Algunas personas mayores que tienen un buen estado de salud pasan demasiadas horas en la cama. En ciertos casos puede ser por motivos como el cansancio o pequeños achaques, siendo situaciones puntuales. Otros ancianos tienen por costumbre acostarse temprano, levantarse más de 10 horas después e incluso volver a acortarse (o tumbarse en el sofá) durante el día. Siempre que esto ocurra hay que descartar que exista algún problema o alteración que esté causando un estado marcado de fatiga en el anciano. Ciertas patologías o medicaciones pueden producir que la persona mayor se encuentre cansada y somnolienta durante el día, por lo que resulta importante comentar los cambios en el patrón de sueño con el médico.
Sin embargo, cuando este comportamiento no nace de alteraciones de la salud hay que tener claro que es contraproducente por diversos motivos. Por un lado, las personas mayores que pasan muchas horas en la cama tienden a aislarse de su entorno. Desde pasar menos tiempo con las personas con las que viven o salir menos a la calle, merman las interacciones sociales, pudiendo llegar a aislarse. Esto es del todo desaconsejable ya que mantener contactos frecuentes con familiares y amigos ayuda al bienestar general.
También hay que tener en cuenta que mientras una persona está en la cama, no se encuentra activa, ni a nivel mental ni a nivel físico. En el primer caso esto es importante porque las personas mayores que no permanecen activas mentalmente pueden mostrar deterioro cognitivo, notando un descenso de rendimiento en áreas como el lenguaje, la memoria, la capacidad de concentración, etc. Además, muchos ancianos reconocen que mientras están acostados dedican buena parte del tiempo a pensamientos negativos sobre diversos temas (recuerdos que no son agradables, problemas de salud, preocupaciones diversas, etc.). Esto puede llevar a que el estado de ánimo de la persona mayor se vea afectado, pudiendo hacer aparecer o agudizar sentimientos ya presentes de tristeza o nerviosismo. Por otro lado, la falta de actividad física acarrea un impacto directo sobre la salud de la persona mayor. La falta de ejercicio conlleva alteraciones que pueden ser importantes como una disminución de la masa muscular, aumento de la osteoporosis, problemas posturales, problemas en la circulación de retorno e incluso, en casos muy graves, las llamadas úlceras de decúbito, entre otros problemas.
Tener unos patrones de higiene del sueño correctos ayuda a que dormir resulte más reparador, consiguiendo que la persona se sienta descansada al despertar. Entre esos hábitos, uno de los más importantes tiene relación con el uso de la cama: es recomendable que la cama solo se emplee para dormir. Hay muchas personas que disfrutan leyendo o viendo la televisión desde la cama. Sin embargo, esto no suele ser aconsejable, ya que son dos actividades que aumentan el nivel de activación de la persona, interfiriendo en la conciliación del sueño.
Los motivos que llevan a personas mayores sanas a pasar tanto tiempo en la cama son variados. El frío, las molestias articulares y óseas, el aburrimiento, el aislamiento social previo, un estado de ánimo decaído o el cansancio son algunas de las razones que ofrecen los mayores para explicar este hecho. En todos estos casos, es fundamental que la persona tome conciencia sobre la importancia de sus hábitos sobre su estado de salud. Todos debemos ser conscientes de que determinados comportamientos nos perjudican en muchos ámbitos de nuestra vida, debiendo modificarlos.
Una posible forma de cambiar el hábito de pasar mucho tiempo en la cama es mediante un plan en el que se vaya haciendo gradualmente. Para empezar, se debe tener claras cuántas horas pasa en la cama la persona mayor y cuál va a ser el nuevo horario que quiere adoptar (incluyendo en él las siestas durante el día). Después, es bueno ir poniendo objetivos pequeños que se puedan cumplir sin causar malestar hasta que se logre alcanzar el objetivo. Algunos ejemplos serían acostarse cada día cinco minutos más tarde si se va a la cama muy temprano, cada semana reducir 10 minutos el tiempo de siesta al mediodía o levantarse cada día cinco minutos antes si se hace muy tarde.