Este espacio está dedicado a las personas mayores y, si bien es cierto que muchas de ellas gozan de plena autonomía, también es cierto que hay ancianos que precisan de cuidados de diverso grado. Según el IMSERSO por encima de los 65 años el porcentaje de mayores que precisa algún tipo de ayuda (puede variar en grado) se calcula por debajo del 20%, aumentando este porcentaje hasta el 67% en mayores de 80 años. En general, el perfil del cuidador familiar de un mayor es el de una mujer (esposa, hija, nuera) de mediana edad. El tiempo empleado dependerá del grado de ayuda que precise la persona ya que esta puede ser puntual para determinadas acciones (por ejemplo, ayuda para el aseo o supervisión de los tratamientos) o puede extenderse a todas las facetas del día a día. Esta labor, que la mayoría de las cuidadoras realiza por cariño, respeto o sensación de deber (entre otros factores que se señalan en los estudios), pese a que se realice de forma altruista y motivada por sentimientos nobles, puede llegar a agotar.
Desde hace un tiempo se habla del síndrome del cuidador quemado que ocurre cuando la situación de cuidado sobrepasa al cuidador y se extiende un largo periodo en el tiempo, siendo la forma más acusada de manifestación de síntomas de estrés y sobrecarga relacionados al cuidado. Podéis consultar aquí una entrada sobre el cuidado del cuidador.
En muchas ocasiones, los cuidadores familiares no dedican un periodo de tiempo a descansar y desconectar, a fin de disminuir sus niveles de estrés. Pensemos que ser cuidador implica en algunos casos tener un trabajo de 24 horas al día sin fines de semana libres ni vacaciones de ningún tipo. Esto puede ocurrir por diversos motivos: en algunas ocasiones no cuentan con el compromiso de alguien que se haga cargo de la labor ni de los recursos necesarios para contratar asistencia; pero también puede ocurrir que la persona sienta que es su obligación y que tomarse unos días de descanso (pese a tener la oportunidad garantizando el bienestar del mayor) es desatender a la persona, obrando descuidadamente. En algunas ocasiones, los cuidadores son reticentes a dejar a otros familiares hacerse cargo del cuidado (bien porque crean que es una responsabilidad que solo ellos deben tener, bien porque no confíen plenamente en que las rutinas y horarios se cumplan a su modo, etc.). Las razones son diversas pero el resultado es siempre el mismo: el cuidador no se está cuidando. En muchas ocasiones, cuando los cuidadores (especialmente aquellos que dedican todo el día a cuidado de personas en estado de dependencia elevado) no descansan de estas obligaciones, dedicándose tiempo para sí y sus necesidades, aparecen cuadros de estrés, llegando a problemas severos del estado del ánimo que afectan a su salud general.
En la actualidad existen ayudas (aunque muy escasas) en forma de programas de respiro del cuidador en casos de dependencias severas (donde la persona mayor es ingresada en una residencia durante el periodo vacacional del cuidador). Sin embargo, estas ayudas son insuficientes tanto por la elevada demanda que existe que queda sin cubrir como por las características requeridas para que el cuidador pueda acceder a ellas.
Por tanto, es importante que el resto de la familia trate de ayudar al cuidador principal en este asunto, por ejemplo, planeando días de sus vacaciones para poder desarrollar la labor de cuidado y así darle tiempo libre al cuidador principal. Además, el cuidador debe mentalizarse de la necesidad de su descanso, puesto que si enferma no podrá continuar realizando esta labor.