo (el oído, el equilibrio, la vista, el gusto y el olfato) y de cómo estos cambios pueden influir en el día a día de las personas mayores (y no tan mayores), pero no solo los sentidos se trasforman a causa del paso del tiempo. El propio cerebro sufre cambios que conllevan que algunos aspectos cotidianos se vean modificados. Obviamente, no todos los cambios se producen igual en todas las personas. Como siempre se repite en este blog, es muy importante tener en cuenta que cada ser humano envejece de una forma diferente. Aun con todo, sí se pueden observar ciertos patrones comunes. En este artículo vamos a abordar un problema extendido en las personas mayores como es la falta de sensación de sed y los problemas de deshidratación. Muchas personas mayores, así como los profesionales que tratan con ellos y cuidadores familiares, expresan su preocupación debido al hecho de que, en general, los ancianos no tienen sed y no quieren beber.

vaso

Algunas patologías que pueden estar presentes en la edad mayor (como la diabetes) o ciertas medicaciones hacen que sea especialmente importante vigilar algo que parece tan sencillo como beber la cantidad de agua necesaria; además, no se puede olvidar que personas mayores, debido al propio envejecimiento del sistema nervioso central, tienen atenuada la sensación de sed. Eso significa que, aunque su cuerpo precise agua, no se van a procesar correctamente las señales y, por tanto, la persona no sentirá la necesidad de beber. En temporadas de mucho calor, como es el verano, es común escuchar recomendaciones sobre la correcta hidratación de las personas mayores. Es importante que todos los ancianos (especialmente aquellos que no precisan de una supervisión ni apoyo) tomen conciencia de la cantidad de líquidos que se precisan al día y que, aunque no sientan especial gana de beber, traten de ingerir las dosis adecuadas.

Es importante tener en cuenta que algo que parece tan superfluo como mantener un buen nivel de hidratación es realmente importante para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo, siendo de crucial importancia en aspectos tan diversos como el buen funcionamiento de la memoria o mantener a raya el estreñimiento, por ejemplo. El agua forma parte de nosotros y conseguir mantener un buen equilibro entre la que se expulsa y la que se ingiere es crucial para que todo nuestro cuerpo funcione correctamente. Generalmente, pensamos que solo mediante la orina y el sudor eliminamos agua, sin embargo, otras acciones (como respirar, salivar, sangrar, lagrimar, etc.) conllevan una disminución del nivel de agua disponible en el cuerpo.

Debemos tener presente que hay muchas formas de ingerir el agua necesaria para mantener la homeostasis. Los caldos (siempre que no contengan altos niveles de sal), zumos naturales, leche, frutas, etc. también contienen agua que contribuye a hidratarnos; además es importante saber que las bebidas azucaradas no solo no calman la sed, sino que aumentan la necesidad de agua en nuestro organismo.

No solo es importante tomar líquidos con frecuencia, también lo es hacerlo antes de tener sed. En muchas personas mayores, cuando aparece esta sensación, ya está presente un cuadro de deshidratación leve. Por eso conviene tener una rutina en que la ingesta de agua se haga de forma regular, y hacerlo no solo durante las comidas, también entre horas.

Es especialmente importante prestar atención a aquellas personas mayores que padecen algún tipo de demencia. En muchas ocasiones, la sensación de sed está incluso más mermada que en el resto de población mayor pudiendo ocurrir que, al preguntarle si quiere beber, conteste no, sin ser realmente cierto (puede que no entienda la pregunta, que no sepa expresar la respuesta, etc.). En estos casos, es importante buscar la forma de satisfacer las necesidades de la persona sin esperar a que lo manifieste, ofreciéndole bebida en lugar de preguntarle si quiere beber, ayudándonos de frutas jugosas (como el melón o la sandía) o, en casos en que la ingesta de líquidos se vea muy dificultada por la reticencia del mayor, ayudándonos de gelatinas con sabor.

