Ahora que acaba el año es muy común que nos tomemos un tiempo para reflexionar sobre el que dejamos atrás, por nuestros hábitos y por cómo nos gustaría cambiar algunos aspectos de nuestra vida; así surgen los tan populares propósitos de año nuevo. Lo más común es que hagamos una lista larga, poco específica y sin una idea clara de cómo llevarlos a cabo. Por ejemplo, nos propondremos dejar de fumar, aprender un idioma, bajar peso, visitar más a la familia, etc. Como todos sabemos, la inmensa mayoría de estos propósitos son olvidados antes de febrero y en muy pocas ocasiones logramos cumplirlos.
¿Por qué ocurre esto? Pues como señalábamos antes, para empezar porque nos proponemos muchos cambios y como reza el refrán quien mucho abarca, poco aprieta. Es mejor centrarse en uno o como mucho, dos aspectos que queramos mejorar que plantearnos un montón de cosas que después nos será imposible cumplir.
Además, es importante no sólo saber qué queremos cambiar, también debemos pensar en el cómo. Si quiero aprender inglés deberé pensar si lo haré mediante clases presenciales (y de ser así, a qué academia o con qué profesor lo haré) o con una aplicación o curso a distancia, cuánto tiempo a la semana le voy a dedicar, cómo voy a complementar las clases, qué puedo hacer para practicar más, etc.
Es aconsejable que busquemos cosas que realmente nos motiven, sin dejarnos llevar por la inercia del resto. Deben de ser aspectos que creemos que van a mejorar nuestra salud, nuestra calidad de vida, en definitiva, nuestra felicidad.
Al hacer esta revisión de nuestro año, que no deja de ser una reflexión sobre nuestra vida, a veces podemos sentirnos frustrados, nostálgicos, decepcionados con nosotros mismos. Esto suele pasar porque nos fijamos más en aquellas metas que no hemos cumplido, en los aspectos negativos de nuestro día a día que en las cosas buenas. Y, normalmente, suele haber un poco de todo. Puede que este año no hayamos conseguido mantener un peso saludable pero quizá sí hayamos conseguido pasar más tiempo con la familia. Es importante que pongamos sobre la mesa no sólo lo malo, también lo bueno. La autocrítica debe ser justa, debe prestar atención a los aspectos negativos y a los positivos.
Y esto es igual para todos, independientemente de nuestra edad. Así, os animo a que estrenéis el año 2018 con un nuevo propósito que consigáis cumplir y que os haga ser más felices.
¡Feliz año nuevo a todos!