Quizá el título de esta entrada sea un poco extraño, pero hoy me gustaría centrarme en un aspecto sutil del trato que damos desde la sociedad a las personas mayores, en este caso, las formas de cortesía. Esta entrada está pensada para aquellos que tratan en su vida profesional con la tercera edad (desde los médicos geriatras a los gerocultores) aunque espero que sea de interés general.
Algo que siempre me ha llamado la atención es que se empleen términos como «abuelo» referidos a personas que no son de nuestra familia. No, ese señor anciano, por el mero hecho de tener cierta edad no tiene por qué ser abuelo y, desde luego, de serlo lo es de sus nietos, no del primero que pase. Emplear ese término no deja de ser similiar a emplear «tío» o «tía» para referirnos a otra persona ajena a nuestra familia. O sea, una falta de respeto y de educación.
El tuteo tampoco es aconsejable, a no ser que la persona mayor explícitamente nos haya dicho que esa va a ser la fórmula de trato. Hay que tener presente que muchas de las personas que hoy son octogenarias, por ejemplo, trataron a sus propios padres de usted. Y no era porque no les quisieran o porque tuvieran una mala relación, sino porque era el modismo adecuado en sus tiempos. Por tanto, parece un poco extraño que inicialmente se escoja el tuteo para dirigirse a miembros de estas generaciones. Además, emplear el usted no está reñido con mostrar cariño, cercanía, familiaridad, etc. Simplemente es un signo del respeto que deberíamos mostrar a nuestros mayores.
Debemos tener presente que las generaciones que hoy son ancianas fueron educadas de otra manera. En general, dan mucho valor a las formas cotidianas de respeto (ceder el paso en una puerta, ceder el asiento, emplear el gracias y por favor, etc.) En nuestro trato con ellos deberíamos ser especialmente cuidadosos con estos aspectos ya que les hace sentir que son tratados con respeto. No es cuestión de mostrarse servil, sino de ser servicial (algo especialmente importante si estamos en el contexto laboral).
El hecho de que una persona presente un cuadro de demencia, por ejemplo, no implica que podamos o debamos tutearlo o mostrarle menos respeto. La persona sigue siendo anciana, sigue mereciendo un trato respetuoso y agradable. Es importante que adaptemos nuestra forma de comunicarnos con ellos (como ya señalamos en esta entrada), pero manteniendo siempre las formas. Si llamamos abuelo a una persona diagnosticada de alzheimer, por ejemplo, le estamos haciendo un flaco favor ya que podemos llegar a confundirla.
Pese a que lo dicho aquí son casi perogrulladas, creo que todos hemos sido testigos en un momento u otro de un trato excesivamente familiar a algún anciano. Sirvan estas líneas para que reflexionemos sobre ello y para tratar de corregirlo.