Aunque estas recomendaciones se hacen sobre todo en verano cuando hace mucho calor, durante todo el año se deberían seguir pautas adecuadas para mantener una correcta hidratación que ayude a nuestro cuerpo a mantener el equilibrio que necesita.

El envejecimiento activo

En la actualidad se habla mucho de la necesidad de instaurar y desarrollar programas de envejecimiento activo; pero ¿en qué consiste este concepto? El envejecimiento activo es el proceso de aprovechar al máximo las oportunidades y fomentar actividades para tener un bienestar físico, psíquico y social durante todo el ciclo vital. El objetivo es extender la calidad, productividad y esperanza de vida hasta en edades avanzadas.

En este contexto, el concepto actividad no sólo se aplica a trabajos físicos o a la movilidad, ya que se reconoce la importancia de mantenerse activos mentalmente o en la vida social, llevando a cabo actividades lúdicas, voluntariados, actividades culturales, retomando los estudios, ayudando a la red familiar o a la comunidad, viajando, etc.

Hasta hace poco, se hablaba mucho del envejecimiento saludable, aquel en el que se adoptaban patrones de conducta y hábitos orientados a mantener un buen estado de salud general en la persona anciana. Con el paso de los años, nos dimos cuenta de que estar sano no es lo mismo que ser feliz, que estar integrado, que ser un miembro participativo de la sociedad. Por tanto, el concepto saludable se quedó “pequeño” para la idea que se quería transmitir: no sólo hay que tener salud, también hay que tener oportunidades para disfrutarla. Una de las máximas de la gerontología es que no sólo hay que echar años a la vida, sino también vida a los años.

La importancia de desarrollar estos programas de envejecimiento activo (y de inculcar ciertos valores a la población en general) radica en los aspectos altamente positivos que se consiguen con el mismo, no sólo para la persona en sí, también para la sociedad en general. Así, una persona que intente llevar a cabo un envejecimiento activo será un individuo con buenos hábitos socio-sanitarios, con una buena red social soporte, colaborativa con la comunidad en la que se encuentre. Por tanto, además de promover el bienestar psicológico de las personas mayores, supone una mejora de inclusión social y una reducción del gasto sanitario.

Cuando una persona, independientemente de la edad que tenga, tiene a mano herramientas que le permitan mantenerse sana, estar integrada socialmente, desarrollar facetas de su vida que le resulten placenteras, etc. podrá desarrollarse plenamente a nivel psico-social, lo que obviamente incide en su estado de salud general. La vejez, pese a tener mala prensa, es una etapa de la vida en la que mucha gente, al sentirse liberada de otras cargas, aprovecha para desarrollar aspectos de su vida que tuvieron que dejar aparcados debido al cuidado de la familia, el mundo laboral, etc. Así, al llegar a la edad de jubilación retoman sus estudios; realizan actividades lúdicas como clases de música, pintura, gimnasia, etc.; viajan y conocen lugares a los que siempre quisieron ir; dedican más tiempo a sus amistades y a la familia; se ofrecen como voluntarios en proyectos comunitarios, etc.

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Por tanto, el envejecimiento activo es de crucial importancia a nivel individual y a nivel colectivo. A nivel individual porque permite que los individuos, independientemente de su edad, puedan gozar de un buen estado de salud, integración social, equilibrio emocional, reconocimiento, etc. Por otro lado, a nivel colectivo suponer beneficiarse de la experiencia acumulada durante tantos años por personas que hoy en día tienen tiempo para compartirla con los demás.

Cualquier momento es bueno para ser activo, para intentar desarrollarnos en todas las facetas de nuestra vida, para cuidarnos y cuidar lo que nos rodea. Una de las ventajas de la edad adulta avanzada es que, en muchas ocasiones, las personas están libres de otras obligaciones (cuidado familiar, vida laboral, etc.) y pueden dedicar su tiempo a aquellas cosas que siempre quisieron, pero nunca pudieron hacer por falta de tiempo.