Demencia y comunicación

Uno de los grandes retos del entorno (familiares y cuidadores) de los pacientes con demencia es la comunicación. En los primeros estadios de la patología el lenguaje no se verá alterado o solo ligeramente, pero conforme avance la enfermedad, se tornará más complicado comunicarse con el afectado. Por un lado, el paciente suele mostrar una baja fluencia lingüística (cada vez se le quedan más palabras en la punta de la lengua y le cuesta más encontrar la palabra que busca, haciéndose difícil entender lo que quiere expresar), por otro, su comprensión irá disminuyendo, por lo que las frases largas, los dobles sentidos, la ironía, etc. pueden no entenderse bien.

Además, poco a poco irá disminuyendo el abanico de temas que el paciente aborda, circusncribiéndose cada vez más a aspectos que le rodean. La capacidad de abstracción irá desapareciendo, para solo poder hablar de lo concreto que está delante.

Para tratar de mejorar la comunicación con personas aquejadas de demencia es bueno seguir una serie de pautas:

  • Hablar vocalizando bien y de forma clara, asegurándonos de que la persona nos oye, pero sin gritar (porque podemos asustarles). Debemos situarnos cara a cara y manteniendo el contacto visual. Si la persona es cercana a nosotros, pequeños contactos físicos (coger de la mano, acariciar el hombro, etc.) pueden ayudar a centrar su atención y relajarlo. Hay que tener cuidado con el contacto físico y retirarlo si vemos que a la persona le incomoda.
  • Tanto si la persona no tiene problemas auditivos como si lleva audífono es bueno bajar un poquito el tono de voz (intentar que nuestra voz suene más grave). Las personas mayores escuchan mejor las voces graves y mucho peor las agudas. Si hablamos muy alto, la persona puede pensar que estamos enfadados. Además, debemos hablar siempre de forma tranquila.
  • Es reomcomendable hacer gestos con las manos para resaltar lo que se dice (por ejemplo, señalar el objeto del que habla, señalar a la persona a la que se refiere, hacer gestos imitando las acciones de las que se habla, etc.). Hay que tener cuidado en que los gestos no resulten amenazantes ni que le den miedo.
  • Resulta fundamental eliminar los ruídos innecesarios que distraigan la atención de la persona. Es importante apagar la tv y la radio (esto ayudará a que la persona centre su atención en nosotros) o no tratar de obtener respuesta si hay más conversaciones en curso a nuestro alrededor.
  • Debemos utilizar frases cortas (no más de cuatro o cinco palabras) y las palabras deben de ser sencillas. Cada frase debe contener una idea; por ejemplo «¿te apetece que vayamos al parque para ver si están tus amigos y tomamos un mosto con ellos?» es un ejemplo de mala comuniación. Lo correcto sería «¿quieres ir al parque?». El resto, se lo propondremos al ver a sus amigos.
  • Es positivo utilizar el nombre del paciente al hablar con él, cuando se habla de uno mismo señálarse con la mano y no emplear pronombres (él, ella, eso) sino nombres (Juan, Rosa, pan). No diremos «pásame eso» o «ella vendrá después» sino «pásame el pan» o «Rosa vendrá después».
  • Las preguntas deben formularse de una en una. Cuando la enfermedad avanza, las preguntas no deben ser abiertas a muchas posibles respuestas (por ejemplo, no debemos preguntarle qué quiere comer, sino que le propondremos dos opciones para escoger, restringiendo así el número de posibles respuestas). Esto facilita al paciente la tarea de escoger. Tampoco debemos incluir diferentes actividades en la misma pregunta; no diremos «¿quieres ir al parque o a casa de Juan?», le preguntaremos una cosa y después la otra. Si hace falta repetir una pregunta, procuraremos emplear las mismas palabras.
  • Hay que hablar lentamente, pronunciando con claridad y esperar a que la persona conteste. Lo que puede parecer un silencio largo puede ser el tiempo que la persona necesita para comprender la pregunta y pensar la respuesta. Si en dos o tres minutos la persona no nos ha contestado, podemos repetir la pregunta (sin urgir la respuesta ni con reproches por tener que hacerlo) asegurándonos de que nos escucha bien .
  • Nunca hay que dar por sentado que la persona no nos entiende; con la demencia, las capacidades fluctúan y pueden tener breves periodos en los que parece recuperar una pequeña parte de sus capacidades.
  • Nunca debemos hablar de la persona como si no estuviera deltante, como si fuera tonta o estuviera loca. El enfermo puede darse cuenta de que hablan de él aunque no entienda qué se está diciendo. Esto puede hacer que se sienta triste, agresivo o que piense que le quieren hacer daño.

Uno de los aspectos que más suele agobiar al entorno cercano es la reiteración de preguntas y frases. Los afectados de demencia comúnmente repiten una y otra vez las mismas frases y preguntas muchas veces por lo mismo. Sobre esto, os invito a ver este sensacional corto que resume magistralmente la regla de oro: paciencia y respeto.