Hoy, 21 de septiembre, es el Día Mundial del Alzheimer (este evento cuenta con el soporte de la Organización Mundial de la Salud). Se realizan múltiples actos desde el nivel más cercano a los ciudadanos, el local, hasta los gestos institucionales por medio de organizaciones que a veces son internacionales, como es el caso de la OMS. Con ello se pretende concienciar a la sociedad de la necesidad de promover hábitos saludables que traten de prevenir la aparición de la patología, sensibilizar a la ciudadanía sobre las necesidades de los enfermos y sus cuidadores y tratar de desarrollar más investigación que permita por fin hallar una cura.
En este blog he dedicado algunas entradas a hablar sobre los mitos más frecuentes que giran en torno a esta enfermedad (podéis veros aquí y aquí), así como a la comunicación con personas con deterioro cognitivo y a explicar qué es la valoración cognitiva.
Hoy me gustaría centrarme en otros aspectos sobre la enfermedad de alzheimer, en concreto, sobre cómo tratar de prevenirlo (o ralentizar el momento de aparición).
A día de hoy no existe un tratamiento curativo para esta enfermedad, aunque sí existen fármacos que tienen un efecto paliativo (los inhibidores de la acetilcolinesterasa). Es relativamente habitual ver en los medios generales noticias sobre alimentos o rutinas que podrían evitar la aparición de la patología. En realidad, ningún alimento, rutina o ejercicio ha mostrado de forma certera prevenir la aparición de la patología, señalándose actualmente únicamente tres factores que podrían reducir la posibilidad de aparición (o posponerla):
* Ejercicio físico: a día de hoy se considera que la realización de ejercicio físico de tipo aeróbico de forma habitual es positivo en la prevención de la aparición. Esto se debe a que mejora el sistema cardiovascular así como libera factor de crecimiento que se ha mostrado como neuroprotector.
* Dieta equilibrada: una dieta sana y equilibrada nos ayudará a evitar ciertas patologías que también causan deterioro cognitivo y además asegurará que no nos falten nutrientes necesarios para un correcto funcionamiento neurológico.
* Creación de reserva cognitiva: la reserva cognitiva es la capacidad que tiene el cerebro de hacer frente a un daño adquirido (es decir, un daño que se produce tras finalizar el desarrollo). En el próximo artículo hablaremos más sobre qué es y cómo potenciarla (podéis leer sobre ella aquí).
Algo importante que debemos tener en consideración cuando se diagnostica esta enfermedad es que, contrariamente a lo que se cree comúnmente, sí se pueden hacer cosas para que la enfermedad avance de la forma más lenta posible: desde los tratamientos farmacológicos que mencionábamos antes, la estimulación cognitiva hasta intervenciones realizadas desde la terapia ocupacional o la nutrición se pueden emprender estrategias que traten de mantener la calidad de vida del afectado el mayor tiempo posible.
Por último, una mención a los cuidadores de personas dependientes, familiares o profesionales, pues en ellos recae la difícil tarea de mantener la calidad de vida y la dignidad de la persona afectada.