La semana pasada contábamos con la aportación del Dr. Jacinto Ramos Echániz explicando cómo debe ser el etiquetado de los productos que contienen alcohol (puedes consultar el post aquí) y qué peculiaridades encierra esta norma.
En el post de hoy abordaremos los efectos que esta sustancia tiene sobre el cerebro y la cognición. En los últimos años, debido a los resultados de algunos trabajos de investigación, se ha extendido la idea de que el consumo de alcohol puede reducir riesgos cardio-vasculares (el famoso vasito de tinto en la comida que resultaría positivo para nuestra salud). Si bien puede ser cierto que el vino tinto aporte sustancias beneficiosas, también lo es que esas sustancias podemos encontrarlas en otros alimentos que no contengan alcohol. Porque, si bien el consumo de alcohol está ampliamente extendido y aceptado a nivel social, no debemos olvidar que se trata de una droga y que tiene efectos muy perjudiciales para nuestra salud. Además, esos efectos negativos aparecen incluso en personas que no realizan un consumo abusivo del mismo, sino que también pueden aparecer en consumos moderados.
Debemos tener presente que el uso y abuso del alcohol causa perjuicio a la persona que lo consume en su salud física, psicológica y social. A nivel físico existen diversas patologías que pueden aparecer (diferentes cánceres, problemas hepáticos, problemas digestivos, etc.). Además, el entorno social de la persona que consume o abusa del alcohol también puede verse afectado, ya que está relacionado con el aumento de violencia y situaciones de maltrato. Sin embargo, nos centraremos en los efectos que el alcohol tiene a nivel psicológico. Hay que diferencias los efectos que tiene el consumo inmediatamente después de realizarlo y los efectos a largo plazo.
Entre los 5 y los 45 minutos después del consumo de alcohol se pueden sentir sus efectos, entre los que se encuentran la desinhibición (lo que aumenta la posibilidad de llevar a cabo conductas de riesgo); disminución de las capacidades cognitivas, sensoriales y motoras; pérdida de equilibrio y vértigo; pérdida de conciencia (pudiendo llegar al coma en casos de intoxicaciones muy fuertes); disminución del rendimiento sexual y alteraciones en los patrones de sueño (entre otros).
La mayoría de estos efectos se ven superados una vez el cuerpo metaboliza la sustancia; sin embargo, cuando se realiza un consumo continuado o abusivo de forma de reiterada se pueden producir daños de larga duración o permanentes, llegando a ser en algunos casos irreversibles. Entre los más destacados podemos citar la aparición de trastornos mentales (como depresión o psicosis), neuropatías, demencia alcohólica (además de agravar otras, como la demencia frontotemporal o la vascular, por ejemplo), daño cerebral adquirido, problemas de memoria y aprendizaje.
Los adultos debemos de ser capaces de cuidar de nosotros mismos. Obviamente, es imposible (o francamente difícil y aburrido) llevar una vida 100% sana, pues a todos nos gusta comer lo que no debemos o tenemos hábitos poco saludables como comer en exceso, el sedentarismo, el tabaquismo, etc. Lo importante es saber que estos hábitos son perjudiciales para nuestra salud, que pueden acarrear problemas graves y actuar en consecuencia y con responsabilidad.