En contra de lo que se puede pensar, en el momento en que nacemos es en el que más nos parecemos unos a otros. Todos los bebés realizan las mismas actividades, aunque ya se puedan observar pequeñas diferencias entre ellos. Algunos son mejores comedores, otros lloran más, algunos duermen del tirón, pero en general, el abanico de conductas que presentan son escasas, limitadas y similares: comer, dormir, llorar y poco más.
Según vamos creciendo, vamos desarrollando nuestra propia identidad, nuestra propia forma de ser, nuestra personalidad. Todo lo que aprendemos, vemos, experimentamos, en definitiva, todo lo que vivimos nos moldea y cambia. Nos hace diferentes unos de otros. A este proceso, que se da durante todo el ciclo vital, desde el momento del nacimiento hasta la muerte, se le conoce como el proceso de diferenciación. Cuánto más vivimos y cuántas más experiencias distintas tenemos, más nos diferenciamos unos de otros. Y al llegar a la ancianidad es cuando este proceso de diferenciación se hace más evidente. Cuando llevamos 70, 80 o 90 años practicando a ser nosotros mismos es cuando menos nos parecemos unos a otros, cuando nuestra forma de ser, nuestro modo de pensar, de entender el mundo, es más único.
Sin embargo, desde la sociedad se da un curioso proceso de homogeneización de los ancianos. Damos por sentado que por el hecho de tener una determinada edad todos van a comportarse de un mismo modo, tener los mismos gustos y expectativas, la misma ideología, las mismas rutinas y costumbres, etc. Denominamos cohorte a los miembros de una misma generación. Parece bastante lógico pensar que las personas de una determinada cohorte tendrán más en común entre sí que con otras, puesto que han vivido fenómenos históricos comunes, estilos educacionales similares, experiencias vitales parecidas, etc. Y esto es cierto. Pero solo en parte. No se nos ocurriría pensar que todas las personas de 50 años sean idénticas unas a otras, pese a que todas vivieron el final de la dictadura y la transición, por ejemplo. Es probable que tengan referencias culturales parejas, pero no por ello van a tener un comportamiento, gustos o expectativas idénticas.
Sin embargo, asumimos que las personas mayores, por el simple hecho de serlo, se parecen mucho unas a otras, tienen las mismas aficiones, los mismos proyectos vitales, etc. Y, como ya hemos señalado en diferentes ocasiones en este blog, eso no deja de ser un prejuicio, ya que reduce a todos los ancianos a una caricatura en base al mero hecho de tener una determinada edad.
Las personas mayores dicen que es común escuchar sugerencias, nacidas desde la mejor de las intenciones, como “¿por qué no vas a tal sitio? Hay mucha gente de tu edad”, pero que suelen caer en saco roto. No todas las personas mayores quieren hacer gimnasia, tocar la pandereta, aprender bolillos, bailar, pertenecer a una coral o ir a clases de memoria. No todas las personas mayores tienen el mismo bagaje cultural, las mismas expectativas, las mismas experiencias. Y, si bien pueden compartir experiencias vitales o referentes culturales, eso no hace que su proyecto de vida actual deba ser el mismo. Porque aunque muchos parecen olvidarse, los mayores también tienen su propio plan de vida en marcha, sus propios proyectos y su propia visión de cómo será su futuro. Es habitual que ante la idea de “ve allí, hay mucha gente de tu edad”, la respuesta es “no quiero, eso está lleno de viejos”. Normalmente, es una forma de decir que la actividad que le proponemos no le interesa, ya que es probable que muchas de las amistades del anciano sean de su misma edad.
Es necesario que las personas mayores se mantengan activas dentro de la comunidad y es aconsejable que realicen actividades que les resulten placenteras y estimulantes. Y también es aconsejable que su entorno cercano (principalmente las familias) traten de animarlos a desarrollar esas actividades, pero siempre teniendo presente cómo es la persona que tenemos delante. Si nunca ha ido a bailar, puede que sea porque no le gusta y a los 80 años no le apetezca aprender bailes de salón pero sí le interese un curso de tratamiento de imágenes con ordenador.
Para poder apoyar y entender a los ancianos lo más importante es dejar de ver un grupo homogéneo y empezar a fijarnos en cada persona que tenemos delante, con sus particularidades y complejidades.