Continuamos con la serie dedicada a los alimentos y la seguridad alimentaria de la mano del Dr. Jacinto Ramos Echániz. En la entrada de hoy nos hablará del alcohol:
La ley contempla que el grado alcohólico de los alimentos debe indicarse en forma de tanto por ciento; es decir, en 100 gramos del alimento cuántos gramos corresponden a la presencia del alcohol. Si nos fijamos en la etiqueta de una cerveza vemos que indica su grado alcohólico en tanto por ciento (por ejemplo: alc. 6’6%.) Esto significa que en 100 centímetros cúbicos esta cerveza contiene 6’6 gramos de alcohol.
Dentro de los apartados obligatorios en el etiquetado de los alimentos se encuentra la indicación del grado de alcohol, lógicamente sólo necesario en los alimentos que lo contengan; sin embargo esto que parece tan lógico y sencillo no lo es tanto.
La legislación no obliga a que las bebidas que tengan menos del 1’2% de alcohol indiquen su presencia en el etiquetado. Este 1’2%, en principio, puede parecer muy escaso y sin importancia, pero hay parte de la población que tienen totalmente contraindicado su consumo: niños, embarazadas, enfermos con patologías hepáticas, etc.; y que pueden estar consumiendo ciertas bebidas que, como no lo indican en la etiqueta, parece que no contengan alcohol cuando este si es parte de su composición (alguna sangría, bebidas refrescantes, etc.).
Esto se agrava si en el etiquetado nos hacen indicaciones imprecisas, que podemos interpretar como que ese producto no tiene alcohol, sin ser esto verdad. La cerveza “sin” puede tener hasta 1’2% de alcohol y el elaborador no tiene obligación de informar a los consumidores. Por esto hay en el mercado bebidas que en su denominación de venta incluyen la expresión “0’0”, en este caso no pueden tener nada de alcohol.
En las bebidas alcohólicas que contienen más de 1’2 % de alcohol tampoco es obligatorio la lista de ingredientes que componen la bebida. En caso de que contenga alguna sustancia que pueda producir alergias o intolerancias (este apartado del etiquetado se explicará en el siguiente post de la serie), la denominación de venta del producto deberá indicar la presencia de esta sustancia (por ejemplo, el licor Fray Angélico debe indicar que contiene avellanas).
Los alimentos, en el proceso de la digestión, cubren nuestras necesidades de aporte de energía y de otros componentes (proteínas, grasas, vitaminas, etc.). A través del metabolismo, estos principios los transformamos en nuestros propios tejidos (piel, músculo, etc.). El alimento que no se utiliza en este proceso de elaborar nuestro tejido, el organismo lo almacena en forma de grasa, por eso si consumimos más alimentos que los que necesitamos, engordamos.
Un gramo de alcohol aporta 7 Kcalorías. Pongamos un ejemplo práctico: un tercio de cerveza (333 centímetros cúbicos) que tenga un 7 % de alcohol tendría aproximadamente 25 gr de alcohol, que son cerca de 170 Kcalorias (aproximadamente la décima parte de las necesidades energéticas de un adulto). Una copa de aguardiente (unos 100 centímetros cúbicos) con el 45% de alcohol, aporta unas 315 Kcalorías (la sexta parte de las necesidades energéticas diarias). El problema del alcohol es que sólo aporta energía (se llaman “calorías vacías”) no aporta ningún tipo de nutriente necesario para la regeneración o formación de tejidos; exclusivamente aportan energía que o bien se quema realizando ejercicio físico o se almacenan en forma de grasa.
Otro de los problemas derivados del consumo de alcohol es el daño que genera en diferentes órganos (por ello se asocia el consumo de esta sustancia a cánceres, problemas degenerativos de hígado o demencias, entre otros). En una próxima entrega hablaremos en profundidad de qué le sucede al cerebro cuando se consume alcohol de forma regular.