Hoy me gustaría ahondar en un tema que ya fue abordado (se puede leer pulsando aquí), aunque desde otra perspectiva, sobre el modo correcto de emplear las fórmulas de cortesía con los mayores; especialmente por parte de los profesionales que damos servicios a este grupo de edad. Una consideración importante que debemos tener presente es el trato que les ofrecemos. Aunque nuestra función sea prestar diversos servicios (fisioterapia, podología, servicios médicos, servicios psicológicos, cuidadores profesionales, etc.), no debemos olvidar nunca que el trato con el que los llevamos a cabo repercute en la calidad de los mismos, así como en otros aspectos como la autoestima de las personas que los reciben. En este caso, me gustaría centrarme en el lenguaje más apropiado para nuestra comunicación con este colectivo.
Se hace necesaria una reflexión: no podemos perder de vista que la generación de nonagenarios, octogenarios e incluso septuagenarios actuales trataron de usted a miembros de su familia, como padres, abuelos, tíos, etc. Y no por ello la relación era fría o distante, ni carente de afecto. Simplemente era una forma de mostrar respeto. Por tanto, a las personas que hoy conforman ese grupo de edad el usted no les resulta tan ajeno como a las generaciones más jóvenes; todo lo contrario, les suele resultar extraño que un desconocido o alguien mucho más joven les tutee si no hay una relación previa o si ellos explícitamente no han solicitado ese trato. Es un error, bastante grave, tutear a un anciano con el que no tenemos confianza si explícitamente no nos lo ha pedido. Es muy fácil que lo vea como una falta de respeto o un exceso de confianza por nuestra parte. Ya he observado varias veces como alguien joven, normalmente con su mejor intención, tutea a un anciano y este le responde de usted riguroso, quizá como una forma sutil pero contundente de mostrar su desacuerdo con la fórmula empleada. Aunque la persona mayor nos tutee, no debemos hacerlo recíprocamente si no nos ha invitado a ello. No por emplear el usted estamos siendo fríos o distantes, todo lo contrario. Estamos siendo respetuosos.
Por supuesto, apelativos como abuelo, chaval, campeón, guapetona, etc. están absolutamente fuera de lugar si no existe un gran vínculo con esa persona y hemos llegado a un nivel de confianza tal que nos permita jugar con un lenguaje coloquial y amistoso. De lo contrario, está más cercano a la burla que al cariño y es una falta de respeto impropia de alguien que quiera ser considerado un profesional del sector.
No resulta en absoluto aconsejable decir palabrotas delante de personas mayores. La mayoría de ellos no las usa o lo hace rara vez. Y aunque el mayor lo haga, los trabajadores deberían mantener una línea comunicativa profesional, empleando un lenguaje lo más cuidado posible. No es cuestión de ser remilgado, es que en lugar de decir “esto es una mierda” perfectamente podemos decir “esto está fatal”. Además, un lenguaje brusco puede intimidar a determinadas personas, especialmente si están alterados anímicamente o presentan un cuadro degenerativo.
Resulta recomendable evitar el argot, palabras que son comunes en una generación, pero no en otras. Mola, full, a tope, tío, etc. si bien no son palabrotas son palabras que pueden resultar poco profesionales e incluso complicar la comunicación con personas que no comparten ese vocabulario (lo que para la generación más joven mola, para la más mayor era canelita en rama).
Espero que estos consejos os ayuden en vuestro trato diario con las personas mayores.