En la entrada anterior hablamos de qué es el chantaje emocional y algunos ejemplos de cómo puede manifestarse en el entorno comunicativo de las personas mayores. En el artículo de hoy trataremos de desglosar una serie de pistas para detectar este tipo de comunicación perniciosa, así como dar alguna idea para su manejo de una forma más funcional.
Cuando en una relación (familiar, conyugal, amistosa, etc.) una de las partes siente que debe plegarse siempre a los deseos del otro, puesto que en caso contrario será objeto de reproches y comentarios destinados a hacerle sentir mal; cuando se observa que una de las partes apela constantemente a motivos emocionales y no tanto racionales para expresar sus demandas y necesidades; cuando cedemos a llevar a cabo conductas que no queremos realizar y nos sentimos mal tanto si lo hacemos como si no lo hacemos, es posible que estemos ante un chantaje emocional.
En estas circunstancias, puede ser positivo pedir la opinión de un tercero neutral que juzgue si las demandas de la otra persona son lógicas, y somos nosotros los que no nos estamos comportando correctamente o no estamos entendiendo el origen de las mismas, o si son abusivas y no tienen fundamento, siendo lógico que nos creen malestar.
Una vez que somos conscientes de que estamos siendo chantajeados emocionalmente, es importante, en primer lugar, no dejarse llevar ni por el enfado ni por sensaciones como la culpa. Es fundamental tratar de poner atención en la comunicación para detectar las demandas abusivas así como las argumentaciones chantajistas que las acompañan, para poder hacerlas explícitas y comunicarle a nuestro interlocutor que consideramos injusta la petición o la conducta de apelar a emociones negativas para conseguir sus deseos. Es fundamental guardar la calma y no entrar en la rueda de los reproches; simplemente hacerlo saber de una forma calmada, serena, pacífica y conciliadora. Puede ocurrir que la persona que realiza el chantaje no sea consciente de ello, ya que puede suceder que tenga ese tipo de comunicación instaurada como hábito o porque al tener muchos deseos de que ocurra lo que demanda, se deje llevar y aluda a motivos no racionales. El hecho de expresarle de un modo tranquilo, conciliador y dialogante que creemos que sus peticiones no pueden ser satisfechas y que el hecho de aludir a emociones negativas solo consigue aumentar nuestro malestar, puede servir para que la persona desista en usar ese tipo de comunicación. Expresar cómo nos sentimos cuando somos víctimas del chantaje también es importante.
Puede ocurrir que seamos nosotros los que estamos empleando este tipo de comunicación sin ser conscientes de ello. En este caso, si alguien nos señala que así lo estamos haciendo, es bueno que tratemos de meditar sobre ello, tratando de ser justos con nuestro interlocutor y no enrocándonos en nuestras posiciones o peticiones, ya que podrían estar siendo injustas.
La comunicación asertiva, de la que hablaremos con más calma en una futura entrada, aquella que busca expresar las necesidades y deseos de un modo racional y sin dañar a otros, es una buena arma para luchar contra este tipo de conductas perniciosas que afectan negativamente tanto a quien las realiza como a la persona a la que van dirigidas.