Una de las preguntas que suelen plantearse cuando se habla de la comunicación con personas mayores es por qué se dan tantas quejas sobre la salud en este grupo de edad. Si juntamos a cinco ancianos parece que compiten por ver quién tiene peor la cadera, el corazón, quién sufre más del reuma o cuántas veces han tenido que ir al médico en el último mes. Esto mismo suele ocurrir cuando una persona anciana se ve rodeada de gente más joven, emplea la queja como vínculo comunicativo ¿Se vuelven más hipocondríacos?, ¿tienen mucho tiempo libre que emplean en auto-observarse?, ¿es por el miedo a la muerte? Pues la realidad es que ese tipo de comunicación se emplea porque resulta la forma más efectiva de captar la atención de los interlocutores.
Las personas mayores sufren una discriminación real y fácilmente observable debido a su edad (aunque no existe un término oficial se suele usar etaismo o edaismo); consideramos que no saben, pueden o deben realizar muchas actividades por motivo de los años cumplidos. Además, prestamos entre poca y nula atención a toda comunicación que provenga de un anciano. Salvo una excepción: cuando esta comunicación se presenta en forma de queja sobre su salud. Si una persona mayor habla de su historia de vida, de sus recuerdos y experiencias, si nos da su opinión sobre temas actuales, etc. solemos ignorarlos. Ahora bien, si nos dice que le duele algo, que no se siente bien, logra captar nuestra atención e iniciar una conversación. Este hecho, por mero condicionamiento, fomenta que la comunicación se centre en quejas sobre la salud, ya que es el único modo (o al menos, el más efectivo) que tienen nuestros mayores para poder comunicarse.
Los seres humanos, como seres sociales que somos, necesitamos de los demás para un correcto desarrollo durante toda nuestra vida. Necesitamos comunicarnos y expresarnos, aunque sea a base de quejas. Es fácil concluir que una gran parte del problema nace de la discriminación de este grupo de edad.
Está en nuestra mano el cambiar parte de este problema. Gestos tan sencillos como prestar atención a la conversación cuando no se basa en quejas, iniciar nosotros la interacción comunicativa en base a temas que no estén relacionados o reconducir la conversación a temas desvinculados con la queja nos ayudarán a que la conversación con nuestros mayores no gire en torno a la salud y sus problemas, abriéndonos un abanico de nuevos temas sobre los que hablar. Lógicamente, cambiar hábitos nos cuestra a todos, tengamos la edad que tengamos. Eso implica que si una persona anciana está acostumbrada a comunicarse empleando la queja, se va a necesitar un tiempo para modificar este patrón. Es importante ser constantes y perseverar para alcanzar el objetivo.
La soledad y el aislamiento son dos de los principales, y más dolorosos, problemas a los que se enfrentan nuestros mayores. Muchas veces se sienten solos aunque estén bien acompañados, sienten que lo que tienen que contar no le interesa a nadie, que son ridiculizados cuando expresan sus emociones o pensamientos. De ahí que a veces la comunicación se reduzca a un ámbito que todos nos tomamos bastante en serio como es la salud.