En la actualidad se habla cada vez más de adaptar los espacios, especialmente los públicos y comunes, para que sean accesibles para todas las personas, sobre todo a aquellas con diversidad funcional. El envejecimiento, en muchas ocasiones, trae aparejado una modificación de los comportamientos y capacidades en las personas. Así, la disminución en la agudeza de los sentidos, disminución del equilibrio o el enlentecimiento, que no se consideran aspectos patológicos si no simple consecuencia del mero paso del tiempo, condicionan la movilidad de muchos ancianos. Estos cambios que ocurren en la ancianidad modifican la forma en que las personas mayores interactúan con el entorno, lo que implica que este no siempre es adecuado para ellos. Algunas barreras, como escaleras, bordillos altos o letreros con la letra pequeña, impiden que las personas mayores puedan moverse por los distintos entornos sin dificultad.
Sin embargo, esto no ocurre solo en los espacios públicos, en algunas ocasiones, el propio domicilio presenta barreras arquitectónicas que impiden que la persona mayor pueda moverse con comodidad y facilidad. Siempre se ha dicho que los accidentes tienen más probabilidades de ocurrir en el propio hogar y esto es especialmente cierto en el caso de los ancianos. En nuestra casa solemos confiarnos y no tener especial cuidado, lo que puede propiciar que nos llevemos un susto.
Por todo esto, resulta apropiado que el hogar se vaya adaptando a nuestras necesidades a medida que cumplimos años. En la actualidad, la mayoría de viviendas de nueva construcción ya salvan muchas de estas barreras (eliminando escaleras en las zonas de acceso como el portal, teniendo ascensores que permiten la entrada de sillas de ruedas, contando con duchas a ras de suelo en los baños, etc.) pero esto no ocurre en viviendas antiguas que, en muchas ocasiones, presentan graves impedimentos a todas aquellas personas que presenten diversidad funcional, no solo derivadas de la edad.
Algunas de las medidas que se deben tomar para adaptar el hogar implican realizar obras (como puede ser modificar el baño para cambiar la bañera por una ducha o cambiar las puertas para que pueda caber una silla de ruedas). Pero en otros casos, son pequeñas modificaciones que no implican una obra y que pueden ayudar a que el día a día de las personas ancianas sea más sencillo y, sobre todo, más seguro. Estas adaptaciones siempre dependerán de las necesidades de la persona y su estado general de salud. Por ejemplo, aquellas personas que tengan problemas de movilidad (problemas de equilibro, problemas en la marcha, etc.) deberían retirar de su casa alfombras o felpudos, pues es fácil tropezar con ellos y caerse. También resulta importante eliminar objetos decorativos en zonas de paso, a fin de que estas resulten amplias y cómodas. Además, deberán poner especial cuidado en zonas donde el firme pueda ser resbaladizo (como en el baño) poniendo si es necesario, pegatinas antideslizantes.
El mobiliario también deberá modificarse en algunos casos. Por ejemplo, aquellas personas que presenten mayores dificultades para levantarse de asientos o de la cama, pueden emplear calzas en las patas para aumentar la altura de la cama, sillones o sillas (se venden en ortopedias y tiendas especializadas). Además, se comercializan unas especiales que se ajustan a las tazas del urinario para facilitar tanto el sentarse como el levantarse.
En los sucesivos artículos abordaremos otras pequeñas adaptaciones que se pueden realizar en el hogar de forma sencilla.