El chantaje emocional II

En la entrada anterior hablamos de qué es el chantaje emocional y algunos ejemplos de cómo puede manifestarse en el entorno comunicativo de las personas mayores. En el artículo de hoy trataremos de desglosar una serie de pistas para detectar este tipo de comunicación perniciosa, así como dar alguna idea para su manejo de una forma más funcional.

Cuando en una relación (familiar, conyugal, amistosa, etc.) una de las partes siente que debe plegarse siempre a los deseos del otro, puesto que en caso contrario será objeto de reproches y comentarios destinados a hacerle sentir mal; cuando se observa que una de las partes apela constantemente a motivos emocionales y no tanto racionales para expresar sus demandas y necesidades; cuando cedemos a llevar a cabo conductas que no queremos realizar y nos sentimos mal tanto si lo hacemos como si no lo hacemos, es posible que estemos ante un chantaje emocional.

En estas circunstancias, puede ser positivo pedir la opinión de un tercero neutral que juzgue si las demandas de la otra persona son lógicas, y somos nosotros los que no nos estamos comportando correctamente o no estamos entendiendo el origen de las mismas, o si son abusivas y no tienen fundamento, siendo  lógico que nos creen malestar.

Una vez que somos conscientes de que estamos siendo chantajeados emocionalmente, es importante, en primer lugar, no dejarse llevar ni por el enfado ni por sensaciones como la culpa. Es fundamental tratar de poner atención en la comunicación para detectar las demandas abusivas así como las argumentaciones chantajistas que las acompañan, para poder hacerlas explícitas y comunicarle a nuestro interlocutor que consideramos injusta la petición o la conducta de apelar a emociones negativas para conseguir sus deseos. Es fundamental guardar la calma y no entrar en la rueda de los reproches; simplemente hacerlo saber de una forma calmada, serena, pacífica y conciliadora. Puede ocurrir que la persona que realiza el chantaje no sea consciente de ello, ya que puede suceder que tenga ese tipo de comunicación instaurada como hábito o porque al tener muchos deseos de que ocurra lo que demanda, se deje llevar y aluda a motivos no racionales. El hecho de expresarle de un modo tranquilo, conciliador y dialogante que creemos que sus peticiones no pueden ser satisfechas y que el hecho de aludir a emociones negativas solo consigue aumentar nuestro malestar, puede servir para que la persona desista en usar ese tipo de comunicación. Expresar cómo nos sentimos cuando somos víctimas del chantaje también es importante.

Puede ocurrir que seamos nosotros los que estamos empleando este tipo de comunicación sin ser conscientes de ello. En este caso, si alguien nos señala que así lo estamos haciendo, es bueno que tratemos de meditar sobre ello, tratando de ser justos con nuestro interlocutor y no enrocándonos en nuestras posiciones o peticiones, ya que podrían estar siendo injustas.

La comunicación asertiva, de la que hablaremos con más calma en una futura entrada, aquella que busca expresar las necesidades y deseos de un modo racional y sin dañar a otros, es una buena arma para luchar contra este tipo de conductas perniciosas que afectan negativamente tanto a quien las realiza como a la persona a la que van dirigidas.

El chantaje emocional I

Comúnmente, llamamos chantaje emocional a un tipo de comunicación que se basa en la manipulación de una persona hacia otra en base a emociones que pueden resultar negativas, como puede ser la sensación de deuda, la culpa, el miedo, etc. e incluso abusando de otras positivas como la gratitud o la compasión. En este sentido, una persona aludiría a este tipo de emociones para manipular la conducta de su interlocutor y así obtener lo que quiere de él aun cuando el chantajeado no esté conforme con sus peticiones.

Habitualmente, las personas que emplean el chantaje emocional para conseguir manipular a otros aluden a desagravios reales o figurados, deudas morales, deberes, obligaciones, favores pasados o tratan de apelar a la compasión y la lástima. Esto provoca que el interlocutor tenga una sensación desagradable y, para resolverla o disminuirla, termine haciendo lo que el chantajista ha solicitado, con el fin de sentirse mejor, aunque no esté de acuerdo con lo que hace (y acatar las peticiones también le pueda causar malestar).

En las relaciones con las personas mayores, como en las de cualquier otro grupo poblacional, se puede observar este tipo de comportamientos, tanto de los ancianos a su entorno como al contrario. En el primer caso, se da cuando el anciano hace sentir culpable, desagradecido, pasota, etc. a alguien de su entorno con el objetivo de conseguir algo de esa persona (normalmente, que realice una acción que no quiere llevar a cabo). Algunos cuidadores y familiares de personas mayores expresan su malestar por este tipo de comportamientos ya que producen tensión y angustia. En estos casos, ante su negativa de hacer algo, la persona anciana echaría en cara situaciones del pasado, abusos o injusticias, apelaría a lazos familiares, obligación moral, antiguos favores no cobrados, etc. consiguiendo así que el interlocutor se vea forzado a ceder ante la petición del mayor con tal de disminuir el malestar que siente.

Sin embargo, los ancianos también pueden ser víctimas de este comportamiento negativo. Por ejemplo, puede ocurrir que algunos familiares apelen al parentesco, los vínculos de sangre, la obligación de cuidar de “los suyos”, etc. para conseguir ayuda económica. Otro ejemplo sería cuando se hace una lista detallada de las supuestas molestias que pueda causar el anciano para así solicitarle algún tipo de contraprestación o favor, con la que el anciano no está en principio de acuerdo. Obviamente, esto hace sentir mal a la persona mayor, que claudicaría ante las peticiones de su interlocutor, aunque sean abusivas o desmedidas y pudiéndole hacer sentir frágil e indefenso.

El chantaje emocional es un tipo de comunicación perniciosa, puesto que, si bien puede servir para conseguir que otros hagan lo que queremos, genera malestar y frustración en nuestros interlocutores, por lo que, a la larga la relación se puede enranciar e incluso romper; además, se crean dinámicas negativas tanto en la comunicación como en las emociones de las personas implicadas.

El primer paso para evitar esta conducta es ser conscientes de que la estamos llevando a cabo o bien de que la están empleando para manipularnos; ya que una vez identificada es más fácil poder manejarla y contrarrestarla de una forma racional, asertiva y que resulte positiva para todas las personas involucradas.